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16 de Junio de 2013
FERNANDO MERCADAL
La invención de la sensibilidad electrónica
Referente ineludible de la música experimental villamariense, editó su primer disco en 1999, cuando la composición con ordenadores aún estaba en pañales en la ciudad
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La nieve de Tokio que nunca vio caer sobre los techos en punta de Japón, el paisaje de ciudades globalizadas con edificios de cemento y bloques grises, una calle de Berlín donde nunca estuvo, un viaje a París a través de la imaginación, pero, sobre todas las cosas, un lejano atardecer en una vereda de la infancia en la calle Jujuy, donde el último resplandor de un sol rojo se quema como papel abollado al fondo de todos los sonidos.
De todos estos paisajes interiores está hecha la música de Fernando Mercadal, como un vuelo rasante de la sensibilidad a través del deseo y la melancolía. Como si no hubiese otro modo de viajar a través de las edades y las civilizaciones que mediante los sonidos, esos que duermen su eterna latencia en una computadora y que Fernando despierta suavemente. 
Las notas de un piano que no existen en ningún teclado del mundo, la voz de una mujer que nunca nació y que habla en este mundo de hombres y mujeres, el crick crick de papeles rasgados que nunca nadie rasgó, el tzi tzi metálico de una batería desconocida por todo percusionista, el vidrioso xilofón que toca un reef de nostálgicas notas como las de una partida o el río que pasa y nunca es el mismo, como un Sena o un Nilo que fluyen eternos por las pistas de las canciones. Cuando todos estos sonidos despiertan, la música de Fernando empieza a soñar.
 
OK computer
 
Este modo de viajar a través de la imaginación, esta invención de la sensibilidad electrónica a través de la soledad, nació en largas siestas del año 1999, cuando un muchacho que cursaba el último año en los Trinitarios se encerraba en su pieza con una vieja PC. Pero mejor será que el mismo muchacho lo cuente, 14 años después.
“Mi primer disco nació mientras mi vieja cocinaba después de dar clases y mi viejo se iba a fabricar trofeos. Por ese tiempo yo tenía una compu con el 5% de las posibilidades de hoy, pero igual me encerraba a inventar ruidos. Nunca había estudiado música. Tampoco me salía escribir letras ni cantar. Pero tenía una gran necesidad de hacer música y experimentar con sonidos”.
-¿De dónde te venía esa necesidad?
-Todo empezó gracias a los últimos discos de Soda Stéreo, cuando Cerati anunciaba que se volvería a lo electrónico de solista. Esos discos me abrieron una puerta enorme porque, a partir de entonces, descubrí cosas fabulosas. En esa búsqueda me ayudó mucho Pablo Tavarone, que es DJ. Gracias a él descubrí al dúo francés “Air” y al japonés “Cornelius”. “Air” es la única banda de la cual me considero fan.
 -¿Y cuándo te diste cuenta que tenías un disco entre manos?
-Cuando mostré los primeros temas a mis compañeros de curso. Los había grabado en un casete y me llevé el walkman a la escuela. Ellos me decían “¡está bárbaro! ¡Tenés que hacer un disco! ¡Parece música de película!”
-¿Y cómo analizás el LP “Fernando Mercadal”, 14 años después?
-Sigue siendo un disco raro, incluso hoy en día. No era un estilo de música que se conociera en ese momento y por eso tuve que generar un espacio propio para difundirlo. De ahí nació “Basura”, el sello virtual que todavía tengo. Mi primer disco fue autodidacta y experimental, absolutamente intuitivo. Era ver con qué se podía hacer los ruidos adentro de una computadora y usar esos programas para generar un clima después. 
-¿Qué es para vos la música electrónica, Fernando?
-Una categoría mucho más técnica que musical. Tiene que ver más con los medios que usás para hacer música que con una estética. El abanico que abarca la música electrónica es muy amplio y puede ir desde un DJ hasta los grupos de folclore que hacen música por computadora.
-Tenés cinco discos editados, ¿cambió mucho tu concepto artístico del primero al último?
-Mirá, siempre hice música electrónica, pero, a la vez, nunca fue “solamente” electrónica. No sé si hubo una evolución porque la lógica fue siempre la misma: experimentar. Pero después hubo muchas cosas que fueron mutando. Primero fue sólo la compu, pero luego incorporé la guitarra y el teclado. También empecé a experimentar con estilos diversos, como el rock, el funk o el tango. Ultimamente hago mezclas con instrumentos raros, como pasó en el último trabajo con Conrado Vassia, que pusimos los sonidos de la compu con instrumentos ancestrales de caña, cerámica y madera que él toca. Lo último que estoy preparando es pura improvisación. O sea que, en ese sentido, ha habido muchos cambios.
-Tenés más estudios de computación que de música ¿no es así?
-¡Absolutamente! No considero que tenga un conocimiento teórico y técnico de la música. Sólo aprendí un poco de guitarra y piano con un profe del barrio. Tengo, sí, experiencia en expresarme por el sonido que sale a través de una computadora. No sé si podría enseñarle a alguien a hacer música como la hago yo. Soy muy intuitivo.
 
