Escribe: Juan Manuel Gorno
Una final con nombres reconocidos, energía desmedida, imprecisiones, pulsaciones a mil y racimos enormes de gente en las tribunas, a veces se define con el héroe más impensado. Y Rivadavia lo demostró ayer, en Plaza Ocampo, cuando su entrenador, Marcelo Santoni, mandó a la cancha a Franco Garis para romper el molde y cambiar el rumbo de la historia en el primer duelo ante Alem.
Desgarbado cuando corre, casi desprolijo en sus movimientos, sin goles para exhibir en el currículum de la temporada, pero efectivo en el partido soñado... Garis marcó, a los 25 minutos del segundo tiempo, el 1 a 0 que desató la euforia cabralense y dejó atónitos a miles de simpatizantes villanovenses que coparon la mitad de la "Placita".
De esta manera, el "Verde" sacó ventaja en la definición por el título de campeón del Apertura, aumentó la emoción para lo que viene y sostuvo la ilusión que arrastra desde el frustrado "sueño Provincial". Todo con marcados signos de justicia, más allá del esfuerzo de Alem.
Es que, a fin de cuentas, Rivadavia se erigió como superior desde la suma de situaciones de gol a lo largo de todo el encuentro, llevando su nivel de menor a mayor.
De hecho, aun cuando jugó mal y tuvo menos la pelota, el equipo cabralense estuvo cerca de ponerse arriba en el marcador en el primer tiempo, confiado en los arrebatos furiosos de Rodrigo Santoni, que definió errático en un mano a mano, y la presencia intimidante de Federico Ferrer, a quien le cometieron un penal enorme que el árbitro no cobró.
En ese primer capítulo donde se resaltó la fuerza por sobre las ideas, Alem fue la contracara, ya que tuvo la pelota en grandes pasajes y la intentó jugar mejor al ras del piso, sin embargo, dejó siempre la impresión que sus marcadas ausencias en ataque (los goleadores Federico Figueroa y Martín Porporatto) resultan difíciles de ocultar.
No obstante, Ernesto Morello, DT del "León", optó por tener mayor presencia en el mediocampo, con Claudio Grande como la herramienta que ajustaba la recuperación de la pelota, Diego Rivera más adelantado y un Ricardo Juárez iluminado, dispuesto a jugar libre -detrás del punta- para ofrecer lo más lúcido del partido en esa etapa.
"Ricky Maravilla" puso en vilo a una defensa cabralense que intentaba frenarlo de cualquier manera, a pesar que el diez estuvo a tiro del gol, a los 33 minutos, y que luego dejó, con un pase magnífico, mano a mano a Yamil Elhall con el seguro arquero José Gobbi, pero el posterior disparo del "Turquito" (quien venía tomado de la camiseta por Pascual Gudiño) terminó desviado.
El problema para Alem es que Juárez fue agotando las reservas para el complemento, en la medida que Grande tuvo inconvenientes de respiración, mientras Rivadavia sumaba mayor potencial ofensivo con el ingreso de Franco Gozzerino y el “Flaco” Garis.
Sin un dominador absoluto de las situaciones, el complemento fue una incertidumbre hasta los 20 minutos, cuando Gozzerino quitó la modorra con un remate alejado que besó el palo derecho del arco de Maggi. Fue una señal. Rivadavia despertaba justo cuando Alem parecía encerrarse en el laberinto que representaba la salida de Juárez.
Así, con el crecimiento en el juego de Franco Santoni, más la dupla con juego aceitado de Berterame-Strumia, el elenco visitante entendió que podía. Entonces, a los 25', Rodrigo Santoni recibió con claridad en un avance, desbordó por la derecha y metió un centro milimétrico que el “Flaco” Garis captó de cabeza para establecer el 1 a 0.
De ahí en adelante, Alem fue un puñado de nervios, un equipo que se desordenó por lógica de necesidad, mientras su rival acumulaba gente en defensa y soltaba a Franco Rojas para aportar una variante de ataque. De hecho, en cada réplica, el equipo cabralense pudo haber aumentado el marcador: Gozzerino se demoró en un disparo y el propio Garis, cara a cara con Maggi, se perdió un gol increíble.
Empujado por su gente, el "León" quiso rugir hasta el final, pero no le alcanzó con el temple ni tampoco surtieron efecto los jugadores que entraron desde el banco.
Rivadavia, por el contrario, tuvo en el ingreso de Garis la llave de la felicidad, producto de un salto de calidad, el mismo salto que pegó su equipo para quedar arriba en la serie por el título, nada menos.
