Acaba de ver la luz “un puntito negro”, el cuarto poemario del escritor villanovense. En esta entrevista, Borga habló de los temas que
atraviesan toda su obra: el abuso infantil, la inocencia mancillada, el ego de los poetas, la política nacional, la soledad y su adhesión incondicional al kirchnerismo.
Nació en 1960 en Villa Nueva, donde vive actualmente. Ha publicado cuatro libros de poesía; “Patitos degollados” (2002) y “Hermoso niño rubio” (2006) (ambas ediciones de autor), “Para vos NO” (2010), en ediciones Llanto de Mudo, de Córdoba, y “Un puntito negro” (2013), en Ediciones Cartografías, de Río Cuarto. También ha publicado una compilación de trabajos editados e inéditos bajo el nombre de “Poesía reunida” (2009), por Llanto de Mudo, y ha participado de las antologías “Once Titular” (2011) por Llanto de Mudo también y “Dieciocho” (2011) por la editorial cordobesa Tinta de Negros. En el año 2003 obtuvo el premio provincial de poesía “Glauce Baldovin”, para autores inéditos junto a tres autores cordobeses.
Hace más de 20 años que Gustavo Borga es ferroviario. Sin embargo, en sus poemas no hay trenes. Quien se aventure a leer sus libros encontrará un tesoro mucho más valioso que la mera descripción de su vida entre los rieles; hallará a cambio puñados de poemas como sacados de un desierto de oro en polvo. Poemas breves como haikus. Poemas pulidos como sentencias. Poemas concentrados como versículos bíblicos. Y cada uno de esos poemas será portador de un grandísimo poder. A veces curador. Otras veces catártico. Y como ningún otro abogado de los desposeídos, sus versos pondrán en el tapete los temas más urticantes del hombre “civilizado” de Occidente como muy pocos autores lo han hecho en toda la literatura hispanoamericana. Y es que ya se sabe, nuestra cultura es más propensa a ocultar que a exponer, a silenciar que a denunciar, a eludir el tabú más que a enfrentarlo.
La familia como célula perversa que desmorona los cimientos de un hijo en vez de constituirlos, los abusos contra la infancia o la necesidad de matar al “niño interior” para que ya no reclame lo que nunca le será devuelto son algunos de los puntos más álgidos de “Patitos degollados”, el primer poemario con que Gustavo debutó en 2002 de la mano de una modesta y bellísima edición de autor. En la tapa, manchas de sangre o de tinta, preanunciaban un degüello tan literario como personal. Como muestra, valgan estos tres poemas:
“Todas/ las noches/ me degüellas// Padre/ ¿Qué soy?// ¿Niña o cordero?”.
“Murió// Niños violados/ orinan sus heridas// Murió// La luna vomita mierda/ sobre su rostro// Murió/ Yo escupo sus manos// Murió// No debió nacer”.
Y por último: “Con una mano/ escribe/ Con la otra/ asfixia// a un niño”.
En 2006 con “Hermoso niño rubio”, la temática del primer libro se profundiza desde la tapa, con el dibujo de un chico leyendo inconsciente y feliz al borde de un precipicio. “Ya me colocaron/ la bomba en el cuerpo// Cuando suba al avión/ buscaré entre los pasajeros/ al hermoso niño rubio// Me lo imagino/ leyendo una historieta// Quizás le diga/ Hola Gustavo// Lo abrazaré tiernamente/ y apretaré el detonador”.
En 2010, “Para vos NO” abre el abanico poético en varias direcciones, tomando distancia del núcleo familiar y revelando una pequeña radiografía social de la Argentina: los chicos que no saben leer (y a quienes están dedicados los poemas), los torturados durante la última dictadura militar, el paso de Evita por la ciudad, las hostias mordidas de la represión católica y (acaso entre los textos más sentidos) los dedicados a la poeta villamariense Edith Vera (1925-2003), una reflexión del destino de los artistas en una ciudad sin poesía.
“Edith escribe/ poemas// un ángel los deja/ sobre el techo/ del geriátrico// de noche los niños/ trepan a sus casas/ miran en silencio/ el único techo// iluminado”.
Si bien “un puntito negro” propone una veta inédita en la poesía de Borga (una primera parte con un largo poema subdividido bajo el título del libro), en lo temático vuelve a plantearse una de las preguntas más radicales de toda su obra: ¿cómo habitar el mundo con la inocencia de la niñez? Y en este aspecto, el fabuloso simbolismo del puntito negro que salta de la hoja hacia el cuerpo del poeta es la mancha que impide esa vida soñada. El puntito negro puede ser leído como “el pecado original” del Génesis, como “el crimen que no se puede nombrar” del que hablaba Erdosain, personaje de “Los siete locos” de Roberto Arlt, o acaso como el irracional sentimiento de culpa de Joseph K en “El Proceso”, de Franz Kafka (y Borga es un ávido lector de ambos autores). Sin embargo, la segunda parte del libro titulada “Pequeños tajos” es un verdadero popurrí de los temas sociales de su libro anterior: los montoneros, las hostias desacralizadas, el ego de los poetas, su incondicionalidad a la presidenta de la Nación y, sobre todas las cosas, el cuestionamiento a la familia y un intento de ajustar viejas cuentas pendientes: “Volver al cuerpo/ donde he nacido// asesinar/ desde adentro/ a mi madre”.