En Villa María town
 
-Sin embargo, hoy ya no estás tan solo en la ciudad como en tiempos de tu primer disco...
-¡Para nada! Ahora hay muchos músicos que se dedican a lo electrónico. Basta con ver el catálogo de “Basura” (risas). Igual, siempre tuve compañeros de ruta como Federico Lattanzi, con quien empezamos juntos de chicos, tocamos varias veces juntos y grabamos dos discos ya. 
-La movida de música electrónica en Villa María, ¿tiene que ver con la universidad? 
-No. Yo creo que tiene más que ver con la época y con las posibilidades. Hoy es relativamente simple hacer música con una computadora y también son más accesibles los instrumentos. 
-¿Y cómo es Villa María como plaza musical?
-Siempre me sentí muy respetado y bien recibido acá, por más que parecía algo raro tocando con la compu. Para mí, que no hago cosas comerciales, Villa María siempre fue una ciudad muy abierta y me permitió hacer este camino. Hace 10 años nadie me “mató” por tocar con una compu y nunca tuve que decir “ya está, dejo la electrónica y me pongo a hacer algo que encaje con el lugar”. Acá siempre tuve la aceptación y hasta la motivación suficiente para seguir haciendo lo mío. Desde lo musical, siento que Villa María jamás dio un paso atrás. 
 
Aldea global electrónica
 
-La música electrónica, ¿se consigue en disquerías?
-Te diría que, fundamentalmente, se consigue por Internet, bajándola de sellos como el nuestro. Hoy te pasás música por Facebook o por la red y hay gente intercambiando todo el tiempo. Por eso es que esta música ya no es minoritaria. Así haya dos o tres personas por ciudad que la escuchen o la hagan, conectadas con las dos o tres personas de cada ciudad del mundo ya son un montón, una comunidad mundial. Y eso hace que un estilo se nutra y se diversifique todo el tiempo.
-Respecto al mundo global, hiciste discos con músicos de otros países...
-Eso es lo que te permite Internet, generar intercambio con gente que no conocés. Por ahí la compu te da demasiado y podés llegar a prescindir de todo contacto humano. Eso a veces está bueno porque te podés autoproducir, pero otras veces te juega en contra y te aísla. La comunión de dos músicos es siempre irremplazable y está bueno no perderla, aunque se la tenga vía Internet.
-¿Y cómo empezaste a intercambiar remixes con músicos extranjeros?
-Al primer intercambio me lo propuso un músico de Costa Rica, Oscar Herrera, al que le había gustado un tema mío. Yo acepté a condición de que él me diera un tema suyo para remixar también. El intercambio de remixes es muy bueno porque le da un punto de vista nuevo a un tema tuyo y viceversa. A la vez, tu música llega a lugares a los que nunca fuiste y que quizás nunca irás. Después de Oscar, hice varios discos con músicos japoneses porque soy muy admirador de la cultura oriental.
-¿Estás muchas horas en la compu, Fernando?
-¡Todas las que pueda! (risas), a pesar de no ser nativo digital, sino de la última generación inmigrante, siento que la compu es mi país... 
 
