Los hermanos Seco llegaron a Villa María a finales del Siglo XIX. Aquí se
aquerenciaron y desarrollaron sus vidas. La ciudad los recuerda, o recordaba, mediante el túnel que pasa debajo de las vías ferroviarias cerca de la estación. El Túnel Hermanos Seco que desde hace algunos años se encuentra cerrado a pesar de los numerosos pedidos de parte de vecinos para que se lo restaure. Bernardo fue uno de esos hermanos. Según dice Jeremías Monti llegó a estas
tierras desde Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos. Aquí se estableció,
desarrolló su vida laboral, militó en su partido político llegando a ocupar cargos públicos
Hombre de la UCR
os Seco estuvieron relacionados al surgimiento del radicalismo en la ciudad. Eran siete hermanos: Francisco, Emilio, Juan, Bernardo, José, Benjamín y Enrique. Vinieron curtidos en las luchas políticas de aquel tiempo, incluso habían participado de la Revolución de 1890 junto a Leandro N. Alem.
En su obra “Villa María y su radicalismo”, Horacio Cabezas señala que “vinieron sucesivamente, en distintas épocas, procedentes de Rosario” hacia fines del Siglo XIX. Todos actuaron en política y en la vida comercial de la localidad. Bernardo supo tener, junto a sus hijos, una casa distribuidora de yerba mate en la esquina de Corrientes y Bartolomé Mitre. Según el propio Cabezas, tanto Bernardo como Francisco, fueron líderes radicales pero no siempre estuvieron en el mismo bando. Cuando los adherentes a este partido político se dividieron en azules y rojos, cada uno optó por parcialidad diferente. Bernardo eligió los azules y luego fue antipersonalista, en tanto que Francisco fue yrigoyenista.
Según una nota firmada por el mismo Seco en el año 1943, había nacido el 8 de marzo de 1876 y fue bautizado en la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar, de la ciudad de Fray Bentos, República del Uruguay. Se casó con Felisa Sánchez Quevedo, nacida el 16 de setiembre de 1888.
Bernardo falleció en esta ciudad el 9 de marzo de 1959. El municipio dictó un decreto adhiriendo al “duelo provocado por el fallecimiento del exintendente municipal, don Bernardo Seco, disponiendo que la Bandera nacional” permaneciera izada a media asta “en los edificios municipales, durante el día del sepelio”. La misma norma legal estableció, según se estilaba, que dos funcionarios concurrieran al velatorio. La designación recayó en el contador general Pablo Acevedo y el tesorero Tomás J. Nizetich, en tanto que el concejal José Antonio Pedernera despidió los restos del extinto. Ese mismo decreto recordaba que Bernardo Seco había ejercido la Intendencia entre 1916 y 1917 y que en “el cumplimiento de tales funciones evidenció su acendrado patriotismo, poniendo al servicio de la colectividad sus mejores afanes y su reconocido desinterés personal”.
Intendencia
Bernardo Seco accedió a la Intendencia mediante el triunfo electoral logrado en las elecciones de julio de 1916. Junto a él fueron elegidos los concejales Porfirio Seppey, Antonio Bonadero, Silverio Vijande, Víctor Salomón Kairús, Honorio E. Broggi y Francisco Seco.
No fueron aquellos tiempos tranquilos en lo político. Cuando Bernardo ejerció la Intendencia, se desarrolló un proceso político con fuertes discusiones que, a poco de haber asumido, llevó a la renuncia de concejales. Primó la discordia entre los sectores radicales. El 26 de noviembre de 1916 se realizaron las elecciones para remplazar al renunciante Seppey y al exonerado Broggi. En los comicios resultaron electos concejales José Sánchez y Antonio Aburrá, hombres del sector contrario al intendente. Bernardo había realizado una reforma impositiva relacionada con el cobro de alumbrado y riego. Esto no cayó bien en un sector de propietarios, lo que expresó una comisión que visitó al intendente pidiéndole que dejara la reforma sin efecto. Si bien la autoridad respondió negativamente, el ingreso de dos concejales contrario al Poder Ejecutivo cambiaría los equilibrios políticos. Ante esto, la parcialidad política liderada por Bernardo Seco, primero imposibilitó que los concejales electos asumieran el cargo. Luego, sabiendo que, según la legislación vigente, de producirse la acefalía municipal gobernaría una comisión administradora que no podría modificar las ordenanzas vigentes, Bernardo Seco renunció junto a sus concejales. El 25 de octubre entregó la Intendencia a Serafín Olivero, presidente de la comisión administradora. De esa manera Seco salvó su reforma impositiva.
En el Tomo II del Plan de Desarrollo de la ciudad de Villa María, editado por el Centro de Documentación e Información Educativa, acerca de la renuncia de Seco se dice “con el recurso, un tanto heroico, de su renuncia, el señor Seco aseguró la supervivencia de las reformas introducidas por él, en el régimen impositivo municipal según la ordenanza general por él inspirada y promulgada y que ha dado resultados benéficos para el progreso de Villa María”. Esa fue la manera en que terminó la Intendencia de Bernardo Seco.
Semblanza
Luego de su fallecimiento el diario provincial Córdoba, en su edición del 25 de setiembre de 1959, publicó una semblanza de Bernardo Seco surgida de la pluma del escritor local Jeremías P. Monti. Entre otras cuestiones el hombre de letras escribió acerca de Bernardo Seco: “El 9 de marzo del corriente año, a la una hora dejó de latir. La noble víscera había sido como el caballito criollo que cantara Roldán. De galope corto y de aliento largo; pero la jornada había sido desmedida -casi 83 años- y el aguante tuvo su límite actual”. A continuación pasa a describirlo como un hombre sencillo “fuerte y modesto” pero con “un grave defecto: no era doctor. Y en esta bendita tierra en que el noventa por ciento de los doctores son apócrifos… En los mítines no se podía gritar: “¡viva el doctor Bernardo Seco!, sino que se gritaba ¡Viva don Bernardo!…”.
Jeremías Monti también habla de la relación de Seco con Alem. Dice:
“Allá por el año 1893, en Rosario, Santa Fe, conoció al doctor Leandro N. Alem. Era un doctor de verdad que en la lucha por el laicismo había estado, nada menos al lado de Sarmiento. Era doctor de verdad y además, poeta: la barba florida, la mirada centellante y el hablar ungido de emoción. Porque el padre había sido mazorquero, llevaba como una flor escarlata en el ojal del saco, su dolor de oprimido. Era el verbo…”.
Pensión
En mayo del 43 Bernardo Seco, en su calidad de exintendente de la ciudad solicitó una pensión municipal según lo establecía la Ordenanza N° 833. Entonces declaró no poseer bienes ni rentas de ninguna índole. El informe de las oficinas municipales así lo corroboraron, incluso señalan una propiedad en calle Corrientes 622 pero que, aclaran, pertenece a su hijo Viterbo Guillermo Seco. Luego de valorar la situación el entonces comisionado municipal, teniente coronel Juan Carlos Estivill, dictó el Decreto N° 215 fechado el primer día de diciembre de 1943, cuyo primer artículo reza “Otórgase al exintendente don Bernardo Seco la pensión mensual de doscientos pesos ($200) moneda nacional, establecida por la Ordenanza N° 833”.