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2 de Julio de 2013
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Qué siente el bebé durante el trabajo de parto
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Es po­si­ble in­ten­tar re­cons­truir el ca­mi­no que el be­bé re­co­rre des­de el ini­cio del par­to has­ta su na­ci­mien­to

Casi nun­ca se oye ha­blar del na­ci­mien­to vi­vi­do des­de el pun­to de vis­ta del be­bé, co­mo si se tra­ta­se de un pa­pel pa­si­vo. Sin em­bar­go, el fe­to par­ti­ci­pa de for­ma ac­ti­va en el par­to.

¿Qué  ex­pe­ri­men­ta el be­bé du­ran­te el par­to? Cier­ta­men­te, lo ideal se­ría po­der pre­gun­tár­se­lo a un re­cién na­ci­do y con­tar así con un tes­ti­mo­nio di­rec­to. No obs­tan­te, es igual­men­te po­si­ble in­ten­tar re­cons­truir el ca­mi­no que el be­bé re­co­rre des­de el ini­cio del par­to has­ta su na­ci­mien­to, ob­ser­van­do las mo­di­fi­ca­cio­nes fi­sio­ló­gi­cas y emo­cio­na­les del pe­que­ño.
• Pri­me­ro, se ali­men­ta bien. Des­de unas ho­ras an­tes del par­to, el pe­que­ño se pre­pa­ra pa­ra na­cer ab­sor­bien­do la ma­yor can­ti­dad po­si­ble de ele­men­tos nu­tri­ti­vos pro­por­cio­na­dos por la pla­cen­ta. De es­te mo­do, po­drá ha­cer fren­te en las me­jo­res con­di­cio­nes po­si­bles al fuer­te des­gas­te de ener­gía re­que­ri­do por el par­to.
Asi­mis­mo, con el fin de so­por­tar me­jor el es­fuer­zo del par­to, el fe­to pro­vo­ca la pro­duc­ción de una gran can­ti­dad de en­dor­fi­nas, sus­tan­cias que ejer­cen la fun­ción de anal­gé­si­cos na­tu­ra­les y que tam­bién sir­ven pa­ra que la ma­dre su­fra me­nos. No de­be­mos ol­vi­dar que el fe­to, des­de la se­ma­na 28 de ges­ta­ción, es ca­paz de sen­tir do­lor.
• Des­pués, se po­ne en mar­cha el par­to. Es muy pro­ba­ble que el fe­to se­pa con gran pre­ci­sión cuán­do ha de ve­nir al mun­do. Es él quien quie­re na­cer y es él quien po­ne en mar­cha el ini­cio del par­to, mo­di­fi­can­do de for­ma drás­ti­ca el equi­li­brio hor­mo­nal de su ma­dre, es de­cir, pro­vo­can­do una dis­mi­nu­ción re­pen­ti­na de los es­tró­ge­nos y de la pro­ges­te­ro­na, y dan­do lu­gar al au­men­to de las pros­ta­glan­di­nas y de las oxi­to­ci­nas.
• Las pri­me­ras con­trac­cio­nes le rea­li­zan un ma­sa­je. Apa­re­cen las pri­me­ras se­ña­les del par­to, la ma­dre ad­vier­te las pri­me­ras con­trac­cio­nes. Se po­dría pen­sar que el fe­to sien­te la con­trac­ción co­mo un mor­dis­co que le pre­sio­na y le pro­vo­ca do­lor. Pe­ro eso no es así: el ni­ño no su­fre.
En­tre otras co­sas, por­que dis­po­ne de to­do el tiem­po ne­ce­sa­rio pa­ra acos­tum­brar­se a las con­trac­cio­nes, gra­cias a su pro­gre­sión len­ta y a su in­ten­si­dad gra­dual. Du­ran­te el par­to, el fe­to es­tá tran­qui­lo, se mue­ve, da pa­ta­das y pue­de in­clu­so dor­mir y so­ñar. Muy pro­ba­ble­men­te vi­ve las pri­me­ras con­trac­cio­nes co­mo un ma­sa­je de­li­ca­do so­bre to­do el cuer­po.
