La conferencia inaugural del 10º Congreso de Educación del Centro del País, realizado ayer en el Teatro Verdi, estuvo a cargo del especialista en materia de enseñanza Carlos Skliar.
Bajo el título "La tarea de enseñar a leer: ¿por qué sigue siendo importante la lectura más allá de la técnica y la moral?", el educador brindó una distendida disertación que, entre chistes y anécdotas significativas, ahondó en un análisis filosófico de la práctica docente.
Tras caracterizar a la realidad escolar dentro de un "combate entre lo nuevo y lo viejo donde nadie sale ileso", planteó que "la escuela no está hecha, la tenemos que hacer todos los días con gestos mínimos". Habló de la tarea de enseñar dentro de un "presente alargado", sin pretender una temporalidad acotada, donde lo primordial es lograr "mantener nuestro deseo de enseñar".
"En nuestra cotidianeidad dentro de las aulas, nos asedian tres o cuatro lenguajes ajenos a la enseñanza, como son las técnicas, lo jurídico, las cuestiones morales y disciplinares. Son lenguajes que hablan a través de nosotros pero desde un vacío, que no nos pertenecen. Debemos volver a ligar la enseñanza con el mundo afectivo, a lo que realmente nos importa que es el amor, la fraternidad o la amistad", reflexionó.
Antes de adentrarse en el mundo educativo, deslizó críticas hacia los medios de comunicación que muestran desde temprano en la mañana como "lo importante" al tiempo, las calles, los accidentes y asesinatos. "Después piden que en la escuela se enseñe a vivir en comunidad y hable de valores", indicó previo a un aplaudo cerrado del auditorio.
“Enseñar no significa evaluar”
Respecto al arte de "enseñar a vivir" indicó: "Debemos despojarnos del lugar del 'yo te enseño'. Si no se suprime esa soberbia, la relación está viciada, siempre habrá dependencia al que te enseña. Por ello se ha perdido mucho tiempo en pensar el rol del docente. De cualquiera puede venir la enseñanza. Y el arte de enseñar es el arte de mostrar, de indicar un signo que será descifrado a un tiempo y a un modo diferentes".
"Enseñar -subrayó- no significa evaluar lo que se aprende. Eso sería una mezquindad pedagógica porque, ya lo explicaron los griegos, no hay plazo temporal acotado entre enseñar y aprender. Hay que liberar el enseñar del aprender".
Tiempos de niñez, de joven y de adulto
En la fase final de su charla, plasmó las distintas "respiraciones" que deberían comprender los ciclos educativos. "Lo que es crucial en la escuela moderna es el no poder darnos tiempo entre nosotros, no permitirnos un sentido compartido. El mundo adulto es el tiempo utilitario, de causa y efecto. El infantil, en tanto es tiempo de la intensidad, no de la duración. Por ello, hay que intentar que la infancia dure todo lo que se pueda y no adultizar, aún en situaciones extremas de pobreza o situaciones urgentes. El mundo joven, por último, es el tiempo de la ocasión, lo importante en ese momento. Por eso la única manera de ganar autoridad con ellos es haberse ganado su autorización".
En el cierre desacralizó el uso dogmático de conceptos en boga como "diversidad, igualdad e inclusión", dado que "no los usamos ni practicamos en nuestra vida cotidiana". Aunque sentenció: "Igualdad debe ser el punto de partida de la educación, de considerar pares a todos sus alumnos; nunca es el destino. Pero luego somos diferentes en virtudes y comportamientos".