El cantante Abel Pintos resaltó ayer que él es “sólo uno más” en la campaña de ayuda que le permitirá al niño Joaquín Chanquía viajar a Tailandia en junio próximo, para recibir implantes de células madre que le posibiliten tener una mayor calidad de vida.
Sencillo y humilde, intentó quitarle trascendencia a su acto, el de venir a Villa María sin percibir caché para cantar en el salón Bomarraca, lo que hacía anoche al cierre de esta edición ante más de dos mil personas, en el marco de una peña solidaria.
Pintos, quien dialogó con la prensa en una conferencia en el Hotel Samarán, indicó que él es un eslabón más en la cadena solidaria, resaltando lo que hace la familia del pequeño, los vecinos villamarienses, los que anoche pagaron una entrada, todo su equipo y “la gente del salón” para poder llevar adelante el show, que fue acústico para darle un plus diferenciado a los asistentes, en una ciudad a la que ya visitó dos veces en los últimos meses.
También dijo que a él le dan “una mano enorme” muchas personas, pero que cuando él ayuda se sobredimensiona “por la exposición que tengo”.
“No pienso tanto que desde mi presencia se mejora la calidad de vida de Joaquín, sino que es mucha la gente que aporta en esta causa”, subrayó.
“La mamá (Marisa Carrillo, quien tuvo en sus brazos a su nene) lleva esto con mucho esfuerzo y el amor y el instinto maternal de una madre. Y ha estado muy preocupada todo el tiempo” por las instancias del recital, contó el artista.
En tanto, definió al público cordobés y al villamariense como “muy pasional” y de “mentalidad abierta”.
Carrillo, por su lado, confesó que hace 15 días que llora. “Tres veces tuvimos que postergar la fecha del viaje porque no nos alcanzaba la plata. Desde que sé que viene no he parado de llorar. Para mí, él es un ángel, junto a Joaquín”, declaró.
Muchas chicas aguardaban en la puerta del hotel para tener una foto con el ídolo, quien, por ejemplo, recibió a un joven cantante local, Gastón Olivera, que le entregó su material discográfico.