"¿Conoces los Túneles de Taninga?”, dice uno. “Sí, son esos que están para el lado de Traslasierra, no?”, le responde el otro. “¿Sí, pero fuiste?”, insiste el primero. “Ah, no, la verdad es que siempre he escuchado hablar, pero nunca anduve por ahí ¿Están buenos, che?”. Diálogos como este pueden resultar bastante comunes cuando de sierras se habla. Y es que los Túneles de Taninga son considerados un emblema del turismo de Córdoba. Sin embargo, no son muchos los que, de hecho, los han visitado. La paradoja, en todo caso, se resuelve yendo.
Antes hará falta decir que estas construcciones no sólo llaman la atención por sus cualidades arquitectónicas, sino también por los impresionantes paisajes montañosos que se les sientan al lado. Entre la Pampa de Pocho y la Quebrada de la Mermela, en los límites occidentales de la provincia, el lugar llama a romper el hechizo y ser descubierto.
La magia del entorno
Los Túneles fueron construidos a principios de la década del 30, en un intento por mejorar la comunicación vial entre Córdoba y La Rioja. La obra representó todo una proeza para la época por las dificultades que supuso. Basta con imaginar el entorno en aquellos tiempos: completamente aislado de la urbanidad, salvaje, plagado de obstáculos naturales para los obreros que pusieron el cuerpo.
Poco ha cambiado en la zona desde entonces. Un inmenso descampado de pasto, cerros y roca, apenas mechado por los baqueanos, sus casitas y animales. Los caminos son de tierra y ripio, pero lo suficientemente firmes y confiables para ser transitados por un coche promedio. A la vera de las huellas, unos pocos, poquitos paisanos, aguardan la llegada del puñado de visitantes diarios. “Buenas tardes, jefecito. Me quedan unos pancitos caseros que hizo mi señora, están buenísimos. ¿Quiere uno?”, dice con ritmo bien local un viejo, la humilde morada y el gallinero a la espalda. Por hambre, compasión, o las dos cosas, la venta se hace.
Tras un par de giros, subiditas y bajadas, vistas a los volcanes de Pocho y exóticas palmeras caranday, la Quebrada de la Mermela aparece en todo su esplendor. La imagen, adquirida desde un balcón natural, es sencillamente fabulosa. Infinito parece el horizonte, con los llanos de La Rioja desplegándose en el abajo cual alfombra. Si hay suerte, también se puede avistar algún cóndor en vuelo.
Apenas más adelante, surgen ellos, los famosos túneles. En total son cinco, repartidos en 10 kilómetros donde predominan las postales a cielo abierto. El conglomerado todo es disfrutable al máximo. La única mancha: la enorme cantidad de pintadas del tipo “Fulanito estuvo acá”, perpetradas por los tontos de siempre, los que de respeto por el patrimonio y la naturaleza nada entienden.
Ya en el final, el viajero puede continuar la ruta para conocer el Parque y Reserva Natural Chancaní o incluso volviendo, la cascada del Velo de la Novia o el Río de la Mermela. Alternativas a la mano para coronar la gratificante experiencia.