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12 de Junio de 2013
Entrevista - Pilar Sordo adelanta su presentación de hoy a las 21.30 en el Verdi
"Encontré a gente pobre más feliz que muchos millonarios"
La investigadora chilena está despidiendo su exitoso trabajo “¡Viva la diferencia!” antes de lanzar un nuevo libro
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“La pri­me­ra alum­na de las in­ves­ti­ga­cio­nes soy yo”, confiesa Pilar

 

Hoy a las 21.30 se pre­sen­ta­rá nue­va­men­te en Vi­lla Ma­ría y en el Tea­tro Ver­di la re­co­no­ci­da psi­có­lo­ga e in­ves­ti­ga­do­ra chi­le­na Pi­lar Sor­do.
A un año de su úl­ti­ma vi­si­ta a la ciu­dad, la in­ves­ti­ga­do­ra y au­to­ra de ver­da­de­ros "best se­llers" vol­ca­rá los re­sul­ta­dos de su ex­ten­di­do es­tu­dio de­no­mi­na­do "¡Vi­va la di­fe­ren­cia!", cu­yas pri­me­ras apro­xi­ma­cio­nes de cam­po se ini­cia­ran ha­ce diez años.
En diá­lo­go con EL DIA­RIO, la es­pe­cia­lis­ta abor­dó dis­tin­tos as­pec­tos de su di­ser­ta­ción, el va­lor pri­ma­rio de la fe­li­ci­dad y acer­ca de su di­fe­ren­cia con la "au­toa­yu­da".
-¿Có­mo de­fi­nís a tus pre­sen­ta­cio­nes, co­mo con­fe­ren­cia o una char­la abier­ta?
-Más bien co­mo con­fe­ren­cia ya que no hay in­te­rac­ción en for­ma di­rec­ta, aun­que des­pués el pú­bli­co me es­pe­ra fue­ra del tea­tro y me pre­gun­ta de to­do. Va­le de­cir que en mi dis­cur­so in­clu­yo mu­chos as­pec­tos que no apa­re­cen en el li­bro ni el You­tu­be. El "¡Vi­va la di­fe­ren­cia!" co­mo in­ves­ti­ga­ción, tie­ne la gra­cia de que per­mi­te el en­cuen­tro de to­dos. Rom­pe con el ma­chis­mo y el fe­mi­nis­mo, aca­ba con la com­pe­ten­cia de los gé­ne­ros, ter­mi­na con la ra­bia y va ha­cia el apren­di­za­je, la re­con­ci­lia­ción y el reen­cuen­tro. Los hom­bres son los que más dis­fru­tan. A las mu­je­res nos rom­pe es­que­mas pre­con­ce­bi­dos y es más du­ra con no­so­tros. A los ni­ños les pre­vie­ne y a los gran­des les da nos­tal­gia. A mí, en par­te, me hi­zo pe­da­zos la vi­da.
 
“Apunto a la familia completa”
 
-¿Asis­ten per­so­nas con pro­ble­má­ti­cas o acu­den de to­do un po­co?
-Va gen­te con es­pe­ran­za de re­con­ci­liar­se con su pa­re­ja, gen­te so­la que quie­re en­ten­der por qué fra­ca­só la re­la­ción an­te­rior y gen­te que es­tá bien y quie­re re­for­zar lo que tie­ne. Es un pú­bli­co ca­da vez más tran­ver­sal y más he­te­ro­gé­neo, he­te­ro­se­xual y ho­mo­se­xual. Va la fa­mi­lia com­ple­ta, des­de ni­ños has­ta los 90 años y es­tá bue­no por­que es a lo que apun­to.
-En oca­sio­nes te ca­ta­lo­gan co­mo au­to­ra de "au­toa­yu­da". ¿Es­tás de acuer­do?
-Es­tric­ta­men­te, mis libros no coin­ci­den con el "au­toa­yu­da". Lo que ha­go es tra­du­cir las in­ves­ti­ga­cio­nes que ha­go. No soy sa­bia ni ilu­mi­na­da ni ten­go una con­di­ción es­pe­cial. En­con­tré en los li­bros y las pre­sen­ta­cio­nes una for­ma que me per­mi­tía de­jar hue­llas en la gen­te. Has­ta me mo­les­ta y me da pu­dor que me di­gan es­cri­to­ra. Aun­que la gen­te que cri­ti­ca a los li­bros de au­toa­yu­da se co­lo­ca en un lu­gar de so­ber­bia que no es­toy de acuer­do. Aún si el li­bro es pé­si­mo o mal es­cri­to pe­ro a una so­la per­so­na le sir­vió una lí­nea de ese li­bro, pa­ra mí tie­ne sen­ti­do. To­dos ne­ce­si­ta­mos ayu­da, no im­por­ta de dón­de ven­ga, si en te­ra­pia, en un li­bro, con mi abue­la, con un sa­cer­do­te o un pas­tor. To­do lo que nos ha­ga po­ten­cial­men­te me­jo­res per­so­nas, va­le.
-¿Has ana­li­za­do a ar­gen­ti­nos en tus in­ves­ti­ga­cio­nes?
-Cla­ro. Ade­más, "Vi­va..." es­tá va­li­da­do en to­do el mun­do y el res­to de mis in­ves­ti­ga­cio­nes es­tán va­li­da­das en Amé­ri­ca La­ti­na. Los ar­gen­ti­nos tie­nen una in­ten­si­dad, una for­ma y una pa­sión de ex­pre­sar lo que sien­ten que no se ve ha­bi­tual­men­te en el mun­do his­pa­no. El va­lor que le dan a la me­sa, al en­cuen­tro, ya sea con un asa­do o un ca­fé es dis­tin­ti­vo. Tam­bién el va­lor que le dan a los abue­los.
-¿Apli­cás los re­sul­ta­dos del es­tu­dio en tu pro­pia ex­pe­rien­cia?
-La pri­me­ra alum­na de las in­ves­ti­ga­cio­nes soy yo y tam­bién la gen­te que co­la­bo­ra con­mi­go. To­dos los es­tu­dios me han trans­for­ma­do, me cam­bia­ron des­de al­gún lu­gar, me hi­cie­ron apren­der mu­chas co­sas. A ve­ces yo soy co­mo mala alum­na tam­bién y ten­go que re­pe­tir ma­te­rias (ri­sas).
 
“La felicidad no pasa por el dinero”
 
-En va­rias en­tre­vis­tas has plan­tea­do que "la fe­li­ci­dad es una de­ci­sión". Pe­ro, ¿qué su­ce­de cuan­do se ha­bla con per­so­nas de ba­jos re­cur­sos? 
-Cuan­do em­pe­cé la in­ves­ti­ga­ción en Amé­ri­ca La­ti­na pen­sa­ba igual que tú. Que en los sec­to­res de me­no­res re­cur­sos iba a ser más com­ple­jo y al fi­nal re­sul­tó que no era así. La gen­te que en­con­tré con más ca­pa­ci­dad de ser fe­liz se ha­lla­ba en zo­nas ru­ra­les, por­que son quie­nes ne­ce­si­tan me­nos. Cuan­do se aso­cia la fe­li­ci­dad con el di­ne­ro uno se en­re­da en ese ti­po de con­cep­tos y la fe­li­ci­dad pa­sa por otro la­do. Evi­den­te­men­te pa­ra po­der to­mar esa de­ci­sión hay que te­ner con­di­cio­nes mí­ni­mas de sub­sis­ten­cia por­que con ham­bre en la pan­za la de­ci­sión va a cos­tar el do­ble. Pe­ro mu­cha gen­te muy po­bre vi­vía más agra­de­ci­da que mu­chos mi­llo­na­rios que me to­có en­tre­vis­tar. Ade­más, si fue­ra así to­dos los mi­llo­na­rios se­rían fe­li­ces. La de­ci­sión no pa­sa por la ale­gría ni por el es­tar con­ten­to per­ma­nen­te­men­te que es al­go im­po­si­ble. La gen­te que es­tá ha­cien­do qui­mio­te­ra­pia no es­tá con­ten­ta pe­ro sin em­bar­go pue­de ser fe­liz, por­que apren­dió el va­lor del pre­sen­te, por­que es agra­de­ci­da y dis­fru­ta ca­da mi­nu­to co­mo si fue­ra el úl­ti­mo y por­que le dio un sen­ti­do al do­lor que vi­ve. La gen­te que es fe­liz no sign­fi­ca que no tie­ne pro­ble­mas. El ser hu­ma­no que no los tie­ne nun­ca exis­tió ni exis­ti­rá. Pe­ro va­le la de­ci­sión de le­van­tar­se to­dos los días de la ca­ma con una son­ri­sa en los la­bios y con pe­nas, in­clu­so mu­chas pe­nas en el co­ra­zón. Y yo me in­clu­yo en esa lis­ta. Entradas al 4610083.
 
Juan Ramón Seia


 

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