En materia de fertilidad, la edad de la mujer es fundamental, ya que la probabilidad de concebir disminuye con cada año que pasa. Cuatro de cada diez mujeres que acuden a la consulta por primera vez, tienen más de 35 años.
La información es nuestro principal aliado. Muchas personas demoran la consulta por temor a lo que el médico pueda decirles, porque piensan que inevitablemente tendrán que recurrir a los procedimientos de alta complejidad. Sin embargo, es al revés: si consultan a tiempo, son mayores las chances de tener un bebé sin tener que recurrir a estas técnicas.
Tener hijos entre los 30 y los 40 años puede ser una ventaja desde el punto de vista económico y práctico, pero la misma mujer rondando los 30 años tiene por mes aproximadamente un 15% de posibilidades de embarazo y a partir de los 35 éstas caen ya a un 10%. Esta cifra desciende al 5% después de los 40 años.
¿Por qué nos embarazamos más tarde que nuestras madres?
Europa y Estados Unidos están sufriendo un notable declinar de la fertilidad humana. En los últimos decenios se ha alcanzado varias veces el crecimiento cero, es decir, el número de personas que murieron superó el de personas nacidas.
Esta disminución puede explicarse por la “esterilidad voluntaria” es decir la edad en que la mujer decide buscar el embarazo. En Estados Unidos la primera gestación, en promedio se está produciendo a los 32 años. Esto es casi el doble de edad en que lo hacían nuestras abuelas.
Actualmente, las estadísticas de población hablan de unas tasas de esterilidad que pueden oscilar entre el 14% y el 16%. Se calcula que 1.200 parejas por cada millón de habitantes tendrán problemas de fertilidad, y que en Argentina se incorporarán cada año unas 50.000 nuevas parejas al colectivo de parejas estériles.
No obstante, hay que tener en cuenta que la mayor parte de estas parejas no son definitivamente estériles, sino que presentan cierto grado de subfertilidad, que será de mayor trascendencia si llevan mucho tiempo buscando el embarazo y si la edad de los componentes de la pareja, especialmente de la mujer, es avanzada.
¿A partir de qué edad de la mujer debemos empezar a preocuparnos?
La edad de la mujer es el factor más importante y se sabe bien que la fertilidad de la mujer empieza a disminuir hacia la mitad de la década de los treinta. Se acepta que la posibilidad de conseguir una gestación cada mes pasa de un 15% a los 35 años, a un 8% a los 38 años.
A esta edad, el porcentaje de mujeres definitivamente estériles puede llegar a un 50%. Sin embargo, la sociedad actual somete a la mujer joven a una gran presión profesional y le obliga a retrasar sus deseos de maternidad hasta bien entrada la treintena. En Europa, la natalidad se ha reducido un 50% en los últimos 30 años, y el porcentaje de mujeres que tuvieron su primer hijo después de los 35 años de edad se ha incrementado un 30% en los últimos cinco años. Estos cambios demográficos hacen que cada vez mas parejas deban recurrir a centros especializados para llevar a cabo tratamientos de fertilización asistida (ayudada).
Todos los análisis son válidos para explicar la importancia de la edad en la creciente pobreza reproductora de nuestra especie. Una vez asimilada la magnitud del problema, hay que intentar solucionarlo, desde el respeto a la situación personal de cada pareja y no desde una política demográfica global.
La responsabilidad de todos está en sensibilizar a la sociedad para que, a través de sus políticos, consiga que se den unas condiciones favorables para que las parejas jóvenes puedan crear pronto una familia de acuerdo a su voluntad.
¿Existe el envejecimiento del ovario?
En la mayoría de las mujeres, cuando el ovario envejece éste pierde progresivamente su dotación de óvulos, lo que se manifiesta con una elevación en la secreción de la Hormona Folículo Estimulante (FSH), una disminución en los folículos antrales del ovario y un incremento de los niveles básales de estradiol (estrógeno fundamental en la mujer, y de origen ovárico). En estas circunstancias, el ritmo de crecimiento de los óvulos que quedan se acelera y se acortan los ciclos menstruales.
