Cada vez son más las mujeres en Villa María que buscan aprender técnicas de defensa personal. Lo hacen por temor y por prevención, intentando encontrar tácticas que les permitan superar alguna situación delictiva que las pueda dañar.
Lo confirmó a EL DIARIO el expolicía provincial Sebastián Macías, quien es instructor personal en defensa, habiendo realizando un sinnúmero de cursos en esta temática.
El hombre da clases en un conocido gimnasio de la ciudad. En una de sus últimas actividades, surgió el caso de la adolescente porteña Angeles Rawson y disparó los interrogantes de mujeres sobre cómo podría evitarse un ataque.
Hablamos de muchas situaciones hipotéticas con él. Y de cómo puede defenderse un niño y niña o un adulto mayor.
El especialista resaltó que una de las premisas es decidir una acción para poder escapar y jamás entablar una lucha con el atacante. “Eso es para las películas”, dijo tajante.
Pero, lo primordial, siempre es prevenir.
“Nosotros apuntamos a cuando somos presos del estrés, cuando no procesamos grandes cosas. Nos centramos en qué va a suceder en ese instante. Si bien cada persona es única, nos planteamos cómo reaccionar en ese momento de defenderte”, indicó.
Dijo que se basa en un sistema que significa protección espontánea y que requiere una “respuesta acelerada”.
“Por más que se entrene a la persona 20 años, los millones de años de evolución que lleva la naturaleza a formarla para defenderse no se va a cambiar enseñándole cosas raras que no le va a servir en ese momento de tensión. Los sistemas tienden a fallar ante un ataque real y espontáneo, y esto que digo está avalado medicamente”, advirtió.
Macías hace claras diferencias entre lo que sucede durante el entrenamiento y lo que se produce en la vida real.
“En el deporte de contacto tenés árbitro, cosas que no podés hacer porque hay que respetar reglas: algo muy diferente de la defensa real, porque cuando verdaderamente sucede, no hay nada de esto. Fijate lo del peso: en el deporte, peleás con un oponente del mismo peso; en la realidad una mujer de 60 kilos puede estar contra un tipo de 120 kilos”, especificó.
¿Qué hacer entonces ante un ataque?
El entrevistado tiene en cuenta a “todo el entorno”, porque “todo puede ser un arma” para defenderse. Y además, apunta a lugares vulnerables.
Es el “daño o anulación por dolor”. Por ejemplo, agarrar los testículos del victimario “puede funcionar en caso de que no esté drogado, porque si, por ejemplo, tomó cocaína, no sería un punto muy vulnerable”.
Los daños primarios son atacar gargantas y ojos. “Veinte gramos de presión en ojos genera un suficiente daño y espacio de tiempo para poder escapar”, afirmó.
-¿La idea es el escape y nunca la lucha?
-Claro. No es cuestión de quedar boxeando y terminar triunfal como en las películas, sino huir.
Acá no hay consentimiento del oponente como en el deporte, entonces se trabaja desde lo real y la sorpresa.
-Como víctimas, ¿difiere la reacción según el sexo?
-Las mujeres son más tácticas desde lo instintivo. Cuando se produce un hecho, van a quedar anuladas las habilidades motoras complejas y quedará el comportamiento reptil, que es el instintivo: nos saldrá solamente rasguñar, morder, patear o agarrar desordenadamente. Le pasa a todo el mundo por más años de entrenamiento que tenga. Está comprobado. La mujer es más táctica en el sentido de atacar ojos, gargantas, pegar en los testículos.
-¿Y el hombre?
-Busca cosas más raras, por entrenamiento o por ver películas, como por ejemplo, buscar un gancho.
Con tomar ojos o garganta se hace un daño importante.
-¿Por qué razones buscan aprender técnicas de defensa hombres y mujeres?
-Ellas lo hacen por temor o porque sufrieron una situación de violencia, porque tienen miedo de ser abusadas o asaltadas. Y los hombres por temor a sufrir un asalto y también por alimentar el ego, por gusto o por un mejor estado físico. Hay muchos hombres de fuerzas de seguridad.
