Hace 50 años, un 7 de julio de 1963, la UCRP triunfaba en los comicios presidenciales con el 25,4% sobre una UCRI que obtuvo 16,4%. Luego, el 30 de julio, el Dr. Arturo Illia conseguiría reunir más de los 239 electores necesarios para asumir la Presidencia de la Nación. Comenzaría un ciclo de ilusión que terminaría abruptamente en 1966 con el golpe de Onganía, que evitó constituir la bisagra histórica necesaria para la consolidación de la democracia real, tendríamos que esperar nada menos que 17 años para volver a respirar el aire de la libertad.
No decimos al azar o apasionados por la memoria que se perdió la oportunidad de construir un país democrático, como nunca antes se había visto en la Argentina. Alcanza con conocer la personalidad del líder radical y sus acciones para entender que sólo la mezquindad y los intereses particulares podían impedir el éxito de un gobierno con vocación de servicio y de erradicar para siempre el autoritarismo instalado en la vida de nuestro país.
En palabras de José Antonio Allende, su opositor del Partido Demócrata Cristiano, Don Arturo Illia era: …“un típico médico de campaña. Ejercía la medicina con esa sabiduría intuitiva del médico de campaña, con esa pluralidad de quehaceres médicos, propios del hombre que tiene que atender cualquier cosa, con una bonhomía y un cierto paternalismo de carácter, que se hacía querer mucho por la gente, no porque sí. Hay tantos médicos en la política, particularmente en el interior, cierto desprendimiento y honestidad acrisolada, que es un rasgo en la personalidad de él, que caracteriza, yo diría todo un tiempo histórico del radicalismo. El Dr. Illia, que se negaba rotundamente a aceptar la jubilación que le correspondía como ex presidente de la República, y realmente me consta de que no disponía de medios”.
A esa personalidad que deslumbraba hasta a los opositores, se sumó su capacidad de transformación. Por sólo citar algunos ejemplos, durante su corta gestión llevó adelante un plan con objetivos claros y revolucionarios. En su mandato presidencial, se creó el Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil, se impulsó la ley de medicamentos, se rompieron barreras ideológicas y, en medio de la “Guerra Fría” se exportaron grandes volúmenes de trigo candeal a la China comunista, se anularon los contratos petroleros con las empresas multinacionales, impulsando al mismo tiempo una política energética de marcado tono nacionalista. En el plano económico, la presidencia de Illia puede verse hoy como uno de los períodos más estables de la historia argentina, con una marcada reducción de la deuda externa, absoluto control de la inflación y disminución de la desocupación.
Se pueden seguir enumerando logros y acciones transformadoras, pero alcanza lo expuesto para darse cuenta de que, a la luz de lo que siguió, aquello que hace medio siglo alumbraba en el país, era la conjunción inmejorable de un proyecto, un momento y un líder que sin dudas hubiera transformado para siempre el destino de un país, al que su impulso y sus valores colocarían al tope del mundo desarrollado. Intereses mezquinos lo impidieron. Hoy, 50 años después, es hora de retomar ese legado.
Manuel Alberto Giménez
Presidente
Comité Central UCR