El look de Andrés es, sin dudas, el de un músico de heavy metal. Sin embargo, está obsesionado por los instrumentos ancestrales del continente (de hecho, en esta nota no parará de hablar de zapoñas, sicus y cuernos mapuches). Si a esto se le suma que a la música electrónica la ejecuta con esos instrumentos y que a la música ancestral le pone pista, distorsión y pedales, entonces quizás se entienda mejor su química espiritual; esa que no difiere en absoluto con su propuesta estética y su militancia: asumir el mestizaje como identidad.
“Es que, en tanto músicos, hemos recibimos influencia de toda la invasión europea junto con las culturas originarias en las que vivimos. Con Camilo crecimos escuchando Metallica y Los Jaivas. Y todo eso forma parte de nuestro bagaje cultural”.
Licenciado en Música por la Universidad Católica de Valparaíso, Andrés realizó su posgrado en la Universidad Tres de Febrero, de Buenos Aires, donde hace tres años, con un compañero argentino y otro colombiano, nació su ensamble. Tras pasar por diversas formaciones, el grupo se volvió dúo, con Camilo Lillo Castillo en bajo.
-¿Cómo se inserta la música de nuestros pueblos originarios en la producción del Siglo XXI?
-“Desde el rescate. Las culturas originarias lo necesitan porque han estado invisibilizadas a propósito durante siglos. Nuestros países “civilizados” han negado siempre las influencias que en nosotros han tenido las músicas populares, haciéndonos creer que somos más parecidos a los europeos. Pero no ven que la forma en que hablamos o lo que comemos o lo que escuchamos no viene de Europa, sino de acá”.
-¿Y cuál es el rescate musical que intenta tu dúo?
-“Nuestra idea es llevar este pensamiento al ámbito de la música académica, que la vanguardia y lo ancestral se fusionen en una música que podamos sentir como propia.
Tomamos una actitud sin prejuicio, tocamos cualquier instrumento, desde guitarras eléctricas hasta zampoñas. Los dos instrumentos son partes de nuestro sudaquismo, de nuestro mestizaje”.
-¿Hacen sólo temas de ustedes o también recurren al canon?
-“Hacemos temas propios, pero también covers. Yo hice una pieza para guitarra eléctrica y Camilo otra para cuernos mapuches. Adaptamos instrumentos, cambiamos violonchelos por guitarras eléctricas y pistas por sicus. La música académica no se ocupa del concepto de covers, pero nosotros lo tomamos desde el lugar de la recomposición, pasándolos por el filtro nuestro. Tenemos que sentir que la música es nuestra y que en el trayecto puede cambiar, porque de hecho nosotros cambiamos y la música nos cambia”.
-Ese mix entre lo académico y lo ancestral, ¿es un fenómeno que pasa en toda Latinoamérica?
-“En muchos lugares de Brasil y de México vi grupos que hacen esa fusión, pero en Chile te diría que es una excepción. Allá hay músicos que hacen popular o académico, pero nunca se mezclan. Hacen una primero y hacen la otra después. Los europeos, en cambio, lo hacen de modo muy natural. El metal vikingo, el rock celta… Ellos no tienen que rendirle cuentas a nadie”.
-¿Y cuál es la realidad cultural de Chile hoy por hoy?
-“Chile está muy desprendido del resto de Latinoamérica. Supongo que obedece a una causa sociopolítica e histórica que tiene que ver con la dictadura que tuvimos, en la que la gente se identificaba más con la cultura del invasor que con la propia. En Argentina hubo una dictadura terrible también, pero con mucha más resistencia cultural. Un profesor mío de Valparaíso me contó de haber llegado a una discoteca en los 70 y ver todos los discos de las culturas originarias pisoteados en el suelo”.
Iván Wielikosielek
-Especial UNVM-