Una pericia de ADN, realizada sobre un cigarrillo que se encontró en la casa de la víctima, ubica a Juan Carlos Kodjadelián (46) en la escena del crimen y lo compromete seriamente de cara a la que puede llegar a ser una dura condena.
Si bien éste no fue ayer el tema saliente de la segunda audiencia del juicio por jurados que se lleva a cabo en la Cámara del Crimen de Villa María, EL DIARIO pudo saber que la contundente prueba genética constituye la base fundamental de la acusación contra Kodjadelián, quién está imputado como presunto autor de “robo seguido de muerte”, un delito que es castigado con prisión de 10 a 25 años.
En efecto, poco después que Vicenta Pereyra de Bascano (73) fuera hallada malherida, amordazada y atada de pies y manos tras casi dos días de agonía, especialistas de la Policía Científica que trabajaron en su domicilio secuestraron un cigarrillo a medio fumar que había sido “olvidado” por el autor del violento asalto.
La colilla fue convenientemente conservada y, de su interior, peritos del Ceprocor obtuvieron una muestra de saliva que permitió conocer el ADN de quien había fumado ese cigarrillo, aunque faltaba ponerle nombre y apellido a esa prueba irrefutable.
Bajo sospecha
Kodjadelián fue el único sospechoso casi desde el mismo comienzo de la investigación, pero la Justicia no pudo avanzar en el esclarecimiento del trágico asalto, sino hasta fines de agosto de 2011, cuando el porteño fue detenido en la provincia de Buenos Aires tras permanecer prófugo poco más de cinco años y medio.
Tiempo después, el acusado fue sometido a una pericia genética y, al cotejarse la prueba obtenida con el patrón de ADN extraído del cigarrillo, las sospechas que había sobre su participación en el hecho se transformaron en certezas concluyentes.
A esto se suman otros elementos probatorios, mayormente indiciarios, que comprometen la situación procesal de Kodjadelián, quien previo al comienzo del juicio oral y público había llegado a un acuerdo con su defensor, Martín Mattea, y el fiscal de Cámara, Francisco Márquez, para confesar el hecho a cambio de una condena de 12 años de prisión.
Sin embargo, a poco de iniciarse el debate el pasado lunes, el propio abogado informó a jueces y jurados que su cliente había desistido de aceptar un proceso abreviado y minutos más tarde, cuando prestó declaración en la sala, dijo que era “inocente” y que no tenía “nada que ver” con el asalto que le causó la muerte a la septuagenaria.
Seis testigos
En tanto, durante la jornada de la víspera comparecieron seis testigos, entre ellos la hija de Pereyra de Bascano y la madre de Kodjadelián, mientras que para mañana está previsto que declaren tres más, previo a los alegatos de las partes y el dictado de la sentencia.
El propio presidente del tribunal, René Gandarillas, informó ayer a las partes que este viernes se receptarán los últimos testimonios y posteriormente formularán sus conclusiones la Defensa y la Fiscalía, estimándose que para las primeras horas de la tarde se conocerá el veredicto al que arriben los miembros del jurado popular junto a los integrantes del tribunal.
La segunda jornada del juicio se inició a las 10 con el comparendo de Elba María Bascano, hija de la víctima, quien contó algunos aspectos de lo que su madre le había contado al comisario Carlos Adrián Ciccarelli antes de morir.
Así, refirió que el policía que estuvo a cargo de la investigación del caso le contó que la septuagenaria se había levantado a eso de las 7.30 de las mañana de aquel lunes 23 de enero de 2006 y al escuchar ruidos en el patio, abrió la puerta y se topó con un sujeto “morocho, grandote y de pelo largo”.
Según el relato del funcionario policial craikense, la mujer le preguntó al desconocido “quién sos vos” y “qué hacés aquí”, a lo que el asaltante le respondió “soy el loquito de Oliva” y de inmediato le dio un empujón que la hizo caer al suelo.
Siempre de acuerdo a lo que la víctima le había contado a Ciccarelli mientras permaneció lúcida, la testigo señaló que después de atarla de pies y manos con precintos plásticos, el delincuente la golpeó y le reclamó dinero, aunque sólo se llevó las alianzas de matrimonio y un medallón de plata.
Elba Bascano dijo también que su madre era una mujer delgada y más bien baja, por lo que sucumbió ante la fortaleza física del asaltante, que permaneció en la casa varios minutos antes de escapar con el magro botín obtenido.
En segundo término declaró la oficial Silvia Soledad Coassolo, quien fue uno de los primeros efectivos policiales en llegar al lugar del asalto, luego de que Pereyra fuera hallada malherida, dos días después del brutal atraco.
La funcionaria dijo que estaba patrullando las calles de James Craik cuando, alrededor de las 3.30 de la madrugada, se recibió un llamado que alertaba sobre un hecho delictivo cometido en la vivienda ubicada en Fasolis y Alem.
Primera ayuda
Al llegar al domicilio de Pereyra, la mujer policía encontró en el interior a Yolanda Emilia Varela, más conocida como “la Tuca”, y a su hija Marisa Beatriz Giaveno, que por entonces vivían a media cuadra de la casa de la víctima.
Ambas mujeres habían auxiliando a la septuagenaria. Le cortaron los precintos, le dieron un poco de agua e incluso llegaron a higienizarla, ya que durante las casi 48 horas que permaneció maniatada y amordazada en el suelo padeció problemas fisiológicos.
Coassolo llamó a los Bomberos Voluntarios, quienes trasladaron a Pereyra asta el Hospital de James Craik y luego hasta el Hospital Regional Pasteur de Villa María, donde estuvo internada otros dos días y falleció el viernes 27, al no poder reponerse de las lesiones sufridas en el asalto.
