Hoy a las 21.30 se presentará nuevamente en Villa María y en el Teatro Verdi la reconocida psicóloga e investigadora chilena Pilar Sordo.
A un año de su última visita a la ciudad, la investigadora y autora de verdaderos "best sellers" volcará los resultados de su extendido estudio denominado "¡Viva la diferencia!", cuyas primeras aproximaciones de campo se iniciaran hace diez años.
En diálogo con EL DIARIO, la especialista abordó distintos aspectos de su disertación, el valor primario de la felicidad y acerca de su diferencia con la "autoayuda".
-¿Cómo definís a tus presentaciones, como conferencia o una charla abierta?
-Más bien como conferencia ya que no hay interacción en forma directa, aunque después el público me espera fuera del teatro y me pregunta de todo. Vale decir que en mi discurso incluyo muchos aspectos que no aparecen en el libro ni el Youtube. El "¡Viva la diferencia!" como investigación, tiene la gracia de que permite el encuentro de todos. Rompe con el machismo y el feminismo, acaba con la competencia de los géneros, termina con la rabia y va hacia el aprendizaje, la reconciliación y el reencuentro. Los hombres son los que más disfrutan. A las mujeres nos rompe esquemas preconcebidos y es más dura con nosotros. A los niños les previene y a los grandes les da nostalgia. A mí, en parte, me hizo pedazos la vida.
“Apunto a la familia completa”
-¿Asisten personas con problemáticas o acuden de todo un poco?
-Va gente con esperanza de reconciliarse con su pareja, gente sola que quiere entender por qué fracasó la relación anterior y gente que está bien y quiere reforzar lo que tiene. Es un público cada vez más tranversal y más heterogéneo, heterosexual y homosexual. Va la familia completa, desde niños hasta los 90 años y está bueno porque es a lo que apunto.
-En ocasiones te catalogan como autora de "autoayuda". ¿Estás de acuerdo?
-Estrictamente, mis libros no coinciden con el "autoayuda". Lo que hago es traducir las investigaciones que hago. No soy sabia ni iluminada ni tengo una condición especial. Encontré en los libros y las presentaciones una forma que me permitía dejar huellas en la gente. Hasta me molesta y me da pudor que me digan escritora. Aunque la gente que critica a los libros de autoayuda se coloca en un lugar de soberbia que no estoy de acuerdo. Aún si el libro es pésimo o mal escrito pero a una sola persona le sirvió una línea de ese libro, para mí tiene sentido. Todos necesitamos ayuda, no importa de dónde venga, si en terapia, en un libro, con mi abuela, con un sacerdote o un pastor. Todo lo que nos haga potencialmente mejores personas, vale.
-¿Has analizado a argentinos en tus investigaciones?
-Claro. Además, "Viva..." está validado en todo el mundo y el resto de mis investigaciones están validadas en América Latina. Los argentinos tienen una intensidad, una forma y una pasión de expresar lo que sienten que no se ve habitualmente en el mundo hispano. El valor que le dan a la mesa, al encuentro, ya sea con un asado o un café es distintivo. También el valor que le dan a los abuelos.
-¿Aplicás los resultados del estudio en tu propia experiencia?
-La primera alumna de las investigaciones soy yo y también la gente que colabora conmigo. Todos los estudios me han transformado, me cambiaron desde algún lugar, me hicieron aprender muchas cosas. A veces yo soy como mala alumna también y tengo que repetir materias (risas).
“La felicidad no pasa por el dinero”
-En varias entrevistas has planteado que "la felicidad es una decisión". Pero, ¿qué sucede cuando se habla con personas de bajos recursos?
-Cuando empecé la investigación en América Latina pensaba igual que tú. Que en los sectores de menores recursos iba a ser más complejo y al final resultó que no era así. La gente que encontré con más capacidad de ser feliz se hallaba en zonas rurales, porque son quienes necesitan menos. Cuando se asocia la felicidad con el dinero uno se enreda en ese tipo de conceptos y la felicidad pasa por otro lado. Evidentemente para poder tomar esa decisión hay que tener condiciones mínimas de subsistencia porque con hambre en la panza la decisión va a costar el doble. Pero mucha gente muy pobre vivía más agradecida que muchos millonarios que me tocó entrevistar. Además, si fuera así todos los millonarios serían felices. La decisión no pasa por la alegría ni por el estar contento permanentemente que es algo imposible. La gente que está haciendo quimioterapia no está contenta pero sin embargo puede ser feliz, porque aprendió el valor del presente, porque es agradecida y disfruta cada minuto como si fuera el último y porque le dio un sentido al dolor que vive. La gente que es feliz no signfica que no tiene problemas. El ser humano que no los tiene nunca existió ni existirá. Pero vale la decisión de levantarse todos los días de la cama con una sonrisa en los labios y con penas, incluso muchas penas en el corazón. Y yo me incluyo en esa lista. Entradas al 4610083.
Juan Ramón Seia