Cuando nos aproximamos a cada elección vemos la misma película: las campañas de los candidatos.
Es algo a lo que este juego democrático nos ha acostumbrado, sin embargo lo que impacta es la enorme evolución de la preparación de las campañas, de la planificación y coordinación con el fin de optimizar los recursos al mejor estilo empresarial.
A todo buen observador no se le escapa cómo el marketing y la publicidad política se han adaptado a los nuevos tiempos: a los típicos avisos gráficos podemos sumarles una nueva batería de modalidades como lo son los mensajes por celular, llamadas al teléfono y hasta las tan ponderadas redes sociales.
De esta forma, tal como las empresas planean su estrategia de marketing y publicidad para consolidar su marca y aumentar sus ventas, los partidos políticos y sus candidatos buscan apuntalar su imagen y ampliar la cantidad de votos. Los estudios de mercado son suplantados por estudios y sondeos de intención de votos, de preferencias.
El esfuerzo vale la pena, el botín es más que jugoso, para el partido representa consolidar su espacio de poder, para el político de turno representa un cargo público legítimo.
Como es obvio, el bombardeo se vuelve intensivo y la seducción a fin de “maximizar” la cantidad de votos no escatima gastos. De allí surge la creatividad publicitaria más variada, desde el “síganme”, el “saltemos el charco” hasta el “dicen que soy aburrido”.
Teoría Económica
En 1986 James McGill Buchanan ganó el premio Nobel de Economía por sus investigaciones sobre la teoría de la elección pública.
Esta teoría que se desprende de la teoría microeconómica, traza un paralelismo de la maximización de beneficios de las empresas o consumidores con el comportamiento equivalente de los burócratas y políticos; es decir, supone que el político de turno es un individuo racional en busca principalmente de cumplir sus propios intereses, y que sólo después de determinado estatu quo buscará el bienestar social.
Por supuesto que la potencia de las comunicaciones desnuda y obliga a los funcionarios cada vez más a pensar y actuar sobre las demandas sociales, a ser pragmáticos y a efectuar obras con el mayor consentimiento social, con mayor rédito político.
En suma, el análisis trata de relacionar la economía con la política, y resulta muy útil para entender o descifrar nuestra realidad diaria.
Cuando observamos el comportamiento de nuestros líderes bajo este prisma, podemos descifrar que el comportamiento del funcionario público, como ser racional, busca dentro de sus límites maximizar la utilidad de su cargo, es decir, obtener el máximo provecho del mismo.
Claro está que como resultado de esta lógica, cualquier funcionario va a buscar crear las condiciones adecuadas para elevar la cuota de poder de la que goza y mantenerse lo más posible en el mismo. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Licenciado Alfredo Koncurat
Asesor- Consultor de Empresas
www.alfredokoncurat.com.ar