Especial para
EL DIARIO
La provincia de Catamarca tiene mucho para contar. Sus cerros enmarcados en ambiente cordillerano, su patrimonio histórico y natural, su riquísima cultura. Y qué mejor que la visita a su capital para comenzar a alimentarse de aquellos estímulos. Ubicada en el sur del distrito, San Fernando del Valle de Catamarca reparte muestras gratis de lo que la región tiene para ofrecer. Ciudad amena y sencilla, dueña de un interesante legado arquitectónico y rodeada de impresionantes paisajes montañosos.
De larga tradición católica, esta urbe de 160 mil habitantes encarna también un espacio de armonía y redención. El aura se palpa en el aire, en el trato amable de los locales. Todo nació a principios del Siglo XVII, cuando a los colonos se les apareció la Virgen del Valle. Desde entonces, la zona es referente religiosa en Argentina. Algunos edificios de importancia respaldan el perfil.
En tal sentido, hay que nombrar a la Catedral Basílica Nuestra Señora del Valle. Icono máximo de la capital, se asienta en pleno centro, rodeada del trajín cotidiano. No pasa desapercibida para los transeúntes, con ese rosado que viste columnas y campanarios, fiel el estilo neoclásico. Monumento Histórico Nacional, en su interior reside la imagen de la tan mentada Virgen, envuelta en leyenda.
Otros puntos álgidos del recorrido religioso son la Gruta de la Virgen y el Templo y Convento de San Francisco. Este último goza de una espléndida estructura de altura, los campanarios embelleciendo el arriba. Construida en los alrededores de 1890, laurean su barroca figura la vegetación de los jardines del frente y la estatua de Fray Mamerto Esquiú. Adentro del templo, justamente, descansa el corazón del obispo, importante figura durante la creación de la Constitución Argentina de 1853. Lo hace en una urna protegida y acompañado del exquisito diseño y ornamentación del lugar. Del complejo edilicio, que ocupa prácticamente una manzana entera, cabe subrayar también el Noviciado.
Pocas cuadras camina el viajero para retornar a la Catedral y, por lo tanto, a la médula urbana del municipio. Frente a la iglesia, la plaza 25 de Mayo llena los días de movimiento, adornada de arboledas e intenso follaje. Diseñada por el célebre arquitecto Carlos Thais (el mismo que proyectó el Parque Sarmiento de Córdoba y otros muchos espacios públicos a lo largo y ancho del país), ofrece pinturas de la idiosincrasia catamarqueña. Esa que se desenvuelve sin pasarse de revoluciones, sosegada como cualquiera de los pueblos argentinos que comulgan con la cordillera. Cafés y mesas en la vereda son vecinos de la explanada, al igual que la Peatonal Rivadavia y románticos edificios, como el Obispado Viejo, la Casa de Gobierno y la sede del Poder Judicial. El Mercado Artesanal y la Fábrica de Alfombras, en tanto, vienen a demostrar la conexión de la ciudad y la provincia con el rubro textil. Usanzas que se hacen explícitas cada julio, con la multitudinaria Fiesta Nacional del Poncho.
Las serranías
Después de tanto cemento, llega la hora de hacer cita con ella, con la que venimos cruzando miradas durante toda la jornada. Es la montaña, que pone cara de cadenas y abraza a San Fernando del Valle de Catamarca. Pegadito al área urbana, la Sierra de Ambato le mete laderas a la visual. Belleza de paisajes que gozan de aún mejor salud en la localidad de El Rodeo. Meca del turismo provincial, destaca por las postales que genera, con cantidad de arroyos ideales para pasearles las orillas y pescar.
También imperdible resulta la Cuesta del Portezuelo, camino de cornisa que surge a apenas 20 kilómetros de la capital. Pueblos encantadores que se despliegan a la vera de la ruta, mientras se asciende hacia el Cerro Ancasti. La ciudad y el valle entero, barnizados con los diques Las Pirquitas y El Juncal, se antojan extraordinarios desde las alturas.