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5 de Junio de 2013
Decorar con espejos
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Po­ner gran­des es­pe­jos en las ha­bi­ta­cio­nes, es­pe­cial­men­te en aque­llas que tie­nen un es­pa­cio li­mi­ta­do, pue­de dar­le una sen­sa­ción bri­llan­te y es­pa­cio­sa.
Los es­pe­jos tam­bién pue­den dar­le per­so­na­li­dad a ca­da lu­gar, por ejem­plo, en la ha­bi­ta­ción prin­ci­pal sue­len ser más for­ma­les, mien­tras que en las ha­bi­ta­cio­nes de los ni­ños hay po­si­bi­li­da­des de que sean más de­co­ra­ti­vos y di­ver­ti­dos.
La for­ma más tra­di­cio­nal es col­gar­los de una pa­red o co­lo­car­los con mar­cos so­bre un es­tan­te, pe­ro tam­bién pue­den con­si­de­rar­se otras ma­ne­ras, co­mo po­ner es­pe­jos de gran es­ca­la en el pi­so, apo­ya­dos so­bre la pa­red.
Aho­ra los es­pe­jos pue­den ser uti­li­za­dos de mu­chas ma­ne­ras di­fe­ren­tes, co­mo ma­te­rial de aca­ba­do en las pa­re­des, co­mo re­ves­ti­mien­to de mue­bles, so­bre chi­me­neas, co­mo ca­be­ce­ra en el dor­mi­to­rio, et­cé­te­ra.
 
Co­mo obras de ar­te
 
Los es­pe­jos no só­lo dan la ilu­sión de am­pli­tud, de an­cho, lar­go y al­to, si­no que tam­bién sir­ven pa­ra de­co­rar.
Con mar­cos ori­gi­na­les, son fun­cio­na­les y de­co­ra­ti­vos aden­tro de la ca­sa y, aun­que la so­la pre­sen­cia de los es­pe­jos pue­da ser­vir pa­ra la or­na­men­ta­ción in­te­rior, si ade­más el es­pe­jo se mues­tra co­mo un ob­je­to muy ela­bo­ra­do de de­co­ra­ción, el efec­to re­sul­ta fas­ci­nan­te.
En las fo­tos 1, 2 y 3 es­tos  es­pe­jos pa­ra in­te­rio­res son ob­je­tos ori­gi­na­les y re­fi­na­dos que for­man par­te de una co­lec­ción en Ju­liet­tes in­te­riors del Rei­no Uni­do.
Ca­da uno de es­tos es­pe­jos es de di­se­ño sin­gu­lar, son pro­duc­tos de al­ta ca­li­dad, fi­na­men­te ter­mi­na­dos en pla­tea­do y do­ra­do. 
Al­gu­nos es­pe­jos de in­te­rio­res son tan ori­gi­na­les y fas­ci­nan­tes que pro­du­cen el atrac­ti­vo pro­pio de las pie­zas de ar­te, co­mo por ejem­plo el es­pe­jo cons­trui­do con par­tes en án­gu­los co­mo es­cul­tu­ra. Los re­fle­jos de luz na­tu­ral so­bre sus fa­ce­tas bri­llan­tes lo con­vier­ten en un ob­je­to úni­co. 
Fue crea­do por Mat­hias Kiss, un hún­ga­ro di­se­ña­dor de in­te­rio­res re­si­den­te en Fran­cia, lle­va por nom­bre Frois­sé mi­rror y se en­cuen­tra en ex­hi­bi­ción en la Ga­le­rie Ar­mel So­yer de Pa­rís.
 
Más luz
 
Des­de los ta­ma­ños pe­que­ños has­ta los más gran­des, los es­pe­jos nun­ca pa­sa­rán de mo­da, y son un me­dio que le da­rá vi­da y co­lor a los es­pa­cios.
Pue­den ser una he­rra­mien­ta de apo­yo a la ilu­mi­na­ción, ya que son re­fle­jan­tes, por lo que ubi­cán­do­los fren­te a los can­de­la­bros o lám­pa­ras col­gan­tes po­ten­cia­rá la luz dán­do­le más cla­ri­dad a la es­tan­cia. Tam­bién per­mi­ti­rán ilu­mi­nar un am­bien­te os­cu­ro si se co­lo­ca fren­te al re­fle­jo de las en­tra­das de luz (ven­ta­nas, puer­tas).
Ade­más, es im­por­tan­te te­ner en cuen­ta lo que va a re­fle­jar, si se co­lo­ca fren­te a una ven­ta­na per­mi­ti­rá que el ex­te­rior en­tre a la ha­bi­ta­ción.
 
Ver­sá­ti­les
 
En de­fi­ni­ti­va, los es­pe­jos son un alia­do más a la ho­ra de re­sol­ver el di­se­ño y ele­gir ele­men­tos pa­ra de­co­rar. Son muy ver­sá­ti­les por­que tie­nen ca­bi­da con cual­quier es­ti­lo de de­co­ra­ción, en­ton­ces a la ho­ra de de­co­rar con es­pe­jos, las po­si­bi­li­da­des son in­fi­ni­tas.
Los es­pe­jos gran­des son ade­cua­dos pa­ra las es­tan­cias prin­ci­pa­les de la vi­vien­da, es­pe­cial­men­te el sa­lón. Que­dan per­fec­tos so­bre un apa­ra­dor que re­fle­je una zo­na cui­da­da. Tam­bién se pue­den crear com­po­si­cio­nes for­ma­das por va­rios es­pe­jos de dis­tin­tos ta­ma­ños co­lo­ca­dos muy cer­ca los unos de los otros.
Los es­pe­jos de pie son muy ele­gan­tes, a la vez que úti­les, y son per­fec­tos pa­ra el re­ci­bi­dor o el dor­mi­to­rio. Si en el dor­mi­to­rio hay po­co es­pa­cio se pue­de co­lo­car un es­pe­jo en la puer­ta del ar­ma­rio y si se dis­po­ne su­fi­cien­te es­pa­cio se pue­de po­ner un es­pe­jo de pie en una es­qui­na.
Si hay una chi­me­nea en el sa­lón se pue­de co­lo­car uno so­bre ella. Nor­mal­men­te una chi­me­nea ya es el pun­to fo­cal de la sa­la, pe­ro al uti­li­zar es­pe­jos so­bre ella se le da­rá más pro­ta­go­nis­mo.
Los hay de di­fe­ren­tes for­mas, ta­ma­ños y es­ti­los, los hay con mar­co, sin mar­co, en­ve­je­ci­dos, es­pe­jos de pie, pa­ra col­gar en la pa­red... por lo que es fá­cil en­con­trar el es­pe­jo per­fec­to pa­ra ca­da es­pa­cio.
Los es­pe­jos de­co­ra­ti­vos pue­den ser bá­si­cos, sin mar­cos o con los mar­cos más va­ria­dos, de ma­de­ra de dis­tin­tas to­na­li­da­des, de me­tal, con en­mar­ca­dos he­chos de mim­bre y ca­ña o bien con pie­dras, co­mo el rea­li­za­do por la ar­te­sa­na vi­lla­ma­rien­se Fá­ti­ma Ciur­lui­ni. 
Do­cen­te de la Es­cue­la Jo­sé Bian­co, se de­di­có a apren­der di­fe­ren­tes  téc­ni­cas pa­ra ha­cer ar­te­sa­nías, en­tre ellas, vi­traux y mo­sai­quis­mo.
Ciur­lui­ni ex­pli­có que la téc­ni­ca del mo­sai­quis­mo le gus­ta por­que “es una pa­rien­te cer­ca­na del vi­traux”.
“Tras in­ves­ti­gar esa téc­ni­ca, co­men­cé por un es­pe­jo por­que te­nía un lu­gar en una pa­red que que­ría lle­nar”, afir­mó la ar­te­sa­na.
“Es­tá he­cho con pie­dras y ve­ne­ci­tas de vi­drio por­que me pa­re­ció que tan­to bri­llo le iba a dar un to­que de dis­tin­ción al lu­gar”, agre­gó.
El es­pe­jo tie­ne un diá­me­tro to­tal de 70 cen­tí­me­tros y un diá­me­tro de es­pe­jo de 40 cen­tí­me­tros.
Los ma­te­ria­les que uti­li­zó pa­ra con­fec­cio­nar­lo son ge­mas y ve­ne­ci­tas de vi­drio, un cír­cu­lo de MDF de 70 cm de diá­me­tro, un cír­cu­lo de es­pe­jo de 40 cm de diá­me­tro, si­li­co­na y pas­ti­na. 
Tras cor­tar el cír­cu­lo de fi­bro­fá­cil, se le co­lo­ca­ron de­trás dos va­ri­llas, de ma­ne­ra tal que que­da­ra ar­ma­da una es­truc­tu­ra fuer­te, ca­paz de so­por­tar el pe­so de las pie­dras y el vi­drio. Las va­ri­llas sir­vie­ron lue­go de ba­se pa­ra co­lo­car la ca­de­na que per­mi­tió col­gar el es­pe­jo. 
El pri­mer pa­so fue pe­gar el es­pe­jo so­bre el fi­bro­fá­cil con si­li­co­na, pa­ra des­pués em­pe­zar a com­po­ner el di­se­ño ele­gi­do, uti­li­zan­do si­li­co­na pa­ra fi­jar las pie­dras y ve­ne­ci­tas.
Una vez se­co, con la pas­ti­na se re­lle­na­ron to­das las jun­tas, que se de­ja­ron fra­guar. Lue­go, con una es­pon­ja mo­ja­da con agua se ali­só to­da la su­per­fi­cie tra­ba­ja­da.
Nue­va­men­te se­co, se lim­pió to­da la su­per­fi­cie con una es­pon­ja de ace­ro pa­ra sa­car lo más grue­so, y lue­go con un tra­po para finalizar.
 
Fá­ti­ma Ciur­lui­ni
Las He­ras 2672 
Vi­lla Ma­ría 
Tel. 4532600 - 154222578
 
Fuen­te: ar­qui­tec­tu­ra­.co­m.ar
Ar­qui­tec­tu­ra de ca­sas
Ai­res de de­co­ra­ción

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