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20 de Mayo de 2013
Opinión
“Dolarmanía”, costumbre argentina
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Escribe:  Lic. Alfredo Koncurat
 
El dólar blue achata el horizonte y mengua la confianza de los inversores, pilar y  principal variable negativa en la construcción de la economía del miedo.
Considerar las expectativas como variable relevante en el comportamiento macroeconómico es un postulado ortodoxo, introducido en los modelos con el fin de explicar que las previsiones de los agentes económicos sobre el futuro si afectan el comportamiento presente.
Bajo este supuesto, los agentes basan sus decisiones futuras teniendo en cuenta lo que ha ocurrido en el pasado. Es decir, se supone que los individuos ajustan su conducta no sólo a los datos de la realidad presente, sino también en base a las expectativas sobre la evolución futura que puedan inferir de ella.
El hecho de que los actores económicos procedan de esta manera, supone una importante restricción en las políticas económicas de los gobiernos, pues los efectos de las mismas son anticipados y contrarrestados por quienes intervienen en el proceso económico. 
Sin lugar a dudas, sobre la base de las expectativas es que se sustenta la especulación, hecho que afecta a multitud de variables principalmente a la inversión.
Un ejemplo claro de cómo afectan a la economía estas expectativas, es la evolución de los precios.
Las demandas salariales de los trabajadores y las subidas de las remuneraciones que los empresarios están dispuestos a conceder dependen entre otras variables de las expectativas que ambos tengan sobre el comportamiento de la inflación en el próximo año.
Si estas son altas como en el presente (las expectativas de inflación para el próximo año superan el 30% según el sondeo mensual que recaba la Universidad Torcuato Di Tella), la demanda de aumentos salariales y de precios de productos también lo serán.
Como podemos ver, las expectativas de inflación son un verdadero condicionante de la evolución futura de la economía y por supuesto de la política económica.
 
Expectativas con aversión al riesgo
 
Toda inversión se caracteriza por tres relevantes variables: liquidez, rentabilidad y riesgo. 
Como por regla los activos más rentables son también los más riesgosos, la composición óptima de cada individuo dependerá de su aversión al riesgo.
Los más osados preferirán inversiones altamente rentables y riesgosas, los más cautos se posicionarán en activos de escaso riesgo a pesar de su exigua rentabilidad.
Ahora bien, el entorno del contexto socioeconómico condiciona tanto la inversión en sí misma como a las expectativas de los inversores, y en un escenario altamente impredecible la gran mayoría se “acovachará” en posiciones seguras.
A falta de información o a la mediatización de información falsa que crean confusiones e incertidumbre, los agentes económicos que sufrieron en el pasado escenarios de alta inestabilidad se posicionan automáticamente en activos “seguros”, principalmente ladrillos y por supuesto el dólar.
El enorme flujo de capitales fugados en los años posteriores a 2007 así lo demuestra y por supuesto indujo al Gobierno a paralizar de manera brusca el mercado de cambio legal, convirtiendo a las divisas extranjeras en un bien precioso y escaso.
Si bien la fuga de capitales se logró frenar en seco, la torpeza de la implementación del famoso cepo cambiario también provocó innumerables efectos negativos adversos.
 
La divisa, un desafío
 
La divisa se requiere para miles de operaciones cotidianas ajenas a la especulación, con escasa oferta la cotización del dólar comercializado en el circuito marginal ya ha subido en lo que va del año más del 36% y desde el comienzo del nuevo régimen a fines de 2011 lo hizo en casi un 96%.
Aunque no explícito, la trascendencia mediática del valor del dólar blue tiene como principal objetivo para sectores interesados disciplinar a la sociedad para que acepte como un hecho fundamental y como una necesidad urgente para el país la devaluación salvadora.
Sin embargo este argumento simplificado por gurúes mediáticos esconde una verdad refrendada en la historia: una brusca devaluación implicaría automáticamente traslado de riqueza de los niveles más bajos no tenedores de divisas a los estratos sociales superiores que sí conforman su cartera en activos dolarizados, con el agravante inmediato de que el efecto devaluación provocaría, vía expectativas inflacionarias, importantes subas de precios.
El desafío crucial para el Gobierno en la actual coyuntura pasa entonces por implementar medidas que tiendan a generar la confianza para propulsar la inversión en un escenario de gran incertidumbre y evitar caer en la profecía autocumplida.

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