El mes pasado murió Giulio Andreotti, un periodista italiano con fuertes conexiones con el Vaticano, que en 1946 fue llevado de la mano por Alcide De Gasperi -fundador de la Democracia Cristiana- hasta la asamblea Constituyente de la República Italiana. Ese fue su ingreso concreto a la política y, desde entonces, estuvo a cargo de distintas áreas de gobierno, fue siete veces primer ministro, senador vitalicio… Fue juzgado en varias causas por corrupción y presuntos vínculos con la mafia y absuelto en 1999 y 2003 para los casos posteriores a 1980 (los casos anteriores a esos años prescribieron, por lo que no fue acusado por ellos).
Personaje clave y enigmático de la política europea, “el Divino Giulio” fue para muchos un símbolo del poder por antonomasia, a punto tal que en 2008 se estrenó la película Il Divo, dirigida por Paolo Sorrentino, que relató el paso de Andreotti por la política romana y su mentada relación con la mafia (el filme concursó en el Festival de Cannes y, según una crónica de la época, tras recibir diez minutos de ovación, fue galardonado con el Gran Premio del Jurado).
Más allá de la condena o la absolución que cada uno pueda dedicarle a este hombre que se llevó la muerte a los 94 años, lo innegable es que el tipo sabía muchísimo acerca del poder y sus laberintos. En una de sus máximas afirmó: “El poder carcome… a quien no lo tiene”. A nuestro dicho criollo que afirma que “el poder desgasta”, él le agregaba en esa frase célebre “…a quien no lo tiene”.
Y la fotografía actual de la política argentina parece darle la razón absoluta: no se presenta en el horizonte nacional persona alguna lo suficientemente consistente como para disputar en el mediano plazo el poder que construyó el kirchnerismo, del mismo modo que no aparece alguien en el territorio cordobés que de momento pueda agrietar el poder que cimentó el delasotismo y como no aparece en Villa María y el Departamento General San Martín quien pueda oradar el poder que construyó el accastellismo.
Estas expresiones políticas por demás conocidas para todos nosotros, nacidas indudablemente de una misma matriz peronista, fueron realizando movimientos diferentes hasta adoptar modelos distintos que les permiten actualmente ejercer el poder mientras los demás se desgastan en “esfuerzos” que no han dado resultado en los últimos diez años.
Cristina Fernández (antes Néstor Kirchner) está al frente de una usina que de manera permanente genera y lanza iniciativas de la más diversa índole (cancelación de la deuda con el Fondo Monetario, Ley de Medios Audiovisuales, matrimonio igualitario, Asignación Universal, estatización de YPF, Fútbol para Todos, canal Encuentro, reforma judicial, campaña La Patria es el otro, por citar algunos) con las cuales aglutina su Tropa, la pone en movimiento, la mantiene alerta y reunida en torno a su Proyecto.
Pero, además, va tejiendo alianzas estratégicas más o menos duraderas como la que tuvo con todo el movimiento obrero a la hora de enfrentar al FMI (actualmente el acuerdo es con la mitad del sindicalismo), con la Unión Industrial y la Cámara de Actividades Mercantiles al momento de la disputa con las entidades agropecuarias (se mantiene), con medios medianos y pequeños para hacer frente a los monopolios de la información y el papel (en curso) y últimamente con la Iglesia (a la que se le multiplicó el manejo de planes habitacionales con miles de viviendas que realizaban las Madres hasta que estalló la estafa de Schoklender, y que ahora dirige sus críticas hacia “toda la clase dirigente”, a cambio también de un manto de “acompañamiento” y apoyo desde el país al obispo de Roma).
Ante esta forma dinámica, cambiante y por momentos sorprendente de ejercer el poder, ante ese fuego permanente del Gobierno nacional en variadas direcciones, los opositores se agolpan en los pasillos de los grandes medios, hacen cola a la puerta de los estudios, para expresar ante cámaras y micrófonos su desacuerdo y también para hacerse eco de todas y cada una de las denuncias de corrupción que formulan esos mismos medios sobre encumbrados funcionarios. Es una herramienta (con la que se puede o no estar de acuerdo), pero no puede ser la única. Porque en caso de que sólo se trate de ir a las usinas de información para someterse a sus dictados, seguirá ocurriendo lo mismo: Elisa Carrió, la más mediática, la que más minutos atesora en la pantalla, no alcanzó el 2% de los votos en las últimas elecciones. Es decir, palabras sí; los discursos pueden aportar, pero para hacer política también hace falta gente por detrás de los dirigentes. Está bien ir a la TV para denunciar en situación de inundación todas las obras que no se hicieron, pero sin dejar de observar que en ese mismo momento, decenas, cientos de pibes con pecheras están dando una mano a los damnificados porque creen en verdad que “la Patria es el otro”.
