Escribe: Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
De Villa General Belgrano, mucho sabemos. Sabemos de su historia de inmigrantes centroeuropeos, de su pintoresco talante alemán. De sus patios de comidas donde se degustan la salchicha, el chucrut, el strudel de manzana y otras delicias de la cocina teutona. De la Fiesta de la Cerveza, del Chocolate Alpino y de la Masa Vienesa. Pero bastante menos conocemos de sus espacios naturales y del surtido de actividades al aire libre que ofrece. Ya es hora, entonces, de realizar un inventario al respecto, con las caminatas y paseos más famosos. Esos con los que la localidad del Valle de Calamuchita agasaja al visitante.
Comenzamos con una excursión clásica de la zona, la que nos lleva hasta el cerro de la Virgen. El andar arranca a orillas de la ruta provincial Nº 5, a pocos metros de la avenida Champaquí, una de las principales arterias del municipio. Desde allí, basta con atravesar una tranquera e internarse en el camino, omnipresente guía que conduce a la cima. A medida que subimos vamos descubriendo algunas de las mejores postales de la Villa y, por asociación, del valle todo. Empinado el comienzo y abierto panorama, con el sol de fiel escudero. Tras unos 40 minutos de marcha, el arribo a la cúspide potencia todas las imágenes anteriormente grabadas. Se añaden a la cuenta figuras estelares como el embalse Río Tercero y el dique Los Molinos. Santa Rosa y localidades vecinas también brillan desde arriba, al igual que el cerro Champaquí y el resto de las Sierras Grandes. Aquí estamos, a 1.250 metros de altura sobre el nivel del mar (el ascenso total es de unos 450 metros) y vamos por más. Detrás del cerro dirigimos el paso, cruzando hacia el Pico Alemán, el otro centinela del lugar. Panorámicas y alabanzas a Calamuchita por duplicado.
Ya de vuelta en la urbanidad, nos disponemos a saborear el Paseo de los Arroyos. El marco es radicalmente opuesto al de la aventura precedente: tupidos bosques, con algarrobos, coníferas y robles dominando la escena. Sombra por doquier y surcos de agua decidiéndonos el rumbo. En la salida hacia Los Reartes perseguimos el arroyo La Toma hasta su cruce con el arroyo El Sauce. Siempre acompañados por el embrujo de la corriente y el cantar de los zorzales, encontramos adelante el Centro Recreativo Municipal y la confluencia con el arroyo Los Molles. Una hora de caminata para dejar a todos contentos.
Otro pilar de la oferta natural de Villa General Belgrano es el Pozo Verde. Una pequeña laguna cuyas orillas están monopolizadas por aquel color, siendo la zarzamora uno de sus principales argumentos. La planta le da nombre a la quebrada que vive en los alrededores del espejo de agua y a la que accedemos para trepar el cerro Mirador. El circuito completo, que parte desde la entrada norte de la Villa, demanda aproximadamente dos horas de peregrinación. De yapa, la travesía al Cristo Grande permite involucrarse más con los paisajes del valle y conocer un precioso Cristo crucificado de dos metros de altura. Tallado en madera durante el despertar de la década del 40, combina un elemento característico de la zona (el roble), con la fe de un pueblo. Para arribar hasta allí, desde el Centro Recreativo Municipal, hay que desandar cuatro kilómetros del camino que lleva a La Cumbrecita. Terminamos cansados, claro. Buena señal de que en estos pagos hay mucho por descubrir.