Está la Estancia La Candelaria, la de Jesús María, la de Caroya, la de Alta Gracia... pero ninguna tiene tanto para ver como la de Santa Catalina. El más grande de los cinco emprendimientos rurales levantados por la Compañía de Jesús, que son Patrimonio de la Humanidad junto a la Manzana Jesuítica de Córdoba, es una verdadera joya de la arquitectura, la cultura y la historia de nuestra provincia.
Nacida en el año 1622, está ubicada 210 kilómetros al norte de Villa María. Para llegar a sus dominios hay que pasar por Córdoba Capital y en dirección a Ascochinga, desviar por un camino de tierra que nos conduce directamente a destino. Es entonces cuando el viajero contempla la fachada de la iglesia y del complejo todo, las rejas protegiendo el tesoro. Campiña que rodea, silencio y redención. El cuadro es más que apropiado para nutrirse con la mística donada por los jesuitas.
Visita guiada
La visita guiada comienza por el templo. Una construcción de blancura impoluta, con dos torres de cruces y campanarios que le otorgan a la obra buena parte del estilo barroco colonial que la caracteriza. El interior está marcado por una nave en forma de cruz latina y un altar sin rasgos de ostentación, aunque con mucho de hechizo. La fórmula se repite en muros, pinturas y ornamentos, y en la cúpula con ventanas que cierra la visual.
Continuando con el paseo, aparecen en los alrededores de la iglesia espacios como el cementerio, el área residencial, tres patios y el huerto. Un poco más separados están los diferentes espacios de producción, rincones que ayer fueran el verdadero motor de la estancia. En tal sentido, destacan el noviciado, los talleres y depósitos, el obraje y las rancherías donde residían los esclavos, quienes además de albañilería realizaban trabajos de carpintería, herrería y labores agrícola-ganaderas.
También son esencia de la estancia los restos de hornos y del tajamar, acequias y molinos, que juntos conformaban un sistema hidráulico absolutamente revolucionario para la época.
Un poco de historia
La Compañía de Jesús llegó a nuestro país en el año 1585 y en 1608 creó en Córdoba un noviciado con el que se instruía y entrenaba a los misioneros para difundir el cristianismo en la región. Para 1610 ya había fundado el Colegio Máximo, embrión de la Universidad Nacional de Córdoba.
En 1622, los jesuitas compran las tierras donde actualmente se asienta Santa Catalina, y comienzan a construir sus distintos espacios. Se calcula que la terminación de la obra, o lo más elemental de ella, demandó unos 100 años. Muy pronto, la estancia se convirtió en un centro de producción agropecuaria de gran importancia, sostenido fundamentalmente por miles de cabezas de ganados bovino y ovino. Aunque también destacó por las labores desarrolladas en sus molinos y en sus talleres de carpintería, herrería y de textiles.
Hoy, la Estancia Santa Catalina pertenece a los descendientes de Don Francisco Antonio Díaz, quien la compró en 1774. La orden había sido expulsada de Córdoba y de toda Latinoamérica en 1767.
Cómo llegar
Esta estancia se halla en un paraje rural a unos 20 kilómetros al noroeste de la ciudad de Jesús María, a 70 kilómetros de la ciudad de Córdoba y por ruta nacional 9 hasta Jesús María y luego por camino provincial secundario (13 kilómetros de camino desde la ruta que une Jesús María con Ascochinga).