Si la oposición no mira qué es lo que motiva a la militancia (las personas), si no se les acercan ideas para el debate, las grandes manifestaciones no serán nunca a favor de algo o de algunos y seguirán transcurriendo en contra de todo y de todos. En este punto, la izquierda que no comulga con el Gobierno tiene las cosas más claras y sigue activa en las cuestiones sociales. Además, no tiene empacho alguno en decir qué haría en caso de alcanzar el poder, posiblemente por la lejanía de tal posibilidad. A otros, como Patricia Bullrich, les resulta más difícil confesarlo debido a que su última participación en un cargo público se dio en el marco de una gestión que recortó las jubilaciones, intentó arancelar las universidades e implementó con Domingo Cavallo el “corralito”, entre sus “logros” que condujeron a la segunda Plaza de Mayo más sangrienta de la historia reciente. Otro de los principales opositores, Hermes Binner, ya no está en el poder y se le nota. Desde el llano no resulta sencillo el papel que le toca, de armonizar por detrás suyo los legítimos intereses de personalidades como Margarita Stolbizer, Dante Caputo, Claudio Lozano, Ricardo Alfonsín, Rodolfo Terragno, Pino Solanas y etcétera, etcétera, cuando no hay disponibles tantos lugares que aseguren bancas en la renovación parlamentaria.
Mauricio Macri tiene más fácil la tarea de aglutinar a la derecha puesto que parte con la ventaja de ser gobernante, y además de serlo en uno de los distritos más densamente poblados. Quienes le disputan el espacio (o lo quieren compartir) como José Manuel de la Sota, no mueven la aguja a nivel nacional más allá del 5% de intención de voto. Ni en tándem con Roberto Lavagna y Hugo Moyano podrían ganarle una interna, dado además el mayor grado de organización de su fuerza.
Para el gobernador es diferente el escenario provincial, donde él lleva la iniciativa (Plan Primer Paso, Boleto Estudiantil, obras, Carnaval Cuartetero...). No tendrá inconvenientes para que resulte electo diputado Juan Schiaretti. Su antecesor en el Ejecutivo dejó (demolió) la Casa de las Tejas con buena imagen para el común de los cordobeses (lo dicen todas las encuestas) y no hacen mella sobre su persona ni su procesamiento en curso por el presunto cobro de sobresueldos mientras se desempeñó como secretario de Industria de la Nación en la gestión de Carlos Menem ni las denuncias actuales de presunta corrupción como la referida al Wi-Fi gratuito “para los 3,2 millones de cordobeses”, que costó 25 millones y no funciona. Esos temas están en los medios opositores (que son pocos en la provincia), pero no en la gente. No calan en la mayoría, porque quienes promueven las acciones legales tampoco “bajan” a los barrios a contárselo a los ciudadanos, llevándole además propuestas que les permitan suponer que ellos son mejores.
La Cámara de Diputados tiene 256 bancas, de las cuales este año se renuevan 127 y solamente nueve de ellas son de Córdoba. De esas nueve, De la Sota pone en juego nada más que dos (las que ocupan Francisco Fortuna y Estela Garnero). Está descontado que, además de la de Schiaretti, Unión por Córdoba retendrá la segunda y habrá que ver si alcanza la tercera.
La UCR, que tiene a Oscar Aguad apenas unos puntos abajo en las encuestas, debe renovar tres (la del propio Aguad -también procesado por actos derivados de su actuación como interventor de Corrientes- la de Hipólito Faustinelli y la de Gladys Espíndola). En la misma situación incómoda de renovar tres bancas está el juecismo (las de Gumersindo Alonso, Susana Mazzarella y Ernesto Martínez, este último presidente del partido y también cabeza de la lista que ya tiene armada Luis Juez). El kirchnerimo de Córdoba la tiene más fácil, puesto que solamente pone en juego la banca de Carmen Nebreda y, manteniendo de un 12% a un 15% de los votos, la conservará para la exrectora de la Universidad Nacional, Carolina Scotto.
Habrá que ver, eso sí, cuántos votos de derecha, de centro derecha y de centro le “sopla” el exárbitro Héctor Baldassi al delasotismo, al radicalismo y al juecismo.
Desde esta ciudad (o más bien desde el exterior, donde se encuentra de vacaciones con uno de sus hijos), Eduardo Accastello mira el horizonte recostado sobre las obras de su gestión, pero no se detiene en las parlamentarias de este año: todos saben que su mirada apunta hasta 2015. En todo caso, para las legislativas solamente deberá mover el aparato para garantizarle a Scotto un buen caudal de votos desde el Departamento, donde el delasotismo se sacude el polvo con Darío Ranco a la cabeza.
La preocupación del intendente local, más allá de la confección de la hoja de ruta para transitar el largo y sinuoso camino hasta El Panal, pasa por la sucesión local. Porque así como no aparecen en las otras fuerzas aspirantes con posibilidades serias, tampoco los encuentra en su entorno. Sus intentos anteriores, con Raúl Costa la primera vez y con Héctor Muñoz en tiempo más reciente, no funcionaron, como parece no funcionar actualmente con José Carignano y Javier Suppo, por citar algunos. Entonces, asoman Nora Bedano, que sigue marcando presencia en los barrios cada fin de semana, y Martín Gill, hoy por hoy, disfrutando los buenos aires que soplan a su favor desde la Presidencia y la Conferencia Episcopal.
O sea que en el plano nacional, el provincial y el local, los que gobiernan no se duermen, pero descansan en el secreto que esconde aquella frase de “El Divino”.