Escribe: Omar Mignola


Cuando tenía yo 13 años, Dora Farber, por entonces dirigente provincial de la organización, y luego esposa de José María Aricó (“Pancho”), me afilió a la Juventud de mi partido. Por esos días, con “Pancho” compartíamos volanteadas, pintadas y disparadas de la Policía.

Con el correr de los años, me tocó trabajar y militar con compañeros como David Colman, Sajario Feldman, Jorge Bernstein, Luis Yankylevich, Perel Muter, Saul Chudnovsky, la mencionada Dora Farber y tantos otros destacados dirigentes políticos y sociales.
Más tarde, con la dictadura que comenzó en 1976 en el poder, fueron los más perseguidos, castigados y con quienes en el campo de concentración de La Perla más se ensañaron los torturadores, precisamente por su condición de judíos y militantes de izquierda.
Me consta también por haberlo vivido que soportaron con estoicismo y valentía tantos sufrimientos sin abdicar jamás de sus convicciones revolucionarias.
Señalo precisamente esto, para que no se me endilgue a mí la remanida frasecita aquella de “yo tenía un amigo judío”, siempre utilizada para esconder un antisemitismo vergonzante.

En mi caso, éstos han sido, son y serán, en la vida, en la lucha y en el recuerdo, mis mejores y más queridos compañeros.

En estos momentos, cuando Palestina soporta una demencial y genocida agresión por parte de Israel en la Franja de Gaza, todos nos preguntamos: ¿cómo es posible que con un pueblo que soportó la terrible experiencia del Holocausto por parte de los nazis, las sucesivas administraciones del Gobierno hebreo adopten sus mismos métodos genocidas para destruir al pueblo palestino?

Sin dejar de reconocer una situación compleja, donde se mezclan factores raciales, culturales, religiosos y geográficos, hay que decir que la metodología nazi adoptada tanto por gobiernos laboristas como conservadores del Estado Israelí, se debe a que el problema es, esencialmente, político, ideológico y económico.
El Estado Hebreo se ha prestado desde siempre como “cabeza de playa”, como ariete y aliado para todas las aventuras belicistas y de conquistas del imperio norteamericano, con los ojos puestos, en última instancia, en las reservas hidrocarburíferas de esa región. Ejemplo de ello son las invasiones a Afganistán e Iraq.

Y en este papel, han caído en éstas y otras oportunidades como en el Líbano, en los más abyectos crímenes como la matanza de niños, mujeres, ancianos y otros inocentes.

Como dice Daniel Barenboim, el gran músico argentino creador de la Orquesta Sinfónica Arabe Israelí y por cuya iniciativa está postulado al Premio Nobel de la Paz, “que el problema por más complejo que sea, jamás se podrá resolver con la guerra, sino en la mesa de negociaciones, con la constitución del Estado Palestino al lado de Israel, conviviendo en paz.

No existe otra solución.