La reducción del potencial reproductor se hace patente no sólo por el compromiso en la función de los ovarios, sino porque la calidad de los óvulos se ve alterada. Estudios genéticos han demostrado que los óvulos de mujeres en edad avanzada sufren fenómenos que alteran sus cromosomas, lo que contribuye a explicar la dificultad para conseguir gestación en estas pacientes y el mayor número de abortos en el primer trimestre de gestación en mujeres mayores de 35 años.
Por este motivo, es fundamental estudiar la reserva ovárica de cada paciente, para poder informarle de sus expectativas naturales de gestación y de su eventual necesidad de someterse a tratamientos de reproducción asistida que potencien su escasa fertilidad natural.
¿Existe alguna prueba que permita saber la cantidad de óvulos que le quedan a los ovarios ?
Antes de dar un pronóstico del potencial reproductor de una paciente determinada es obligatorio estudiar el estado de la reserva de óvulos. Para ello se debe analizar diversos parámetros como la edad, el tiempo de infertilidad, las causas que la producen, los niveles básales de FSH y estradiol y estudiar el número de folículos antrales del ovario mediante ecografía.
La determinación de FSH y estradiol se realiza mediante un simple análisis de sangre en los primeros días del ciclo, es decir, entre el tercero y quinto día de la regla.
En nuestra experiencia, niveles básales de FSH superiores a 10 ó 12 mUI/mL se observan en pacientes de más edad y se asocian a una peor reserva de óvulos. Y valores básales de estradiol superiores a 60 pg/mL, frecuentes al final de la década de los treinta, se asocian a una peor respuesta ovulatoria.
La ecografía transvaginal realizada también en esos primeros días de la regla nos permite evaluar la dotación de óvulos y establecer así un pronóstico.
De esta forma, las parejas infértiles deben procurar un diagnóstico certero y precoz a través de profesionales y centros especializados.
¿Cómo elegir el profesional y el centro donde tratarse?
La pareja tiene el derecho de conocer la experiencia y la formación del médico elegido en el área de la reproducción humana.
El especialista (www.samer.org.ar/especialistas_certificados.php) debe acreditar una sólida formación y una dedicación casi exclusiva al tema, además de contar con gran experiencia y todo un equipo especializado. Si fuera necesario recurrir a una técnica de reproducción asistida lo recomendable es dirigirse a los centros acreditados a tal fin por las autoridades competentes. Estos centros deben exhibir los resultados propios utilizando cada una de estas técnicas. En nuestro país la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMER) y la Red Latinoamericana de Fertilización Asistida (LARA).
En todos los casos se juega nada más ni nada menos que “el logro de la descendencia” por lo tanto el especialista debe ofrecerles siempre el mayor conocimiento científico y la mayor contención posible compartiendo los logros cuando los resultados son positivos o infundiendo fuerzas y esperanza cuando no lo son.
El diagnóstico certero y los tratamientos eficaces ofrecen hoy a las parejas infértiles posibilidades concretas de cumplir su anhelo de ser padres. Es fundamental por lo tanto llevar a cabo al menos los estudios básicos. Desafortunadamente perdura el derrotero con el que tantas parejas concurren a la consulta luego de haber transitado múltiples instancias sin alcanzar el fin esperado. Siguen cargando gruesas carpetas saturadas de estudios, tratamientos y frustraciones. Por lo general estas parejas manejan distintos grados de información acerca de su esterilidad. Algunos están confusos y sin rumbo, y carecen de los elementos necesarios para entender cuál es el problema que los aqueja. En otros, la inquietud personal y la necesidad de comprender y saber los convirtió en expertos, incluso accediendo a las últimas publicaciones disponibles para los especialistas vía Internet, que a veces los confunden más.
Lo importante es no perder el tiempo.
Profesor Dr. Natalio M. Kuperman
Doctor en Medicina y Cirugía
Especialista en Medicina Reproductiva