Exactamente a las 17.35 de ayer tomó posesión de la Diócesis de Villa María el nuevo obispo, Samuel Jofré Giraudo, quien sucede así a José Angel Rovai, que será despedido en los próximos días en una misa.
El contexto no pudo haber sido mejor para lo que denominaron una “fiesta de la fe”: la concurrencia superó ampliamente las 3 mil personas que el Obispado preveía reunir en un cálculo optimista. Según Héctor Bersano, de acuerdo a fuentes municipales y policiales, la asistencia fue de cerca de 5 mil personas, según le dijo a EL DIARIO. Las 2.500 sillas que puso la Iglesia fueron cubiertas, hubo muchos que estuvieron parados y otros tantos que llegaron a la calle Estados Unidos, frente a de la Iglesia Catedral, con sus reposeras.
Jofré agradeció, cerca de las 7 de la tarde y tras tres horas de ceremonia, a Dios por el sacramento recibido y dijo que no fue elegido por sus méritos: “Alegrarme porque Dios me quiso no es triunfalismo sino gratitud (...) no fueron mis méritos los que movieron la elección divina, sino más bien su elección la que me dio algún talento”.
Fue su primer discurso como obispo diocesano y se extendió diez minutos. Anochecía en Villa María y una multitud guardó un notable silencio para oírlo: “Dios me quiso obispo pero me conoció antes de mi concepción y me amó, me dio la vida, quiso que tuviera una familia cristiana que me hizo conocer a Jesús desde siempre”, narró. “Me quiso católico y sacerdote -continuó-, ahora sé que también me quiere obispo y que si toda elección implica una responsabilidad ahora mis responsabilidades han crecido y es sano que tenga temor ante ello pero él me dice que no tema, que está conmigo”.
Agradeció a sus padres y a su familia, en gran parte presentes en la ceremonia. “Además de recibir allí la vida, tuve el tesoro de los abuelos, muchos hermanos, cuñados, tíos, primos y sobrinos, sobre todo recibí la fe y la enseñanza de que la felicidad está más en dar que en recibir”, recalcó.
“Gracias a todas las personas que con infinita paciencia me educaron, particularmente mi querido Liceo Militar General Paz, donde escuché la llamada de Dios al sacerdocio. Gracias a tantos buenos amigos, que me enseñaron la libertad de querer y ser querido, muchos de los cuales están presentes (...) Gracias queridísima Arquidiócesis de Córdoba”, señaló.
El alto dignatario de la Iglesia recordó que “hace años el Episcopado se puso como desafío pastoral trabajar por una justicia esperada” y llamó a esforzarse para hacerla realidad. Agradeció a la Opus Dei y confesó que espera “seguir aprendiendo” de Rovai, el obispo saliente.
Luego le dijo a la masiva cantidad de fieles: “Soy uno de ustedes, ante todo por la misión divina que recibí y procuré vivir con alegría, también como coprovinciano, mis abuelos maternos son de Oliva y Pampayasta, mis bisabuelos eran originarios de Savigliano, ciudad piemontesa, providencialmente hermanada con Villa María”, precisó.
Más tarde, Jofré advirtió que “aunque comprendo que no faltan problemas”, tiene “las mejores referencias de esta querida Diócesis” y confesó que no podía dejar de sentirse honrado.
Citó a la “peculiar circunstancia en nuestra Patria, a partir de la elección de Francisco”, lo que, evaluó, lo compromete “a trabajar seriamente para que juntos encarnemos los espléndidos tesoros de renovación que Dios nos ha otorgado en el Concilio Vaticano II”.
El purpurado indicó que contaba con “la ilusión” de ser “un auténtico amigo” de los sacerdotes de la Diócesis y que esta unión suscitara luego “muchas vocaciones sacerdotales”.
“La profunda decadencia cultural y social en la que estamos inmersos nos requerirá grandes esfuerzos para ayudar a los jóvenes a que valoren el don de la vida y la maravillosa vocación del matrimonio”, aseveró e hizo alusión a ayudar en que se “enamoren, se casen y reciban los hijos con amor”. Observando a la realidad actual, recalcó que “no debemos culparlos por esta apatía, sino más bien renovar nuestra propia entrega para que viéndonos alegres sean capaces de proponerse la entrega de la vida como objetivo posible y plenamente gratificante”, siempre refiriéndose a la juventud.
“Vengo enviado por Cristo para servir a todos, a los fieles y a los infieles, a los ricos y a los pobres, a los más inteligentes y a los más rudos, a los más santos y a los más pecadores, a sanos y enfermos, a los que viven del campo y a los intelectuales, a comerciantes y obreros”, explicó. Apuntó que pretende hacerlo “con generosidad” y se caracterizó como “pobre y con pocas fuerzas”, por lo que inició su ministerio pastoral “extendiendo mi mano como un pordiosero, pidiendo la limosna de una oración por mí, para que sea bueno y fiel”, palabras que fueron seguidas con suma atención por la feligresía.
El flamante obispo aseguró que la Iglesia “está viva porque Cristo la vivifica” y que la sucesión apostólica de ayer “lo confirma generosamente”.
La ordenación episcopal duró tres horas (ver página 4). Se inició a las 16 y terminó justamente a las 19. La mitad de la ceremonia fue presidida por Rovai; luego continuó ya Jofré al haber tomado posesión.
Los obispos consagrantes, tal cual lo había informado EL DIARIO, fueron Rovai, el arzobispo de Córdoba, Carlos José Ñáñez y el arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo.
Hubo 24 obispos presentes, entre ellos se destacó Damián Bittar, un hombre de esta Diócesis que es el obispo de Oberá, Misiones, y el ex obispo villamariense actual titular de la Iglesia riojana, Roberto Rodríguez.
Todos los alrededores de la Plaza San Martín y del máximo templo católico fueron cortados para la circulación del tránsito. Y el clima fue el ideal.
Foto 2: Momentos centrales de la ceremonia que duró tres horas
Foto 3: Hubo tres obispos consagrantes de Jofré