“El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”.
Arturo Jauretche
Como no podía ser de otra manera, el aniversario de los 10 años de Gobierno peronista en el país conllevó a que diferentes fuerzas políticas y sociales hicieran un balance sobre la “década kirchnerista”. En nuestra ciudad, el Partido Villamariense, a quien sus principales dirigentes supieron presentar como una especie de neoperonismo, sintetizó su posición sosteniendo que asistimos a “la hecatombe moral del Kirchnerismo”. Para fundamentar tamaña visión catastrófica, digna de las antológicas profecías de Lilita Carrió, recurrieron a las denuncias de corrupción “probadas” con burdas escenografías en los estudios televisivos del multimedio Clarín.
Atrás, muy lejos, ha quedado para ellos lo que alguna vez quizás leyeron de Perón. Cambiaron los voluminosos tomos de Jauretche, de Cooke o de Hernández Arregui, por el relato efímero y ficcional que interpreta un Lanata o Morales Solá. Le creyeron a Majul o a Grondona, aseguran con Clarín o La Nación que en el país nos quedamos sin carne, sin trigo y sin leche, sin gas y sin combustible, y que en invierno o en verano seguro faltará la energía. Mutaron sus convicciones ideológicas asumiendo como propio el discurso ajeno, aquel que proviene de los que se llevaron puesta a la Argentina desde mediados de los 70. No son los defectos o los desaciertos lo que los lleva a descalificar al Gobierno nacional. Son sus aciertos. No le perdonan que haya desnudado crudamente el modo en que operan y presionan las fuerzas económicas y sociales en el país. Como tampoco el que haya cuestionado seriamente el poder hegemónico que han detentado las grandes corporaciones, incorporando al Estado con un rol activo en la economía al servicio de las pequeñas y medianas empresas y fábricas recuperadas. Tampoco admiten las políticas de reparación social implementadas, aquellas que van desde la creación de millones de nuevos puestos de trabajo a la discusión salarial en paritarias libres, de la incorporación de millones de nuevos jubilados con incrementos de haberes periódicos a la Asignación Universal por Hijo. O la incorporación como trabajadores plenos de derechos para el caso del trabajador rural o del personal de casas particulares.
Y si algo les faltaba para terminar de enojarlos, vieron al genocida Videla morir condenado en una cárcel común.
Carentes de ideas propias, imbuidos de un pragmatismo sin ideología, quizás sea tiempo de que estos dirigentes retomen un poco más la lectura o al menos que de vez en cuando hagan zaping desde TN a canal Encuentro. Encontrarán en nuestra historia un sinnúmero de intentos de deslegitimación de los gobiernos populares semejantes a los que hoy impulsan, con viejos y conocidos argumentos, como los que utilizaron contra Evita y contra Perón. Y lo que es más mucho más grave, encontrarán renovados intentos de deslegitimación que “apuntan a destruir cualquier posibilidad de que la política sea un instrumento emancipador” (Carta Abierta).
Y es probable, por qué no, que también vuelvan a entender el porqué cientos de miles de compatriotas se movilizan manifestando “esperanza en la vida pública” y en el proceso democrático que entre todos hemos sabido conquistar y al que estamos dispuestos a defender y profundizar.
Firman: Gerardo Russo, Verónica Vivó y Sebastián Capurro,
del PJ de Villa María