La dirigencia ordenada, con apoyo interno y externo; un intendente participativo en las reuniones, una infraestructura mejorada por un exgobernador (Juan Schiaretti) que no hizo lo mismo en otras entidades, un envión constante de su público en cada presentación… Hay virtudes visibles en el ascenso de Sportivo Belgrano.
En seis años, un club del interior provincial no pasa simplemente de la nada misma, del descalabro económico, del anonimato nacional, al salón más importante del fútbol de ascenso argentino, palmo a palmo con Independiente, Talleres o Unión.
De manera minuciosa, hay que reinventarse, dar pasos firmes, pensar la próxima movida, mantener un proyecto y actuar también en consecuencia de los objetivos. Y un ejemplo de este último paradigma se ratificó en San Francisco durante los últimos meses, mientras el mandatario municipal recibía, entusiasta, la visita pactada de “Humbertito” Grondona, y los directivos hacían fila para viajar a Buenos Aires como “visitantes permanentes” de la sede de AFA, llevando regalos o simplemente elogios.
Pero la historia más importante se escribió al principio, cuando contrataron a un gerente de marketing para ocuparse de los sponsors (el tipo se cobraba con un porcentaje de la ganancia), mientras apelaban a la sapiencia de un viejo conocido para reordenar lo futbolístico: Daniel Primo.
No obstante, el fútbol se centraliza en lo que sucede dentro de la cancha. Y allí Sportivo presentó a dos jugadores que terminaron erigiéndose en la llave del éxito, dentro de una categoría ávida de grandes estrellas. Dos jugadores con pasado, dispuestos a remendar el presente para dar el salto en el futuro. Dos estrellas históricas, nativas de la ciudad que congeniaron por amistad afuera de la cancha y complicidad en el terreno de juego.
Juan Pablo primero
Con apenas 23 años, Juan Pablo Francia armó los bolsos en Europa y volvió a San Francisco para olvidarse del fútbol. Una decisión inexplicable para un joven que había deslumbrado en Francia, precisamente, siendo el cerebro del Burdeos durante cinco temporadas.
Cómodo en lo económico, con otros horizontes y una figura física lejos del deporte, Francia disfrutaba de la vida de exjugador cuando los directivos de Sportivo lo fueron a buscar para que jugara el Argentino B y diera “una mano”.
“Al principio no quería saber nada, pero lo cansamos; todos los días le hicimos saber que él podía llevarnos más arriba”, supo recordar el propio intendente, uno de los fans del diez.
Una vez convencido, “Juampi” -o el “Gordo”, como le dicen sus amigos- comenzó a desandar el mito. Un extraordinario enganche, con proyección en Europa, se destacaba en el Argentino B y transpiraba la camiseta en el club de su pueblo, algo impensado en tiempos donde lo que importa es el éxito prematuro y casi nadie es profeta en su tierra.
Francia no pidió mucho en el regreso a sus orígenes, aunque dejó entender que necesitaba un contexto ideal para desarrollar su juego, mientras desechaba ofertas tentadoras de clubes de otro nivel y se encargaba de abrir una escuelita de fútbol para los niños de la región.
De a poco, el contexto se lo dio la gente, que empezó a idolatrarlo desde temprano, en la medida que observaba su pegada formidable y ese toque distintivo de los diferentes, esos que nacen de vez en cuando para transformar a una comunidad futbolera.
Los resultados fueron de la mano. Sportivo ascendió al Argentino A en 2009 y luego siempre se mostró protagonista contra rivales que se retiraban con la envidia sana por no tener a ese gordo talentoso que la descosía.
El hombre gol
Para hacer una constelación acorde con el éxito, en San Francisco luego aprovecharon otro regreso formidable: Juan Manuel Aróstegui, el delantero de la ciudad que supo emigrar dos veces del club, primero para hacer inferiores en Boca (donde debutó en el 98) y después para probar suerte en el exterior.
Pasó por Chile, Italia, España, pero también se dio el lujo de convertirse en un verdadero ídolo en el fútbol de Malasia: marcó 50 goles con el club FC MPPJ en todas las competiciones en la temporada 2003 y obtuvo títulos de todos los colores.
Un goleador hecho y derecho, de gran cabezazo, picardía en el área y oficio, era justo lo que necesitaba Francia para conformar esa pequeña sociedad desequilibrante que cambian partidos y campeonatos.
Con 32 años y una buena trayectoria en sus espaldas, Aróstegui pensó: “Con el gordo me voy a divertir” y se quedó en su ciudad para jugar al lado de Francia y conquistar lo que muy pocos imaginaron.
Este año, muchos se cansaron de elogiar a Gonzalo Klusener, el máximo artillero del Argentino A y gran artífice en el ascenso de Talleres. Pero pocos se acordaron que, previo al certamen, la “T” sondeó seguido por San Francisco para llevarse a Aróstegui y, sin embargo, el delantero prefirió quedarse en su club, con la certeza de alcanzar la gloria desde un perfil más bajo.
Sportivo, agradecido. Aróstegui marcó esta temporada 19 goles, uno de los cuales quedará para la historia, el de ayer.
La combinación
Una fuente del club de San Francisco confesó días atrás: “Sin Francia y Aróstegui, la verdad, no seríamos lo que somos hoy; para nosotros, la combinación es perfecta”.
En la historia del fútbol, los clubes guardan en el recuerdo esas duplas memorables que hicieron gigante a un equipo.
Villa María tuvo la oportunidad de hacerlo cuando Marcelo Santoni y Javier Arbarello la rompían en Alumni, aunque aquella vez ambos todavía no habían emigrado a Belgrano.
El destino o la coincidencia de generación hicieron que Sportivo pueda contar con Francia y Aróstegui (de lo mejor que hubo en la ciudad del este) en el mismo tiempo y lugar. Ambos marcaron una época. Y mal que le pese a quienes no pueden disfrutarlo, la verdad, hay que sacarse el sombrero.