A partir de 1958, el rock and roll más exuberante comienza a ser remplazado por música más blanda, destinada al consumo de un público abiertamente juvenil. Los eternos y descarados pioneros de la música dura, sureños y marginados de los barrios humildes, se encuentran en los Estados Unidos de manera imprevista, arrinconados por remilgados y apuestos jóvenes impecables en su vestimenta interpretando melodiosas y pegajosas canciones de amor. Esta nueva generación de cantantes, por lo general, no eran compositores de los temas que grababan y por lo general sus cualidades artísticas eran bastante limitadas. Pero se habían convertido en piezas indispensables de una industria que, como la del disco, los proyectaba a la fama.
En esta nueva corriente encajaron estrellas de la talla de Neil Sedaka, Connie Francis, Bobby Vinton, Brenda Lee y, desde luego, Paul Anka, que se destacaba de ese bloque.
En este caso, el nativo de Ontario (Canadá, 1941), hijo de inmigrantes libaneses al norte de América, además de intérprete, se convirtió en un brillante compositor de canciones archifamosas y reversionadas por cantantes más prestigiosos. Entre sus más difundidas creaciones, imposible omitir "Diana", con la que se abrió paso para imponer su perfil nostálgico y pleno de un potencial de voz ideal para ese tipo de canciones. Esta composición estaba dedicada a una adolescente que era la encargada de cuidar a su hermano más pequeño. Anka también escribió y llevó al disco éxitos como "I confess" (Yo confieso), "Put your head on my shoulder"(Pon tu cabeza sobre mi hombro), "You are my destiny" (Eres mi destino), "You are having my baby" (Estás teniendo a mi bebé) y la célebre "My way" (A mi manera), inmortalizada por su colega Frank Sinatra. Con sólo 16 años, este artista canadiense se convirtió en su momento en pionero y líder de una modalidad interpretativa que lo llevó a vender millones de discos, acompañado de un alto registro vocal que asemejaba a la voz de un niño.
Un período, una ciudad
Londres se convirtió en el centro de todas las miradas, cuando a mediados de los 60 se la conoció como la capital mundial de la moda y la cultura. Esa etapa fue conocida como el "Swinging London", término acunado por la prestigiosa revista "Time", que a su vez lo tomó como referencia de la famosa emisora de radio conocida como "Swinging Radio England", una palabra que en resumen definía toda la modernidad que por aquellos años caracterizaba a la capital de ese país. Fueron épocas de una inusual efervescencia cultural que se expandió rápidamente através de la geografía de la ciudad del Támesis.Un período en donde todo lo inherente al placer cobraba supremacía. El optimismo era moneda corriente entre los residentes y visitantes ocasionales de la capital británica, que comenzaban a observar cómo se recuperaba la economía del país tras una experiencia tan devastadora como lo fue la Segunda Guerra Mundial. Eran tiempos en los que se imponía un profundo sentido de la austeridad.
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO