Uno de los venenos más dulces de los que se sirve la naturaleza para movilizarnos es la melancolía. Te inyecta un no se qué en la sangre, que lleva a pensar que el mundo es una gran máquina de maldad. Todo llega a ser a veces tiniebla o indiferencia. Lo único que quiero es que el mundo pare y bajarme de él. Alguna que otra vez sentí vergüenza de compartir la raza con un sádico a quien se le ocurre martirizar a algún animal. Pero no por eso uno se va a quedar en el molde.
Se los trata como se solía tratar a los esclavos humanos, o peor. ¿Existe alguna justificación posible que nos permita hacerlo? ¿Somos realmente superiores? A lo largo de su desarrollo, el ser humano ha intentado diferenciarse de los animales, pero lo único que nos distingue y separa es la capacidad de raciocinio.
El animal en cuestión es constantemente sometido a las empresas más poderosas de los países más poderosos para el beneficio humano. La utilización más básica es para el consumo, en los mataderos, en donde la matariza se realiza sin frenos. Luego está la utilización de los animales como abrigo, las pieles de zorros, nutrias y otros animales continúan transformándose en vestimenta, porque es una industria que nunca se ha detenido. Y más aberrante es la tarea de usarlos para probar productos químicos en laboratorios, intentando comprobar que los productos no son dañinos en los seres humanos. A su vez los zoológicos y circos son otra forma de explotación animal, en donde intentan justificar esto con el entretenimiento humano. Se les priva la libertad y le quitan la posibilidad de vivir en su ambiente natural, ¿acaso no es un delito?
Tenemos que tratarnos entre hombres y animales en plena igualdad, refiriendo dicha igualdad a la misma capacidad de sufrir. Es decir, por ejemplo, el encierro sufrido por los animales en zoológicos, circos o laboratorios es el mismo impacto que se genera en las personas encerradas. En el caso de los animales, padecen de zoocosis en donde se produce un desorden mental y sufren una desorientación, debido a la falta de contacto con el mundo exterior, lo que incluye que se paseen nerviosos y estén inquietos, el balanceo de su cabeza y la automutilación. Y por el otro lado, en el hombre se produce la psicosis que consta de un desequilibrio mental que se ocasiona por lo mismo y trae consigo las mismas consecuencias. Algunos activistas de los derechos de los animales mantienen que debemos permitir que estos tengan los mismos derechos que nosotros. Pero me parece más coherente que estos derechos se centren en uno solo: el de no ser tratados como propiedad de los humanos. Porque hoy en día, parece que fueran eso, ¿o no?, como nuestra propiedad. Ni que fueran autos o celulares.
Se prohíbe el sufrimiento animal sólo cuando no tiene beneficio económico. En todas partes del mundo, el valor de su vida viene determinado por el precio del mercado. La balanza está desequilibrada desde un principio.
Aceptar que los animales tengan derecho a no ser sometidos a los humanos no es permitir que chanchos, gallinas o vacas anden libres por las calles sino dejar de utilizarlos como recursos. Este no es un tema discutido en muchos ámbitos, pero creo que la vida es vida. No importa si es perro, gato o humano. No existe la diferencia. La idea de diferencia es del hombre creada para el provecho del humano. Hay que respetar el dolor que no tiene palabra, que no tiene voz, el derecho que no tiene defensa. Porque, después de todo, su única desventaja es no haber nacido humano. La pregunta no es ¿no puede hablar? ¿no pueden razonar? sino ¿pueden sufrir?
Valentina Aveldaño
DNI 39.475.927
Del Instituto Secundario
Manuel Belgrano