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"El mejor espejo es un viejo amigo”. Conocida frase del escritor inglés del Siglo XVI George Herbert.
En la semana del amigo, viejos compañeros de ruta se cruzaron en la Villa en el transitado y siempre resbaladizo territorio político.
Sí, fueron días trajinados, producto de la campaña rumbo al 11 de agosto y Villa María se convirtió en una de las niñas mimadas por los que pretenden tener un lugar en el trono de las urnas.
La mayor pulseada, la protagonizaron el gobernador José Manuel de la Sota y el intendente Eduardo Accastello.
A la misma hora y en distintos lugares el peronismo amasó sus estrategias, su folclore y sus olvidos. Ya no están caminando codo a codo, como en las elecciones de años anteriores, hoy andan con los floretes en la mano intentando darse un toque pero sin el afán de destruirse.
Tanto el Gallego como Eduardo Luis fueron muy cuidadosos a la hora de las palabras y evitaron la confrontación directa.
El líder villamariense actuó como un verdadero lobo y con inteligencia marcó su territorio.
Dos movidas fuertes hizo el principal referente del PJ local.
Por un lado reunió a “quinientos pesos pesados” en una cena en el Amerian con la finalidad de recaudar fondos para la campaña y presentar los candidatos del Frente para la Victoria.
Entre canapés, pastel de carne al estilo gourmet, helados y buenos vinos Accastello puso el primer moño del regalo del Día del Amigo para Juan Manuel.
Pero, también pensó en la otra cara de la moneda y la misma noche organizó a través de los MuniCerca y centros vecinales diez fiestitas con comida, espectáculos y sorteo para celebrar una de las riquezas más importantes de la vida. “La amistad es un don preciado que hay que alimentar día a día. Hay que expresar nuestros sentimientos a los amigos que son quienes sabemos que siempre están, en todo momento y situación”, afirmó el intendente ante los vecinos.
Rápidamente la calculadora oficial tiró datos: Eduardo Luis levantó la copa con más de dos mil personas en los distintos barrios y cenó con más de quinientos comensales en el lujoso hotel de ruta 158. Todo en tiempo récord y mientras los bombos sonaban sin cesar en el Club Rivadavia.
A pura marchita
“¡Dios mío, líbrame de mis amigos! De los enemigos ya me encargo yo”, Voltaire.
El folclore peronista estuvo en su máximo esplendor en el salón de calle 25 de Mayo. Juan Manuel llegó acompañado de su tocayo Juan Schiaretti y los principales funcionarios de su Gabinete.
En el palco, se juntaron viejos amigos de Eduardo devenidos en examigos, entre ellos Raly Costa que coordinó con su gente “no ir con banderas” de su agrupación al acto.
Una de las sorpresas fue el locutor. Sí, el hombre que siempre puso la voz en las caravanas y acontecimientos partidarios del villamariense, Enrique Pires, fue el maestro de ceremonias.
Una gaseosa y un pebete fue la invitación gastronómica del encendido acto que, según los espías, no tuvo la masiva concurrencia esperada por los organizadores.
El blanco preferido del Gallego fue el Gobierno nacional y como era previsible anunció la fecha de inauguración del nuevo Hospital para octubre, unos días antes de las elecciones legislativas.
En el calor de la noche de julio, se cantó a viva voz la marcha peronista.
“Ni vencedores ni vencidos”, susurraron por lo bajo algunos asistentes que están seguros de marcar las diferencias el próximo 11 de agosto en las urnas. “Le vamos a ganar bien al kirchnerismo, no tiene sentido que confrontemos con la gente de Eduardo”, murmuró uno de los operadores delasotistas mientras cantaba sin desentonar “todos unidos triunfaremos”.
Otros fuegos
La semana tuvo otros visitantes de origen peronista y exfuncionario del Gallego. En la Villa, Luis Juez le hizo el aguante a Ernesto Martínez aclarando que el interés de su partido está puesto, fundamentalmente en 2015.
El candidato de Juez se limitó a cuestionar duramente al peronismo cordobés y al radicalismo. “Somos la única oposición”, aseguró.
La frase no le cayó bien al hombre del PRO, Héctor Baldassi que anduvo repartiendo “tarjetas amarillas” junto a Darío Capitani. “Oposición somos nosotros”, señala Baldassi cuestionando al kirchnerismo y agitando la bandera de Mauricio Macri, un dirigente que también se siente cómodo con el sello peronista.
Todos, de una forma u otra, se miran de reojo en el espejo de “viejos amigos” que ya no comparten ni la misma mesa ni el mismo fuego.