La vida de Regina y Marcelo se desarrolla entre dos siglos, fines del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX. Momentos de transición donde muchas cosas cambian, especialmente en las comunicaciones, radio, cine, telégrafo, pero en la relación hombre -mujer, los cambios no favorecen al mal denominado sexo débil, una falsa moralina divide a la sociedad femenina entre mujeres decentes, que deben servir al hombre, cándidas y etéreas y la mujer del deseo, esta última, accesible a todo hombre, especialmente si éste pertenece a la elite dorada.
Alfonsina Storni, en su poema “Tú me quieres blanca”, nos brinda una descripción perfecta de la moral hipócrita que reina en esa época.
“Tú me quieres alba/me quieres de espumas,/me quieres de nácar./ Que sea azucena/Sobre todas, casta./…/Tú que el esqueleto/ conservas intacto/no sé todavía/por cuáles milagros,/me pretendes blanca/(Dios te lo perdone)/Me pretendes casta/(Dios te lo perdone)/¡me pretendes alba!/…/Y cuando las carnes /te sean tomadas/y cuando hayas puesto/en ellas el alma/que por las alcobas/se quedó enredada,/entonces, buen hombre,/preténdeme blanca/preténdeme nívea/preténdeme casta.
Regina Pacini
Nace el 6 de enero de 1871, hija de Felicia Quintero y Pietro Pacini. No hay dudas de que Regina ha heredado de su madre andaluza el salero que la caracteriza y de su padre, director escénico del Real de San Carlos de Lisboa y exitoso escritor de óperas, la pasión por la música. Pasión que se complementa con una voz excepcional.
Ha nacido para triunfar, piensa su madre y todo parece darle la razón. Desde los 16 años Regina deleita en escenarios diferentes, así, esta soprano, puede cantar en la Scala de Milán, en Barcelona, en la Opera de París o el Covent Garden de Londres, y ser siempre aplaudida y mimada por los entendidos. Es una voz única dicen los críticos que, en todas partes, alaban sus condiciones.
Regina no sobresale por su belleza física, sobresale por su voz y además tiene un don especial para transmitir emociones.
Varios son los hombres que han pretendido acercarse a ella, pero permanece atada a su gran vocación; sabe lo que quiere, dice su madre que la acompaña a todos lados, orgullosa de tanto éxito.
Marcelo Torcuato de Alvear
Hablar de Máximo Marcelo Torcuato de Alvear es hablar de la alta sociedad porteña, hijo de Elvira Pacheco y Torcuato de Alvear y el menor de siete hermanos.
Para algunos el típico dandy porteño, practica box, natación y todo tipo de deportes, asiduo del Jockey Club, de los lugares no tan santos, dueño de una fortuna incalculable y soltero codiciado por la elite femenina.
Para otros la oveja negra de la familia, el bachillerato lo hace en etapas, primero en el Nacional de Buenos Aires, para terminarlo en el Colegio Nacional de Rosario.
Sin embargo y contra todo pronóstico se recibe de abogado, pero lo que más desconcierta a la aristocracia porteña es su participación en la revolución de 1890, su admiración por Leandro Alem y su clara participación política dentro de la Unión Cívica Radical, partido creado en 1891.
En 1898 Regina llega por primera vez a Buenos Aires, el Teatro San Martín se viste de fiesta con su presencia, Marcelo concurre a escuchar a esta soprano de fama mundial, cuando interpreta El Barbero de Sevilla la sensibilidad de Marcelo, tan bien ocultada, queda al descubierto, su emoción es tan fuerte que las lágrimas comienzan a correr por sus mejillas.
A partir de ese momento lo mueve un solo propósito, conquistar a esa mujer que logró conmoverlo de tal manera. Pero tropieza con la disconformidad materna, la madre de Regina no quiere a este hombre que puede hacer peligrar la exitosa carrera de su hija, la sociedad porteña, tampoco acepta a Regina, la considera una advenediza, quién se cree esta portuguesa, bajita y encima artista para llevarse al soltero más codiciado.
Pero Marcelo está decidido a conquistarla. Regina sigue su gira por San Petersburgo, Viena, Londres, Lisboa, Montecarlo, Milán, Berlín, y en todos lados encuentra su camarín lleno de flores, más precisamente rosas blancas y rojas y costosos regalos que uno a uno va devolviendo a ese hombre que en todas partes la escucha arrobado.
En 1901 Regina vuelve a cantar a Buenos Aires, en 1903 Marcelo le declara su amor y ella acepta.
Ocho años tarda en conquistarla, pero logra que Regina no sólo lo ame profundamente, sino que desafíe la ira de su madre, se enfrente a los prejuicios de la aristocracia porteña y lo que es más duro aún, renuncie a su carrera artística.
Marcelo también sufre el ataque de la sociedad porteña, miles de misivas llegan a París desde Buenos Aires, pidiéndole que no se case, menos con una artista que no tiene abolengo, pero los dos saben lo que quieren.
El 29 de abril de 1907, a las siete de la mañana, en la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación en Lisboa, caracterizados, ella como una criada y él como un policía, se unen en matrimonio. Ella tiene 36 años, él 39.
El regalo de bodas para Regina es un hermoso castillo, el Coer Volant, ubicado en Versalles, cerca de París.
Allí permanecen hasta 1911, Regina ha dejado de cantar para dedicarse totalmente a ese hombre que por amor la siguió por el mundo.
Marcelo comienza una carrera política dentro del ala azul del radicalismo, así será diputado, embajador y en 1922 presidente de la República. El fin de la Primera Guerra Mundial y los cambios que esto provoca en las relaciones internacionales, le aseguran un gobierno tranquilo y progresista, agreguemos a ello que no tiene la oposición acérrima que tenía Yrigoyen desde los conservadores, ya que él pertenece a lo más granado de la sociedad y… ¿Regina?
Regina se convierte en una anfitriona de lujo, sabe atender a los visitantes, como primera dama, su conocimiento del mundo, conocimiento adquirido en sus largos viajes de presentaciones artísticas, la han dotado de una sensibilidad especial, las reuniones tienen ese plus que da el conocer pero…ha dejado de lado totalmente su vocación.
Está junto a su marido en las buenas y en las malas, por eso cuando después del golpe del 30 es llevado a la isla Martín García preso, Regina irá una y otra vez, acercándole no sólo cosas materiales, sino lo que es más importante su cariño, su presencia, su compañía.
En 1942, un paro cardíaco termina con la vida de Alvear, es velado en la Casa Rosada con todos los honores de un expresidente, los granaderos debían llevar el féretro pero un grupo numeroso de boinas blancas toman el costoso cajón y a pulso lo acercan a la Recoleta.
Regina muere en 1965, dejando como legado a la posteridad la creación de la Casa del Teatro, hogar por el que han pasado y pasan tantos actores importantes.
Quizás recordando su glorioso paso como artista y su renuncia anticipada, por amor al hombre que la conoció cantando, pero…que fiel a la moralina reinante, una vez casada le prohibió hacerlo.
El amor, como vemos, no siempre significa libertad.
María Elena Caillet Bois