Escribe: Graciela Yessín*


El pueblo Palestino tiene derecho, como cualquier pueblo del mundo, a su Estado libre y soberano y a que sus millones de refugiados, sistemáticamente expulsados por Israel durante los últimos sesenta años, puedan regresar a casa.
Nada se cumplió de la resolución por la cual en 1947 las Naciones Unidas reconocían el derecho palestino a su propia tierra. Todo lo contrario; los palestinos son aterrorizados cotidianamente con tácticas y medidas que los llevan a la alienación más insufrible y a crisis humanitarias comparadas tan sólo con el infierno en la Tierra.
El pueblo entre el que nació Jesús hoy vive en condiciones infrahumanas, hacinado en Gaza y Cisjordania, casi en reducción. Sus reclamos y pedidos de justicia no sólo son desoídos y negados, sino que muchas veces terminan siendo tergiversados para ser usados en su contra.

Es el conflicto palestino el más manipulado y tergiversado de la historia, por motivos de manifiesta intencionalidad política.
Esta distorsión comienza con las palabras que se emplean para hablar del tema. Como dice la socióloga española Gema Martín Muñoz, la ocupación israelí se convirtió en “territorios en disputa”, el cumplimiento de la ley en “concesiones” o “gestos”, las colonias en “asentamientos” (incluso en “barrios judíos”), el muro en “valla de seguridad” y, por supuesto, “terrorismo” es un término del que los palestinos tienen la exclusividad.
Esta manipulación del lenguaje ha ido transformando la visión del conflicto: los progresos hacia la paz parecieran depender del comportamiento de los ocupados (el pueblo árabe de Palestina) y no del ocupante (Israel). Las presiones y exigencias recaen sobre la víctima y no sobre el verdugo, y Occidente trata el tema poniendo a los árabes en el rol de “pueblo díscolo”.
Mientras tanto, los palestinos, que están en su tierra desde hace once mil años ininterrumpidamente, padecen, ante la hipocrecía del imperialismo, el terror impuesto por el Estado de Israel desde que allí se instaló hace sesenta y dos años.
A pesar de las múltiples injusticias, humillaciones, masacres, expulsiones y usurpaciones que se han sucedido invariablemente desde 1947 hasta el día de hoy, el pueblo árabe de Palestina resistió, y lo seguirá haciendo, con la dignidad propia que le confiere su milenaria historia, aunque los alucinados del terror intenten su exterminio étnico.
Por cada muerto nacerá una flor, aún entre las piedras, y esa flor será grito en la lucha por la vida digna y la definitiva liberación de Palestina.

*Presidenta de la
Sociedad Siriolibanesa
de Villa María