La uniformada fue también comisionada para preservar la escena del crimen hasta que llegaron efectivos de la Policía Científica, procedentes de Córdoba capital, quienes realizaron los peritajes de rigor en la vivienda y secuestraron un vaso de color blanco y el cigarrillo del cual se obtuvo el ADN del asaltante.
Mala memoria
El tercer testigo de la jornada fue “la Tuca” Varela, quien dijo que cuando pasaba frente a la casa de Pereyra escuchó gemidos y por eso decidió ir con su hija para ayudar a su vecina y amiga.
De todos modos, el testimonio de Varela fue más bien confuso, por momentos contradictorio y se caracterizó por tener algunos olvidos selectivos.
“No recuerdo... se me borraron las cosas de la cabeza”, dijo la testigo en varias oportunidades, pero en un momento de su comparendo admitió que tenía miedo y que la habían amenazado con matarla a ella y a sus hijas.
Ocurre que, según la primera declaración que prestó ante la Justicia, Varela había referido que Kodjadelián le dijo que había asaltado a la vecina de la esquina de su casa y que la dejó maniatada y amordazada en el suelo.
“La dejé atada... andá a desatarla que se está muriendo”, habrían sido las palabras del acusado, tras lo cual Varela se llegó al inmueble de Alem y Fasolis para auxiliar a Pereyra, aunque en una posterior declaración dio cuenta que había escuchado gemidos cuando pasaba circunstancialmente por el lugar.
La testigo justificó su falta de memoria señalando que poco después de aquel trágico episodio, “fui a parar a la Colonia Vidal” (en referencia al Hospital Neuropsiquiátrico Dr. Emilio Vidal Abal de la ciudad de Oliva) y más adelante a un centro de salud de mental de Río Cuarto.
“Vivía muy mal por todo esto y estaba depresiva”, contó Varela con la voz entrecortada por las lágrimas.
Negó de manera reiterada que Kodjadelián la haya mandado a auxiliar a Pereyra, pero sobre el final de su comparendo volvió a complicarlo, al señalar: “La madre de este muchacho y este muchacho me llamaban por teléfono y me amenazaban diciéndome que si abría la boca, me iban a matar a mí y a mis hijas”.
Posteriormente declaró Marisa Giaveno, quien coincidió en algunos aspectos con el testimonio de su madre, aunque advirtió que Varela “tiene problemas psicológicos y mentales desde hace mucho tiempo”, los que se agudizaron luego del mortal asalto sufrido por Pereyra, a tal punto que la terminaron internando en el Vidal Abal a fines de diciembre de 2006.
La testigo refirió que cuando entraron a la casa de la víctima, “estaba tirada en el suelo, toda mojada y fría y por eso la lavamos un poco” y con respecto a Kodjadelián, dijo que no lo conocía y que nunca lo había visto en el pueblo.
Silencio cómplice
El penúltimo testigo de la jornada fue Delia Dominga Correa, alias “Pocha”, madre del acusado y vecina craikense, donde además posee un bar.
Dijo que se enteró del mortal asalto a Pereyra (a quien no conocía ni la había sentido nombrar) “unos 10 días después”, cuando la Policía fue a su casa buscando a Kodjadelián, que para entonces ya era el principal y único sospechoso.
Tan confusa como Varela, Correa dejó muchas dudas sobre lo que verdaderamente sabe en relación al hecho. Asimismo, dijo que su hijo se había ido del pueblo antes de la Navidad de 2005, negó que su bar funcionara como prostíbulo (algo que había asegurado la policía Coassolo) y dijo que las “chicas” que concurren a su negocio son amigas suyas y tienen más de 60 años.
Con respecto a Kodjadelián, señaló que después de irse de James Craik, se radicó en Villa María, donde trabajó algún tiempo en un comedor, y luego se fue a vivir a Buenos Aires.
Finalmente declaró el comisario mayor Omar Gallo, quien empezó la investigación el mismo día que Pereyra fue rescatada y relató que pudo hablar con la víctima en el Hospital Pasteur.
“Estaba muy dolorida por los golpes, pero lúcida”, dijo el jefe policial y agregó que, según los dichos de la mujer, el autor del asalto había sido “un tal Carlos, amigo de la Tuca”, por lo que Kodjadelián quedó bajo sospecha casi de inmediato.
Gallo recordó también que la Policía Científica había secuestrado un cigarrillo y un vaso en la casa de Pereyra y abordó otras cuestiones relacionadas con su intervención funcional en la causa, que luego dejó en manos del comisario Ciccarelli.
Imágenes:
F1: Si es declarado culpable, Kodjadelián puede llegar a recibir una pena superior a los 16 años de prisión. Su abogado sabe que lograr la absolución será una tarea sumamente complicada.
F2: La sala de audiencias se colmó con alumnos de 4to. año de la escuela Dante Alighieri, que realizan una actividad sobre ciudadanía, supervisados por el profesor Guillermo Recanatti.
F3: Mientras Marisa Giaveno declara, los camaristas toman nota.
F4: La hija de la víctima refirió lo que le había contado el comisario Ciccarelli.
F5: Yolanda “la Tuca” Varela dijo que recibió amenazas y admitió tener miedo.
F6: La madre de Kodjadelián, Delia “Pocha” Correa, dejó en evidencia que no contó todo lo que sabe del caso. Su testimonio fue tan errático y confuso como el de Varela y negó que su bar sea un prostíbulo.