Pero fuera de las suposiciones teóricas de este simple periodista, nada mejor que hablar con el propio autor acerca de su poesía, con todo lo que pueden (y a la vez no pueden) revelarnos los autores respecto al acto creativo.
Charla con un poeta hermético y popular
-¿Cómo nació la idea central de tu último libro?
-Tiempo atrás escribí un poema en el que yo me imaginaba a mí mismo escribiendo. Y de pronto, sobre la hoja en blanco de mi imaginación, aparecía un puntito negro y ya no podía seguir. No sé en qué momento imaginé que el puntito saltaba de la hoja en blanco a mi cuerpo. Pero a partir de entonces salieron otros poemas que tratan sobre el mismo tema. Los escribí a todos en un día.
-¿Qué significa el puntito negro para vos?
-No sé, es algo que está ahí, que me pica como un bicho, que jode. Una mancha. Es una cosita molesta. Quizás yo sienta culpa de algo. A lo mejor es bueno tener un puntito negro adentro y que cada uno le dé el significado que quiera. A lo mejor todos tenemos un puntito negro en nuestras vidas. Quizás muchos lo tienen y no lo ven o todavía no lo han localizado.
-La vulnerabilidad de los niños es uno de los puntos más recurrentes de tu obra, ¿por qué?
-Los niños en esta sociedad la pasan mal. Los padres no están a la altura de los niños. Los niños son mágicos. Los únicos poetas de verdad son los niños. Los niños no son culpables de nada. La mayoría de los padres son brutos. Casi todos los padres, consiente o inconscientemente, lastiman a sus hijos. Los padres, en general, arruinan la vida de sus hijos. Casi todos los padres me dan asco. Son peor que los animales.
-Contame acerca de la segunda parte de tu libro, “Pequeños tajos”.
-En esa parte volví a mi primer libro, a ”Patitos degollados”. Creo que la temática es el abuso sexual y sus consecuencias.
-Además de esa vuelta, hay varios poemas dedicados a la izquierda y a Firmenich, ¿por qué?
-Milité siete años en el Partido Comunista y renuncié por la falta absoluta de democracia interna. Esa es la razón por la cual los dirigentes del PC cometieron tantos errores, por no consultar a los militantes de base. Eso que los comunistas argentinos llaman “centralismo democrático” es una mentira.
-También tenés un poema dedicado explícitamente a la presidenta de la Nación.
-Soy kirchnerista. Estuve primero con Néstor y ahora estoy con Cristina. Este Gobierno nos devolvió la dignidad. Defiende a los trabajadores, a los que menos tienen. Creo profundamente en “La Cámpora”. De esa organización saldrán los futuros dirigentes que harán, con el apoyo del pueblo, una Argentina socialista.
-La hostia mordida y desacralizada es una imagen recurrente…
-En mi poesía, el cuerpo (ya sea de los padres, las madres, los hijos, los amigos o las mascotas) aparece casi siempre fragmentado. La hostia, que es el cuerpo de Cristo, también. No se salva nadie.
-En tu tercer libro decís “escribo para los chicos que no saben leer”. Sin embargo, hay en tu poesía una simbología muy profunda. ¿Te considerás un poeta popular o hermético?
-Yo no soy profundo. Soy bastante simple. A mí siempre me importó mucho que se me entienda. Si no me leen los niños que no saben leer, entonces fracasé.
-La última pregunta, Gustavo. ¿Es posible habitar la Tierra con la inocencia de un niño?
-Yo creo que se puede habitar la Tierra en un estado de inocencia. Decía Masajo Suzuki (poeta japonesa) “Debemos reconquistar el candor infantil a través de largos años de ejercitación en el arte de olvidarnos de nosotros mismos”. Y yo voy a lograr eso. Yo voy a lograr ese candor infantil. Yo seré como un niño algún día.
Iván Wielikosielek
Tres poemas del último libro
*
Venía escribiendo bien
hasta que un día
de la hoja en blanco
brotó un puntito negro
traté de borrarlo
cambiar la hoja
fue inútil
escribo lo mismo
pero no es lo mismo
con esa cosa ahí
*
el poeta más grande
de una ciudad pequeña
me preguntó
tenés hambre?
muero de hambre
le dije
pero de tus poemas
no voy a comer
* a Cristina Fernández de Kirchner
la rosa
que el viejo plantó
hace muchos años
en un tarro
en el que decía
Y P F
hoy floreció