Pero, (advirtió) es mentira que vas a agarrar a alguien de la mano, lo doblás y lo esposás. En el curso, todo bien con esas cosas, pero después contame lo que sucede en la realidad (se ríe).
Si no entrenás sobre la realidad, después no sirve nada. Nuestro entrenamiento se da basándose en muchos puntos: uno sufre un ataque en una escalera, un ascensor, en un rincón. Es una caja de Pandora, en cualquier lado y desde cualquier lado puede surgir. Se ven muchos videos sobre situaciones reales, que surgen de las cámaras de seguridad. Trabajamos en defensa física, en prevención, en estado de alerta, en estar atentos.
-¿Todo se puede prevenir?
-Sí, todo. Porque todos percibimos cierto peligro.
-¿Cuáles serían las claves?
- Un excoronel instructor de tiro creó los estados de alerta. La primera medida es estar atentos al entorno cuando circulamos. Ver los comportamientos de los demás cuando yo entro en escena: si están en mi mundo o en su mundo. Si yo veo que acá pasa algo, prestar atención al movimiento de las manos, si el otro cambió de conducta en una calle poco transitada. Instinto tenemos todos y la mayoría de las personas advierte el peligro (ver aparte).
-¿Independientemente de la edad?
- Sí, se puede evitar. Hay una sigla con la que te puedo graficar tu pregunta: cena, que es Comodidad, Ego, Negación y el Arriesgarte, es decir, el gusto por el peligro. El ego nos juega en contra: decimos, “no, yo puedo manejarlo”. La negación es decir “no , no me va a pasar”.
Todo es evitable y es mejor prevenir.
No mostrarse como víctima es una clave
-¿Hay personas que por sus características son más proclives a sufrir un ataque?
-El primer punto es no lucir como víctima. Todos los delincuentes por medio segundo eligen a quién victimizar. Piensan qué van a ganar en aspecto económico, en satisfacer su morbo de victimizar a alguien... Si ven a alguien atento, van a pensarlo dos veces. No van a ir a asaltar un blindado.
-¿Se pueden enseñar estrategias a niños?
-Claro, hay un sistema para ellos y a los más pequeños se les enseña con marionetas.
-Pero en la realidad, ¿zafan?
-Sí, escapan. Por eso hay que ayudarlos a que puedan pedir ayuda, a detectar el peligro. Hay niños abusados que son engañados mediante juegos. Pero siempre hay señales que pueden detectar. Por eso la defensa no es sólo física, está la prevención, la neutralización, la postsituación. También en los cursos analizamos el cuadro legal sobre qué es una legítima defensa, mis obligaciones con la Policía, qué hacer y qué no hacer cuando llega la Policía y vemos el síndrome del estrés postraumático: no hay que mortificarse, sino aprender de la experiencia y la situación.
Macías subrayó que se trabaja “sobre la sorpresa” ante el agresor, porque “sólo hay una oportunidad y si falla, el victimario se va a enojar más”.
Apuntó que el atacante hombre suele tener una metodología distinta a la de la mujer, que es más de agarrar el pelo o rasguñar a la víctima.
-¿Siempre el atacante da indicios?
-Sí, siempre. En una interacción, el victimario, cuando te va a atacar, se empalidece, se le acelera el ritmo cardíaco, se le dilatan las pupilas, cambia el tono de voz. El menor porcentaje de ataques son sorpresivos y tenemos entrenamiento para esos ataques frenéticos. En la mayoría de los ataques hay algo antes: un insulto, por ejemplo. Por eso lo ideal es la postura no violenta, la negociación ante un robo. Siempre es mejor prevenir, si paso a lo físico, debo evaluarlo mucho y actuar desde la sorpresa. A la hora de defenderse todo es un arma.
-¿El atacante, por lo general, puede advertir previamente que la víctima sepa defenderse correctamente?
-Ellos eligen a quién victimizar...
-Y cuando se trata de adultos mayores...
-Todo es interacción. Mostrarse indefenso es lo que no hay que hacer: por eso hay que usar el entorno, arrojarle la llave al agresor en la cara y pedir ayuda, gritar. Y apuntamos a técnicas de negociación. Siempre lo ideal es escapar, es una locura enfrentarse.
Diego Bengoa