¿Cuándo la institución educativa propone un lugar real al niño o joven integrado?

Escribe:
Matilde Norma Soleri *

Cuando hablamos de integración en educación no sólo lo hacemos en el caso de la presencia de una dificultad concreta, real y visible como la que plantea un niño con una problemática específica (llámese dificultad auditiva, intelectual, motriz, social), sino que también hablamos de integración ante problemáticas particulares - a veces no claramente definidas- que presentan a la hora del aprendizaje escolar necesidades especiales ya que se manifiestan como dificultades en el aprendizaje o en la conducta no permitiendo que ese niño o joven enfrente el aprendizaje escolar tal como lo plantea la “norma”, aquella que me dice fríamente qué es “lo esperable” y por lo tanto culmina en el fracaso escolar.
Entonces, yo institución (directivos, docentes, comunidad educativa) que planteo la integración, que la propongo en mi proyecto educativo, le hago un lugar, porque “respeto” (comprendo, escucho y miro de un modo diferente porque la realidad es distinta) a este alumno/a (persona) que hoy está ante mí y me está pidiendo a su modo (cuando escogió esta institución y no otra) que lo ayude, que le haga un lugar, que lo entienda en lo que no siempre es fácil comprender; que escuche sus palabras además de oírlas, que interprete sus silencios y sus gritos antes de buscar acallarlos con más gritos o más indiferencia.
Tener un lugar es tener mucho más que un espacio físico, ser mucho más que un nombre en una larga lista de alumnos. Tener un lugar es saberse parte del mismo, es que te llamen y te busquen a pesar de… y que en esa búsqueda primero esté “yo persona”, después “yo alumno” y al final “yo capaz de…”
Cuando una institución educativa hace un lugar sabe que se ha propuesto un desafío, sabe que tendrá que remar muchas veces en aguas turbulentas, pero también sabe que de su valor, su entereza, su garra para la lucha depende el éxito o fracaso de ese alumno/a al que un día le dijeron “sí”, le abrieron las puertas y le propusieron remar juntos contra viento y marea, porque había un objetivo por lograr y ése era llegar a la meta, poder culminar con el ciclo educativo del cual es parte.
Hablar de integración escolar no es simple, no pasa tan sólo por decir “sí”, hablar de integración es ser capaces “como escuela” de entrar en el mundo de lo diferente, pero que por serlo es que el desafío se plantea.
Por todo esto es que cuando como escuela se incorpora en el proyecto institucional la integración como parte del mismo, se debe saber que hay que estar dispuestos a esto y a mucho más si fuera necesario, porque “allí está el desafío”.
A preguntas como las que siguen hay que tenerles claras respuestas si en una institución educativa se va a plantear la integración, sino sería mejor no hacerlo: ¿por qué y para qué como escuela me estoy planteando la integración?, ¿por qué la incluyo dentro del PEI (Proyecto Educativo Institucional), ¿por qué le digo “sí” a ese niño o joven que me pide un lugar diferente, especial? y digo diferente porque a mí como docente me va a plantear constantes desafíos, me va a llevar a pensar una y otra vez nuevas estrategias que permitan superar dificultades de aprendizaje o de conducta: me va a pedir sin hacerlo una y otra vez que no baje los brazos, que no le suelte la mano porque si lo hago, él se pierde y solo no es capaz de encontrar el camino…

* Licenciada en Ciencias de la Educación, psicopedagoga.
E-mail: matisoleri@hotmail.com
Docente del Instituto “Leibnitz” e IPEM 147 “Manuel Anselmo Ocampo”