Escribe: Facundo Martínez
Especial para EL DIARIO
Todos los años migran miles de estudiantes en busca de noche, alcohol, boliches con baldes sin fondo y buzos de souvenir. Una ronda de fábrica de chocolates, algunos regalos para la familia y el viaje de egresados cumple todo lo que promete.
Sin embargo, Bariloche es al turista lo que para un niño una juguetería. Hay de todo y para todos los gustos.
Desde el inicio, cuando llegamos al centro, nos damos cuenta de que no pudimos haber elegido mejor lugar para pasar unos días perfectos. La arquitectura, humilde y de corriente europea, nos deslumbra con el Centro Cívico, la Catedral, la afamada avenida Costanera y el emblemático Llao Llao.
La principal actividad de los pobladores es ser expertos en cordialidad, humor y paciencia para que los viajeros, provenientes de partes disímiles del mundo, se sientan más que a gusto.
San Carlos de Bariloche tiene el polo de esquí más importante de América del Sur, ubicado en el famoso Cerro Catedral. Allí, los deslumbrantes paisajes también se lucen en verano. Cerro Otto y Cerro Campanario tampoco se quedan detrás. Contemplan vistas panorámicas y el típico recorrido en la aerosilla, que permitirá plasmar el momento de bienestar en una icónica fotografía.
Parque Nacional Nahuel Huapi
Río Negro y Neuquén tienen la difícil tarea de concientizar y practicar el cuidado de una flora y fauna bellísima y escasa, debido a la forestación y la caza indiscriminada. Es por ello que celan a la Naturaleza conformando el Parque Nacional Nahuel Huapi.
En el corazón está Puerto Pañuelos, y desde ahí se zarpa hacia varios puntos, uno de ellos la Isla Victoria. Esta ostenta el maravilloso Bosque de Arrayanes, autóctono y exótico. Un camino de troncos permite no violentar el sitio y recorrerlo en su totalidad sintiendo el encanto y la energía condensada. Se llega en catamarán u otra embarcación, escoltado por gaviotas y una frondosa belleza. Tan inspirador resulta, que en estos parajes el mismo Walt Disney creó sus personajes animados, y en su homenaje se levanta una homónima cabaña para tomar el té y obtener algún recuerdo artesanal.
Se recomienda Playa del Toro, una bahía de pocos metros de tierra fértil de un lado y arena del otro, para reponer energías y volver a zarpar. Queda mucho por conocer.
Dónde quedarse
El hospedaje depende de los anhelos del viajero. Como dijimos Bariloche es apto para todo público. Ya sean jóvenes en busca del egreso de la vida estudiantil, ya sean matrimonios en busca de fortalecer lazos familiares o mochileros en busca de aventuras. Hay hoteles de todas las estrellas, para todas las comodidades y bolsillos. También hay hosteles, cabañas y bungalows, y también cámpings, para aquellos que no quieren dejar un rincón sin conocer y se mudan con todas las pertenencias de aquí para allá. Quizás estos atrevidos sean los más beneficiados, pues no paran de enamorarse de la montaña en la que se esconden y son los oyentes de leyendas que traen otros pares.
Ya va quedando claro que es absolutamente imposible perder el tiempo o aburrirse en esta preciosa ciudad. Hay museos, espectáculos, canchas de golf, pesca y ferias de artesanos. También es posible pisar suelo chileno por el “Cruce de Lagos”. Otras opciones son el rafting (en el río Manso, por ejemplo), buceo en isla de las Gallinas o parapente. Y si todavía quiere más, hay kilómetros de paisajes para hacer treking o bicicleta.
Otro punto a favor muy importante de la villa turística es su ubicación estratégica, ya que queda relativamente cerca de Villa la Angostura, el Bolsón y, tren patagónico mediante, Las Grutas, playa que está...¡en la misma provincia! Es decir que podríamos pasar de la nieve de las alturas, al sol del mar en cuestión de horas. Y es que si se trata de sorprender, Bariloche dirige la batuta.
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