En la Argentina más de 13 millones de hectáreas se caracterizan por la presencia de sales en el perfil.
La preocupación se incrementa más aún si se considera que ese daño podría ir en aumento si no se hace un uso racional de la tierra.
“La presencia de sales en el suelo altera el crecimiento de las plantas, lo que representa un problema para la producción agrícolo-ganadera”, señaló Roberto Casas, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA, quien además destacó: “Desde la institución apostamos a su recuperación con manejo y buenas prácticas”.
Un estudio de la FAO determinó que la Argentina es uno de los países más afectados por halomorfismo en el mundo, después de Rusia y Australia. “Sólo en la provincia de Buenos Aires existen más de tres millones de hectáreas afectadas por este proceso”, ejemplificó Casas y aseguró: “La relevancia que le damos a este problema se debe a que parte de esas tierras se pueden destinar a emprendimientos agrícolas o ganaderos”.
La salinización y sodificación de los suelos -por los excesos de agua superficiales o ascenso de las napas freáticas- son procesos que están en continuo aumento. Por esto, el Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA Castelar organiza, junto con el Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y el Agua (PROSA) de la Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura (FECIC), una jornada sobre Manejo de suelos salino-sódicos en áreas de secano.
Uno de los aspectos característicos de los suelos con exceso de sodio, es la compactación: se convierten en duros, secos e impermeables debido a la dispersión de la arcilla y de la materia orgánica. Esto, afecta el crecimiento y desarrollo de muchas especies vegetales.
Cuando un suelo se degrada, la pérdida de su productividad puede ser irreversible e incluso económicamente inviable. Según especialistas del INTA, el proceso de recuperación no es de un año a otro y, además, debe ser rentable.
En este sentido, Casas propone alternativas para prevenir y corregir estos problemas sin generar mayores costos: uno de los recursos clave para la recuperación es el uso de plantas forrajeras adaptadas. Sin bien el proceso es más lento y gradual, los costos son menores en comparación con enmiendas químicas. Además, estos cultivos también son aptos para frenar el ascenso de los niveles freáticos debido a que provocan una reducción de la evaporación del agua desde la superficie, reducen el ascenso capilar del agua freática y la concentración salina superficial.
Experiencias realizadas en campos de productores con especies forrajeras tolerantes a salinidad y sodicidad demostraron que mediante sus raíces mejoran la porosidad y permeabilidad del suelo, facilitan la infiltración del agua de lluvia y el desplazamiento de las sales y del sodio hacia la capa freática mantenida a una profundidad adecuada.
De acuerdo con Casas, las de mejor comportamiento por su elevada actividad radical y producción de materia seca son grama rhodes (Chloris gayana), agropiro (Thynapirum ponticum) y lotus (Lotus tenuis). “Es importante destacar el comportamiento de la grama rhodes por su adaptación a condiciones de elevada alcalinidad y producción de materia seca que supera las seis toneladas por hectárea por corte”, concluyó.