• Se po­ne en po­si­ción de sa­li­da. El ni­ño se pre­pa­ra pa­ra el par­to adop­tan­do una de­ter­mi­na­da po­si­ción que se de­no­mi­na fe­tal. In­cli­na la ca­be­za y apo­ya la bar­bi­lla en el pe­cho, en­co­ge las pier­nas y los bra­zos y aprie­ta los pu­ños, co­mo si qui­sie­se ha­cer­se una bo­la. Es­ta es una po­si­ción que le sir­ve pa­ra opo­ner la mí­ni­ma re­sis­ten­cia du­ran­te su pa­so a tra­vés del ca­nal del par­to y pa­ra po­der apro­ve­char de la me­jor ma­ne­ra la fuer­za de la gra­ve­dad que le ayu­da­rá a na­cer.
• Rom­pe la bol­sa de lí­qui­do am­nió­ti­co con la ca­be­za. Las con­trac­cio­nes se re­gu­la­ri­zan, son pre­ci­sas e in­ten­sas. Ya ca­si lle­gan a du­rar 60 se­gun­dos y es­tán se­pa­ra­das úni­ca­men­te por dos mi­nu­tos. El cue­llo del úte­ro se ha acor­ta­do y re­du­ci­do, y la di­la­ta­ción es­tá ca­si com­ple­ta­da.
Aho­ra, el fe­to apo­ya la ca­be­za so­bre el cue­llo del úte­ro, lo cual sue­le pro­vo­car la ro­tu­ra de la bol­sa que con­tie­ne el lí­qui­do am­nió­ti­co. El cuer­po del ni­ño que­da en es­tre­cho con­tac­to con las pa­re­des del úte­ro, pe­ro no hay na­da que te­mer por­que el pe­que­ño es­tá siem­pre con­tro­la­do. A tra­vés de la mo­ni­to­ri­za­ción se si­gue el rit­mo de sus la­ti­dos car­día­cos y se mi­de la in­ten­si­dad de las con­trac­cio­nes.
• Aho­ra, bus­ca la sa­li­da. Pa­ra el ni­ño ha lle­ga­do el mo­men­to de ba­jar a la pel­vis y bus­car la sa­li­da. El pe­que­ño gi­ra so­bre sí mis­mo y des­cu­bre que, si man­tie­ne la bar­bi­lla in­cli­na­da ha­cia el pe­cho y pa­sa en pri­mer lu­gar la zo­na del crá­neo de­no­mi­na­da trian­gu­lar, que se si­túa por en­ci­ma del hue­so oc­ci­pi­tal del crá­neo, su diá­me­tro se re­du­ce y, por tan­to, el pa­so es más fá­cil.
• Se de­ja em­pu­jar sin opo­ner re­sis­ten­cia. Ha lle­ga­do el mo­men­to de la ex­pul­sión. La ma­dre ayu­da al ni­ño me­dian­te una se­rie de em­pu­jo­nes que se lle­van a ca­bo du­ran­te las con­trac­cio­nes. El fe­to los per­ci­be co­mo una fuer­te com­pre­sión que lo en­vuel­ve en el te­ji­do mus­cu­lar mu­co­so. Los em­pu­jo­nes tam­bién le in­di­can el pa­so a se­guir y ejer­cen un efec­to be­ne­fi­cio­so so­bre los pul­mo­nes, pues­to que los va­cían de lí­qui­do am­nió­ti­co y los pre­pa­ra pa­ra re­ci­bir ai­re. Des­pués de la pel­vis, la ca­be­za del be­bé se en­cuen­tra co­mo úl­ti­mo obs­tá­cu­lo con los mús­cu­los del pe­ri­né, que de­be­rán ser dis­ten­di­dos pa­ra de­jar­le pa­sar.
• En cuan­to na­ce bus­ca a su ma­dre. En pri­mer lu­gar, apa­re­ce la ca­be­za, des­pués, los hom­bros y, más tar­de, el res­to del cuer­po. Mu­chas ve­ces, su pri­me­ra reac­ción es el llan­to, to­tal­men­te nor­mal, pues­to que de­be afron­tar mu­chas sen­sa­cio­nes nue­vas, co­mo el con­tac­to con el ai­re y la ne­ce­si­dad de res­pi­rar, los cam­bios de tem­pe­ra­tu­ra o las va­ria­cio­nes de luz. Fuen­te: "Mi be­bé y yo".
Cen­tro In­te­gral de Pre­pa­ra­ción pa­ra el Par­to
Pa­tri­cia Ro­drí­guez de Vo­da­no­vic
Lic. en Edu­ca­ción Fí­si­ca, Ki­ne­sio­lo­gía y Fi­sio­te­ra­pia
MP 5215 
ro­dri­guez­pa­tri­ciac@hot­mail­.com

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