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Algunas imágenes de la belleza de Punta del Diablo |
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Escribe:
Facundo Martínez (Especial para EL DIARIO)
Algunos afirman que cuando Lucifer se jubile, cosa que no tardará demasiado en ocurrir, no querrá estar en un lugar como el Sahara o a la vera de un volcán activo, y menos en sitios como la Antártida o el Himalaya. Al momento de colgar el tridente, Mefistófeles se comprará un bote y una casita y se irá a vivir a las costas del mar, eligiendo un lugar tranquilo y de ensueño. Tal vez ese espacio lo encuentre en el este uruguayo.
@ El diablo mete la cola
Punta del Diablo es un sitio mágico. Por la mañana los pescadores calculan si es oportuno deslizar las naves por la arena y salir en busca de comida. Los barcos, pintados de vivos colores, se sumergen para dar una ronda y esperan no volver sin carga.
Al retornar, algunos precavidos están ansiosos por llevarse parte del exquisito botín para el almuerzo. No hay nada como la comida fresca que se dispone en las ferias.
Esta zona se hizo de aquellos que se especializaron en el tiburón debido a sus nutrientes y fueron poblando el caserío sin hacer a un lado el espíritu original.
Los servicios de Punta del Diablo no son excéntricos ni redundan en el lujo y justamente radica ahí uno de sus principales atractivos.
Es uno de los últimos asentamientos costeros antes de cruzar la frontera hacia el norte. La aldea se distingue por su estilo informal, de casas de madera pintadas de verde, rojo, azul, siempre frente a un mar ideal.
Repartidos, hay bares con techos de paja a dos aguas, acordes a la zona, que hidratan la piel y el alma con vistas inspiradoras de los últimos anaranjados estertores del sol, apoyados sobre el océano.
El cámping es altamente recomendable, tiene un muy buen servicio a un precio accesible. Hay parrillas, baños con agua caliente a toda hora, un almacén para provisiones y verdulería. Ciertas noches se realizan espectáculos en el pequeño restaurante. Lo más curioso es que está sobre la ruta, alejado del centro, y tiene un servicio de traslado gratuito. El colectivo es de lo más famoso en la zona; un modelo viejo que tiene aguante para hacer todos los días y a toda hora, un viajecito hasta la playa. De tantas idas y venidas, el chofer está medio enajenado, imagínese. Pero sonríe amablemente, aún cuando los chicos le gritan fatigosos cánticos de aliento. Cuando se destina a las olas, se le pasa la locura, y vuelve a la normalidad.
Un poco de historia
Rocha, es el Departamento que contiene también a Cabo Polonio, la Paloma y La Pedrera, entre otros balnearios. Es paradójicamente uno de los puntos más elevados del país vecino, a pesar de que está apenas a 330 metros de altura sobre el nivel del mar. Esta zona es muy propicia a la actividad agropecuaria, aunque lugares como los que nombramos producen la principal actividad económica, siendo el turismo el mayor generador de empleos.
Allá por 1762 se comenzó a construir un fuerte portugués, debido a las contiendas que había con los españoles, aunque luego fueron estos últimos quienes terminaron de armar la Fortaleza de Santa Teresa. Con la forma de un pentágono y un perímetro de 650 metros, es una estructura llamativa, que aún conserva los grandes cañones. En lugar de los cuarteles hay un museo de armas. Lo que se estila para llegar al fuerte es recorrer el parque que lo circunda donde hay sombráculo, la “Laguna de Peña”, Invernáculo, pajareras, Capalacía y miradores de aves.
Volver a Punta del Diablo por la playa conforma una apacible caminata. Y si la época del año lo permite, se podrán divisar las ballenas en la zona de Del Barco. Y ya sabe, si lo ve al Diablo manso como una doncella de antaño, no le pregunte por qué, sino cómo llegar.
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