Existe en el campo de la relación representación- participación- gobernabilidad una visión que señala como único protagonista capaz de generar condiciones de gobernabilidad a la elite gobernante a partir de desarrollar una determinada ingeniería social, promover modificaciones en el nivel procedimental de los sistemas políticos o apelar a la ayuda de los mass-media a los efectos de incrementar los niveles de legitimidad.
De esta manera, las estrategias que se proponen frente a esta situación también conllevan una impronta conservadora: disciplinar a través de mecanismos ideológicos o coercitivos a la sociedad a los efectos de limitar su capacidad de demanda. Consecuentemente, el aporte que la educación puede brindar en el marco de este concepto de gobernabilidad se encuentra asociado únicamente a su función socializadora e ideológica en torno a legitimar un orden social establecido.
La función reproductora de la educación que se espera desde esta perspectiva opera en una doble dimensión. Por un lado, respecto del sistema político, tanto a partir de su capacidad para seleccionar las elites dirigentes, como de accionar en dirección a asegurar obediencia y disciplinamiento social frente a un orden institucional que es presentado como “natural” y que reserva el papel protagónico para una selecta minoría (Medina Echavarría, 1973)
La segunda dimensión en torno a la reproducción hace referencia al orden económico. En este sentido se potencia la capacidad del sistema educativo para tender a reproducir y legitimar las desigualdades sociales y económicas principalmente a partir de la imposición de perspectivas falsamente meritocráticas (Bowles y Gintis, 1976) y de la reproducción de los circuitos de la pobreza (Boudelot y Establet, 1978 y Braslavsky, C. 1985). La posibilidad de demanda frente al Estado queda disminuida cuando se atribuyen a las causas de la desigualdad social a las diferentes capacidades de las personas.
En esta visión el concepto de ciudadano queda reducido al concepto de consumidor. (Gentili; 2004:4)
Nuestra mirada no acuerda con la visión expuesta donde el aporte de la educación al sistema democrático se restringe a su papel de promotora de la reproducción social. Por el contrario, el afianzamiento de la democracia exige enfatizar el rol de la educación en torno a fortalecer la capacidad de los actores de la sociedad civil en su articulación con el Estado.
En la perspectiva que adoptamos queda claro en consecuencia, que las elecciones no agotan la participación ciudadana. En los regímenes de mayor estabilidad democrática existen mecanismos institucionales para evitar que los representantes electos caigan en la tentación de obedecer exclusivamente los mandatos imperativos de sus partidos. Los mecanismos más conocidos son el referéndum; el plebiscito. La iniciativa popular y el derecho de petición y por último el derecho de revocatoria del mandato o de reclamación.
Pero más importante que todos estos mecanismos institucionales es que el mismo Estado se convierta en un promotor de la participación de los ciudadanos a través de canales que le habiliten la palabra y le permitan una genuina posibilidad de sentirse involucrado en la cosa pública. Consiste en reconocer el derecho que toda persona tiene en un sistema democrático a ser escuchado, a peticionar a las autoridades a solicitar rectificaciones a hacer propuestas en busca de un camino que nos contenga a todos y nos permita desarrollarnos conscientemente y no sometidos a los caprichos de la elite de turno.
En esta mirada, resulta sumamente relevante la creación de un espacio de genuina participación ciudadana, de ejercicio de derechos, como de construcción de una nueva cultura, la posibilidad que tienen los niños en la ciudad de Villa María de elegir a su propia Intendenta y Vice, como de contar con un Gabinete propio, presupuesto propio, etcétera.
El mismo intendente, Eduardo Accastello, pedía que cuidemos este espacio para no desvirtuarlo, es un espacio nuevo, inédito, por lo que requiere del aporte de todos para que se constituya en una ejemplar escuela de democracia. Ciertos conceptos por su nivel de abstracción pueden no ser comprendidos por los niños a cierta edad pero la misma práctica democrática permitirá que los comprendan y les resulten accesibles y hasta familiares.
No somos dueño del futuro, pero el presente lo anticipa de alguna forma. Celebro este presente que promete un futuro con más desarrollo, no sólo con más edificios y calles pavimentadas, sino con ciudadanos más conscientes de su participación y más preparados para hacerlo.
Fue conmovedor ver a la nueva intendente como, hasta en sus gestos, asumía con seriedad el compromiso ciudadano de servir a los demás.
Creo humildemente, que además de todos los apelativos que pueda recibir la ciudad, como ciudad del conocimiento, o portal del turismo cordobés; la que mejor le sienta, es la de ser, toda ella, una “Escuela de Democracia”.
Prof. Enrique A. Luna