Por un momento pareció que el tiempo se había detenido, que el almanaque se había inmovilizado y que los 50 años transcurridos desde aquel lejano y tan cercano 1963 no hubiesen ocurrido.
La convocatoria que hicieron los ciudadanos nacidos en 1943 que sirvieron a la Patria repartidos entre la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos Villa María y el Distrito Militar 45 reunió a medio centenar de supervivientes, acompañados de sus familiares, en tanto hubo 19 presentes en el recuerdo y sólo pocos ausentes no pudieron asistir por razones diversas.
El reencuentro con los camaradas que no viven en la ciudad y con muchos de los cuales hacía muchísimos años no se veían "reavivó los lazos de amistad, solidaridad, afecto y compañerismo” adquiridos durante la convivencia de aquel año que, al decir del orador en nombre de sus pares, Roberto Ernesto Sessarego, no se había perdido, sino ganado “para enriquecer ese espíritu que ahora afloraba renovado de manera casi milagrosa".
Desarrollo del acto
En la plaza central de la Fábrica Militar se vivió una mañana de sábado excepcional. Tras el izamiento de la bandera que estuvo a cargo de los soldados Roberto Zernotti, Enzo Moretti, Ricardo Olivieri, Mario Fiandrino y Oscar Ducoin, con la canción “Aurora” cantada por el también soldado y tenor Jesús Mario Trento, se entonó el Himno Nacional. Luego dirigió un sentido mensaje el director del establecimiento, coronel Ricardo Cattarozzi, seguido del citado Sessarego y la bendición de las medallas conmemorativas a cargo del párroco de la Catedral Pedro Lucchese.
A continuación se convocó uno a uno a los camaradas de hace medio siglo y sobre su pecho se colgaron las medallas, tarea que cumplimentaron el coronel Ricardo Cattarozzi, el coronel retirado que fuera jefe de la Séptima Compañía de Vigilancia Adolfo Quevedo Paiva, llegado de muy lejos, y los suboficiales Arnoldo Jesús Campos, Erasmo Ramírez y Adelqui Granda. En el final, Cattarozzi dejó con alegre optimismo "volver a encontrarse dentro de 25 años".
Placa y camaradería
En el acceso de la cuadra de la Séptima Compañía de Vigilancia del Interior se descubrió una placa recordatoria del evento y, acto seguido, un inesperado "oficial" con todo el uniforme, la gorra y hasta con bigotes, hizo sonar un silbato y empezó a dar órdenes enérgicas a los "subalternos" que no podían descubrir quién era el personaje que parecía "bien milico".
Se trataba de una humorada del popular y querido Enrique "Chivo" Stefoni. El almuerzo de camaradería extendió la tertulia, la mateada y la despedida plagada de esperanza de otros reencuentros y el diario vivir para seguir acumulando juventudes.
Héctor Cavagliato