En la era moderna del ilusionismo, el acto de magia, como experiencia cultural, cobró una nueva dimensión de espectáculo integral que no sólo incluye la resolución de un denominado “truco”, sino más bien una ambientación acorde y el peso simbólico de una historia que enfatice ese momento cúlmine donde el asistente descubre alegremente que ha sido “engañado”. Bajo esa modalidad, Norberto Jansenson presentó el viernes pasado su espectáculo “Clásicos y estrenos” en el Teatro Verdi, ante cerca del 20% de la sala ocupada. Pese a la poca concurrencia, el mago encantó -en el sentido más persuasivo de la palabra- con narraciones personales sobre el amor o mitológicas (como la leyenda de Narciso), actos de naipes (como “el sueño de los ases”, en honor a su maestro, quien falleciera antes de que le pudiera develar el truco), pasajes con objetos (como cuerdas que se cortan y se unen nuevamente) y hasta experiencias interactivas con el público como participante. En esa ocasión, cada espectador tenía que descartar y conservar pedacitos de naipe que al final coincidían en una misma carta.
Juan Ramón Seia