En el caso de Villa María es innegable la influencia de los estilos europeos en las construcciones más antiguas. El arquitecto Carlos Pajón, trabajador del mundo cultural villamariense, supo estudiar las edificaciones de la ciudad y, en relación a la influencia europea en la arquitectura de esta ciudad, ha considerado pertinente dividir en seis etapas la evolución estilística y de sistemas constructivos desarrollados en los primeros 65 años de vida de Villa María.
La mayoría de las edificaciones mencionadas por Pajón aún están en pie y son parte de la identidad de nuestra localidad, más allá de la calidad artística de las mismas. En relación a este punto podemos recordar que en la denominada Declaración de Amsterdam, realizada en octubre de 1975 como coronación del Año Europeo del Patrimonio, se confirmó la tendencia a abolir toda segregación jerárquica entre los conjuntos arquitectónicos de mayor interés artístico y aquellos que revisten menor interés desde ese punto de vista. En el prefacio de esa declaración se manifiesta claramente que la exigencia de la conservación del patrimonio arquitectónico es “… Una exigencia vital, porque está motivada por una necesidad profundamente humana: vivir en un universo que siga siendo familiar, a la vez que integrador del cambio deseable e inevitable”.
Seis etapas
En la primera etapa planteada por Pajón, se encuentran edificios con resabios coloniales e italianizantes que se erigieron hasta el fin del Siglo XIX. Como ejemplo de estas construcciones podemos mencionar el antiguo Colegio Mariano Moreno, en calle Corrientes y la parte posterior y antigua de la Iglesia catedral.
En tanto que a la segunda etapa le corresponden las construcciones ferroviarias inglesas y francesas que para Pajón, según escribió en el Congreso de Historia organizado por la Junta Municipal de Historia de Villa María en el año 2000, comienzan en la primera década del Siglo XX y continúan en la segunda. Su aporte principal es la solución constructiva de la techumbre, que se ejecuta con cabriadas de madera o hierro, sostenidas por las mismas paredes de ladrillos, que se dejan vistos con juntas tomadas al exterior. Esos techos generalmente son a dos aguas y terminados con tejas francesas o chapas de zinc. La mezcla de este sistema constructivo con lo tradicional originó un estilo eclético que, plantea Pajón, ha tenido un resultado estético de diverso gusto. Ejemplifica esta etapa con edificios como el Palacio de los Deportes, en calle Corrientes, plaza de ejercicios físicos, la antigua fábrica de alpargatas, que fuera derrumbada hace unos años en la esquina de San Juan y Alem, Mercado Mitre, donde actualmente funciona el Inescer.
A la tercera etapa el referido arquitecto la identifica con la llegada de lo neoclásico y el modernismo, estilos muy acordes con la mentalidad liberal. Pajón describe diciendo que en ambos estilos se adoptan el enlucido de cemento sin pintar, solución de origen europeo que imita la severidad de la piedra gris. Entre los ejemplos del modernismo menciona la Casa Meroi -calle Buenos Aires frente a plaza San Martín- y el Hotel Colón, de tres plantas, en calle San Martín. En tanto que dentro de lo neoclásico pone como ejemplo, entre otros, al edificio del Banco de Córdoba (escala monumental), en calle Entre Ríos y San Martín, y el cuerpo de fachada de la Iglesia Catedral. En una etapa diferente estarían ubicados edificios como el del Molinos Fénix, Cervecería Río Segundo y la actual guardia de EPEC (antigua usina eléctrica). Todos edificios industriales construidos a lo largo de la segunda década del Siglo XX.
Por su parte, los chalés, tanto los de estilo normando como mediterráneo, son integrados en la quinta etapa. Acerca de éstos, Pajón escribió que se construyeron a partir de 1915 y declinaron en 1930 para dar paso a residencias neocoloniales, moriscas, etcétera. Entre los ejemplos, para esta etapa, menciona el chalé de la familia Emerson (Escuela Bíblica), en calle Santa Fe; chalé Dr. Scopinaro, en calle San Juan; chalé Dr. Amadeo Sabattini, actualmente museo.
Por último, en relación a la sexta etapa, Pajón escribió “a partir de la mitad de los años 20 ya cuenta con varios maestros del arte de construir, entre ellos, Soldavini, Rosa, Manicardi, Cicardini, etcétera. Y una escuela de Artes y Oficios con maestros de herrería artística como Rigazio o carpinteros como Cabezas y pronto llegarán ingenieros y arquitectos egresados de nuestras universidades”. Esta gente gestará las construcciones, según la tendencia de época, estilo art déco. Como ejemplos, se pueden mencionar la casa de loterías San Juan, casa Dr. Díaz Pizarro, luego escribanía Marchini.
Es claro que la conservación de todas éstas, como otras, “marcas” identitarias de la ciudad es algo de importancia y que no está reñida con el crecimiento urbano. Retomando la mencionada declaración europea encontramos que la misma señala que ante la acelerada dinámica de cambio que vivimos la conservación del patrimonio arquitectónico permite preservar la continuidad histórica del medioambiente en que se desarrollan los sujetos. Y, de esa manera, ser respetuoso de la búsqueda identitaria del individuo en el marco de un medioambiente que le facilita construir cierto sentimiento de seguridad ante el mencionado ritmo de cambio”.