Y también su máquina de soñar. Esa con la que Fernando musicaliza las películas que nunca vivió o aquellas que le gustaría volver a vivir. Esa música para ver caer la nieve sobre las pagodas de Japón que nunca vio. Esa música para viajar a orillas del Sena en un taxi que nunca tomó. Y sobre todo, esa música para recuperar aquel día lejano en que su madre lo llamó a tomar la leche en la niñez, en las veredas por siempre atardecidas de la calle Jujuy, en una aldea global con un Nilo marrón que la civilización del lugar bautizó Ctalamochita.
 
Iván Wielikosielek
 
Basura discos
Al escribir en un buscador www.basuradiscos.com.ar el visitante se encontrará con este cálido mensaje de recepción: “Bienvenidos a Basura! Discos. Somos un sello discográfico independiente con base en la ciudad de Villa María, compartiendo música libre desde 1999”. Y acto seguido, aparecerá el catálogo de discos made in Villa María con fabulosos artes de tapa (muchas diseñadas por el propio Fernando) y una música tan íntima como sugestiva, casi como un abrazo robado en la oscuridad a una última noche de verano.
Una cuarentena de trabajos entre los que se cuenta la obra completa de Fernando Mercadal más bandas, solistas y compilaciones locales e internacionales. Tal es el amplio abanico de posibilidades de este sello que otrora fuese el “descarte” (de ahí su nombre) de la música comercial o industrial del mundo.
Basura es un espacio donde difundimos música que se puede descargar libremente desde la página -comenta Fernando-. Algunas bandas tienen ediciones físicas en CD, pero la mayoría son virtuales. El sello nació cuando yo empecé a hacer música en el 99. Por esa época, era muy difícil subir música a Internet, así que hacíamos los CD en forma manual y los vendíamos en las ferias de los recitales. Con el paso del tiempo fue mucho más simple hacer lo mismo en la red y llegar al público no sólo de Villa María, sino del mundo. En poco tiempo vamos a reeditar un compilado de 15 bandas locales que hicimos en 2008, 15 recetas alternativas. Será como un relanzamiento del sello”.
El otro hit internacional de Basura! Discos se produjo en 2010, cuando el sello editó, en ocasión del Día de la Tierra, un compilado triple bajo el título “Música Reciclada”. Así describe el proyecto su responsable. 
“La consigna fue hacer música con ruidos de botellas rotas, papeles abollados o cualquier sonido que implicara el tratamiento de la basura en el planeta. Participaron 30 músicos de 12 de países (Argentina, Chile, Brasil, Alemania, Japón, Finlandia, Bélgica, Austria, Estados Unidos, Colombia, México y España) y tuvimos mucha repercusión en importantes páginas de todo el mundo. Y a todo lo generamos desde Villa María”.
Entre las últimas novedades del sello se cuentan “Brunella/Naturist”, de Soap Opera; “Entre Raíces y circuitos”, de Fer Mercadal + Conrado Vassia; “La religión de los árboles”, de Benigno Lunar; “Meta”, de Metaplasma (proyecto de Sebastián Perotti), y “Lattenzia and the Funky Dealers Orchestra” (proyecto de Federico Lattanzi). En la sección “Basura Trashumante”, dedicada al folclore joven y experimental, acaban de aparecer “Ser tiempo” de Clara Cantore; “Luz serena”, de Matías Pérez; “EP”, de Fernando Cheein, y “Mundos viejos”, de Fausto Vercellino. Todas de músicos locales.
También se pueden descargar los cinco discos solistas de Fernando Mercadal: el primero que lleva su nombre, más “París 7.30”, “Ipo”, “Equis” y “Mudo”. 

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