"Estoy convencido de que no existen problemas de dinero, ¿o me equivoco ?", ésta fue la lacónica reflexión de James Paul McCartney, cuando se dirigió con estos conceptos a sus compañeros de la banda, durante una sesión de grabación de las tantas que se produjeron para finalmente concluir presentando lo que fue el último larga duración del grupo (que finalmente apareció en las tiendas de discos, antes que el penúltimo que fue Abbey Road). Todo esto ocurría durante un frío día de invierno de 1969, mientras Los Beatles estaban sentados haciendo su tarea sobre un enorme escenario de los estudios Twickenham Film Studios, en Londres.
Paradójicamente se encontraban en compañía de las últimas personas en el mundo con quienes hubiesen deseado estar, es decir, con ellos mismos. Varios días habían pasado intentando ensayar material nuevo para un show en vivo que tenían programado (iba a desarrollarse el 1 de agosto de 1966), pero no pudo ser porque las relaciones y los deseos musicales de cada uno de los integrantes estaban pasando por un momento complicado.
Volviendo al principio de lo expuesto en esta entrega, McCartney miró a sus compañeros y socios musicales, amigos de tantos años (John Lennon, George Harrison y Ringo Starr), que lo observaban incapaces de responder siquiera una palabra y les espetó "tenemos sólo dos opciones, hacerlo o desecharlo, pero quiero que ustedes decidan, porque no tengo interés en pasarme todo el maldito día aburriéndome, en tanto ustedes deciden cómodamente que rumbo tomar". Paul esperó un rato más, pero no obtuvo respuesta alguna, mientras que los otros tres proseguían en silencio mirándolo de modo indulgente ante la irritación de Macca (como popularmente se lo conoce a McCartney en sus pagos), intentando dilatar lo tenso del momento.
El estertor final
En realidad, el estertor final de la existencia de la banda como tal, constituye una de las más misteriosas y complicadas historias de las separaciones del Siglo XX y, por cierto, la más desoladora. Los oriundos de Liverpool no sólo hicieron música, sino que también modelaron toda una época, a la par de cualquier movimiento político en lo que a influencia de masas se refiere. La gran mayoría de sus fans terminaron adjudicándole toda la responsabilidad a Yoko Ono y a la perfidia de Allen Klein, el nuevo mánager que remplazó a Brian Epstein (fallecido), hombre que contó desde un principio con la contundente aprobación de Lennon, pero con una lacerante antipatía y profundo rechazo por parte de McCartney, que a su vez lo pretendía a su cuñado americano (abogado), para desempeñar el citado rol.
Yoko dijo al respecto "no creo que alguien hubiese logrado separar a cuatro personalidades tan fuertes como la de ellos, aún intentándolo, debe haber ocurrido algo en el núcleo del conjunto, dentro de ellos mismos, pero no una fuerza externa, en absoluto". De hecho, las causas reales de la disolución no estaban muy lejos y existían desde mucho tiempo atrás, diseminadas a lo largo de una dilatada trayectoria, con tantas desventuras como éxitos.
Particularmente, la prolongada amistad entre Lennon y McCartney estaba transformándose velozmente y al momento de las sesiones de Let It Be ya se habían tornado muy densas. John, inobjetable fundador de la banda, en cierto sentido había aceptado el liderazgo del grupo, pero lo que era aún más importante era que comenzaba a sentirse limitado por la estructura que como tal conformaban. Macca amaba el conjunto y se desvivía por él, y junto a John habían sido el gran motor del emprendimiento. La sociedad que juntos forjaron en junio del 57, cuando eran apenas unos "teenagers" (quinceañeros), fue la más fructífera que se haya plasmado durante la historia de la música popular (pop).
Sin embargo, lo que marcó la verdadera aventura de estos cuatro jóvenes músicos fue el temperamento de su fundador y sus propias necesidades, porque Lennon había armado la banda, básicamente, para aliviar la sensación de angustia y soledad que le generó su madre cuando lo entregó en custodia a su hermana (la tía Mimí) y para intentar disolver la imagen de un padre (Fred) que desapareció casi por completo de su existencia.
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO