Fines del Siglo XIX, la Constitución Nacional goza de buena salud, el liberalismo como doctrina económica marcha de maravillas, hay un proyecto común, común a una minoría, común al centralismo porteño y ajeno a las diferencias regionales y a las diferencias de clase. ¿Qué es eso de pensar que un indio o un negro pueden gozar de los mismos derechos que la raza blanca? ¿Qué es eso de respetar a los caudillos? ¿Quiénes creen ser estos hombres que desafían constantemente el “orden” establecido? Para algo se han creado los ejércitos nacionales, hay que derrotar a los caudillos, no se puede frenar el progreso que la madre Inglaterra ofrece. Si lo que nos sobran son las materias primas ¿por qué no exportarlas? ¿Para qué se realizó la campaña al desierto? Pero nada de igualdad, de creer que las tierras se van a repartir, están bien guardadas y en muy pocas manos, que los inmigrantes sean arrendatarios, para eso vinieron, para trabajar la tierra, no para ser dueños de ellas.
Domingo Faustino
Sarmiento
¿Cómo consigue que las mujeres se rindan a sus pies? Seguramente no es lo físico, sus orejas son prominentes, sus labios demasiado gruesos, pero… su intelecto, eso es, su intelecto hace las delicias de las mujeres, además sabe mimarlas y éste es un don que no todos poseen.
El también se pregunta ¿por qué las mujeres aman a un hombre feo? inmediatamente responde: “Debe haber en mis miradas algo de profundamente dolorido que excita la maternal solicitud femenil”. Muchas fueron las mujeres que alegraron sus días y no precisamente una detrás de otra, no, eso es para la gente común, él puede mantener relaciones paralelas con una gracia que envidian los hombres más apuestos.
Su esposa, Benita Martínez Pastoriza, viuda de Castro y Calvo, primero fue su amante, de esa relación en la clandestinidad nace Dominguito, que luego del casamiento en mayo de 1848 es adoptado por Sarmiento. Pero no es Dominguito su único hijo, dieciséis años antes había nacido Ana Faustina, fruto de una relación amorosa con María Jesús del Canto, alumna de la escuela de los Andes donde se había desempeñado como maestro en su primer destierro en Chile. Sin embargo, su gran amor fue:
Aurelia Vélez
Hija del autor del Código Civil, su hija preferida según sus biógrafos, pero también la hija que acompañó a don Dalmacio durante toda su vida, fue su secretaria, enfermera, amiga y representante incondicional. Grácil, ojos enormes, menuda, de ahí su apodo de “petisa”, pero también inteligente, de fuerte temperamento, con profundos conocimientos políticos, capaz de gravitar poderosamente en las ideas preconcebidas de don Domingo. Aurelia se había casado a los 17 años con su primo Pedro, algunos sostienen que don Dalmacio no quiere a Pedro porque es mucho más grande que Aurelia, esto queda descartado si pensamos que Vélez apoya su amor con Sarmiento, 25 años más grande que Aurelia; otros afirman que lo que apura su casamiento es un embarazo o que el embarazo no es precisamente del marido, lo cierto es que no parece ser el amor lo que une esta pareja.
En un confuso episodio, Pedro mata a su secretario Echenique supuestamente amante de Aurelia, luego lleva a su esposa a la casa de su padre y nunca vuelve a verla. Si había embarazo puede haberse interrumpido de manera natural. Ahora comienza otra etapa en la vida de esta joven mujer, conoce a Domingo Faustino y llega el amor, amor que perdura hasta la muerte de Sarmiento. Me conozco, éste es mi mérito y se cuánta parte tiene el corazón / y que es preciso hacer trabajar la inteligencia... / Creo que es posible hacer el sacrificio de no casarse, pero no el de casarse con quien no se ama…/ Ni madre, ni amiga, elijo ser tu amante…
¿Es difícil mantener este amor? Muy difícil, Benita no está dispuesta a entregar a su marido, mucho menos a esta mujer que cree saber todo de todo, por eso lucha continuamente para separarlos.
Muchos señalan a Benita como una esposa enferma de celos, el mismo Sarmiento se refiere al tema de la siguiente manera: “…Volcán de pasión insaciable, el amor en ella era un veneno corrosivo que devoraba el vaso que lo contenía…” Sin embargo, Benita sabe lo de Aurelia, en carta a un amigo le dice: ¿recuerda haber oído un suceso muy sonado que ocurrió aquí (de la hija de uno de los hombres que figuran en este momento) que se casó embarazada de cuatro o cinco meses con un médico y que éste mató a los dos meses de casado al que creyó autor de semejante infamia? Pues bien, mi amigo, ésta es la escoria que ocasiona mi desgracia… para que forme idea de lo exquisito de mi vida, vivo a una casa de por medio de la de mi rival, viendo las señas que ésta hace a mi marido y viéndolo venir a él y entrar a la casa de ella, sólo viene a mi casa en el momento de comer… No quiere perderlo, está dispuesta a todo, primero lo acusa de haberle gastado toda su fortuna, luego denuncia su affaire con Aurelia en rueda de amigas, lo que transforma la noticia en la comidilla obligada de toda reunión social, pero Domingo ya ha hecho su elección. Aurelia lo ama más allá de las habladurías, más allá de las separaciones, que no fueron pocas y le confiesa en una carta fechada en 1861: “Te amo con todas las timideces de una niña y con toda la pasión de que es capaz una mujer. Te amo como no he amado nunca, como no creí que era posible amar. He aceptado tu amor porque estoy segura de merecerlo, sólo tengo en mi vida una falta y es mi amor por ti”. Sarmiento es consciente de ese amor desmesurado, si es que el amor puede ser desmesurado y le responde: “Mi vida futura está basada exclusivamente sobre tu solemne promesa de amarme y pertenecerme a despecho de todo y yo te agrego, a pesar de mi ausencia, aunque se prolongue, a pesar de la falta de cartas cuando no las recibas…”. Cuando la relación entre Sarmiento y Aurelia cobra estado público, será su gran amigo Bartolomé Mitre quien intentará acallar los ánimos, alejándolo de Benita. Primero Domingo F. Sarmiento marcha hacia la Gobernación de San Juan, luego viaja en misión diplomática a Perú y después es nombrado ministro plenipotenciario ante Estados Unidos. Pero Aurelia es mujer de palabra, sabe que Domingo ansía llegar a la Presidencia, también sabe manejarse políticamente y mientras él, en Nueva York, vive un romance con su profesora de inglés Ida Wickersham (aunque en honor a la verdad ha enviado reiteradas cartas a Aurelia pidiéndole que viaje a Nueva York, que se una a él) ella en Buenos Aires trabaja por su candidatura. En 1868 cuando todavía está en Estados Unidos, el trabajo persistente e inteligente de Aurelia da su fruto, Domingo Faustino Sarmiento es elegido presidente de la República Argentina. Cuando regresa sus costumbres cambian, ahora es el presidente de la República, usa carroza, es escoltado y consigue introducir en el presupuesto de 1869 $230 para carruajes y $94 para etiquetas y fiestas. Aurelia sigue estando en su vida, sigue siendo su motor permanente.
Don Domingo hubiera querido una segunda presidencia, pero eso no fue posible, lo relevó la denominada generación del 80. Cuando Sarmiento siente que sus fuerzas comienzan a menguar, parte hacia Paraguay, quiere terminar su vida junto a su hija y sus nietos, pero no olvida a Aurelia, desde allí le escribe pidiéndole que viaje a Paraguay: “Venga a Paraguay y juntemos nuestros desencantos para ver sonriendo pasar la vida… Venga que no sabe la bella durmiente lo que se pierde de su príncipe encantado…”.
Sin embargo al momento de su muerte Domingo Faustino Sarmiento no está junto a Aurelia. ¿Acaso lo ha abandonado? Todo lo contrario, Aurelia no lo ha abandonado, simplemente cuando el desenlace fatal es inminente regresa a Buenos Aires, no quiere ser nuevamente noticia de los diarios, demasiado ha sufrido el escarnio público.
María Elena Caillet Bois
Especial para EL DIARIO