A ti
Nuestro amor sin sombras y sin desengaños / como las doncellas con su gracia en flor; / por sus primaveras cuenta ya 15 años / y esta es, a fe mía, la edad del amor…
Quien así festeja quince años de matrimonio, destacando su fidelidad y entrega, es, nada más ni nada menos que Leopoldo Lugones, excelente poeta cordobés, aunque… dueño de grandes contradicciones, escribe en periódicos socialistas (La Vanguardia), y abraza más tarde con el mismo tesón los golpes de Estado (La hora de la espada), canta loas a la monogamia y mantiene en su madurez relaciones extramatrimoniales con niñas demasiado jóvenes.
¿Cuál fue su gran amor? ¿Juana? ¿Emilia? o…
Don Leopoldo
Nace el 13 de junio de 1874 en Villa de María del Río Seco, al norte de la provincia de Córdoba. Sus padres Santiago Lugones y Custodia Argüello. Leopoldo es el mayor de cuatro hermanos, por eso cuando la familia se traslada a vivir a Santiago del Estero, su madre sostiene que su hijo mayor debe estudiar.
El Colegio Monserrat de Córdoba tiene el prestigio suficiente, allí estudiará Lugones, la casa de su abuela materna será su nueva morada.
¿Cómo es Córdoba a fines del Siglo XIX? ¿De qué manera influye en este alumno que ha dado sobradas muestras de inteligencia y capacidad?
Córdoba es una ciudad que crece, ferrocarril, inmigrantes, tierras, hacen la diferencia. Son tiempos de cambios profundos, de movimientos sociales, de grandes sacrificios y también de grandes fortunas, de periodistas incisivos y de profusión literaria. Lugones forma parte de esa pléyade de jóvenes que cree en el progreso indefinido, ama la poesía y bajo el seudónimo de “Gil Paz” aparecen sus primeras publicaciones. La alta sociedad cordobesa se deleita en el Teatro San Martín, escuchando a este joven recitar sus poemas, vigorosos, exaltados, ácidos. Además sus artículos en “El pensamiento libre” son leídos con avidez. Para muchos es la gran promesa, entre ellos el profesor Carlos Romagosa, quien lo recomienda al director del diario Tribuna en Buenos Aires “creo que llegará a ser pronto uno de los renombrados poetas argentinos”. En realidad, Leopoldo está buscando trabajo estable, se ha enamorado de Juana González y quiere ofrecerle un futuro mejor.
Juana González
Son los hermanos de Juana, Juan y Nicolás, los que sin proponérselo, propician el amor entre Juana y Leopoldo. Ellos son los amigos de Leopoldo, la barra del barrio, los que vagabundean por las calles cordobesas en busca de emociones y...son también los que invitan a Lugones a su casa. Allí está Juana, el piano, una amiga…miradas encontradas y un amor que nace. Los encuentros son cada vez más seguidos, pero también las exigencias por parte de Don Esteban, el padre de Juana, que pretende que su hija tenga algo más que poesía, de ahí el propósito de Leopoldo de buscar nuevos rumbos, Buenos Aires lo espera…
Las recomendaciones de Romagosa han caído en tierra fértil, Leopoldo comienza una ascendente carrera. Ahora puede volver a buscar a Juana, se casan por civil en 1896, unos días de luna de miel y una nueva vida en Buenos Aires. Un año más tarde reciben con alegría a su único hijo Leopoldo (Polo) Lugones.
Juana dedicada a su marido, mimada con poesías de amor, Leopoldo inmerso en una vertiginosa carrera. Integra un prestigioso grupo de escritores, entre los que se cuentan José Ingenieros, Ernesto de la Cárcova, Roberto Payró y a los 22 años ya es columnista del diario La Nación. Publica su primer libro “Las montañas de oro”, al que le seguirán versos sensuales e irónicos en Los crepúsculos del jardín, la frivolidad y la melancolía en Lunario sentimental o la emotividad en Odas seculares.
Paralelo a su pasión por la poesía corre su carrera: inspector de secundaria, inspector general, premio Nacional de Literatura, director de la Biblioteca Nacional de Maestros. Lo que no sabía, era que justamente cumpliendo su labor de director de la Biblioteca, conocería a quien le haría abandonar la monogamia y lo arrastraría a un laberinto pasional indescriptible, justamente a él que parecía controlar todo…hasta las emociones.
Emilia Santiago Cadelago
¿Puede el ser humano sentirse tan omnipotente? ¿Creer que puede manejar los hilos de su historia sin ningún tipo de sorpresas? A juzgar por lo que relataremos a continuación NO.
La hora del destino
Lo que aquella tarde me cambió la vida / dejando a la otra para siempre atada, / fue una joven suave de vestido verde / que con dulce asombro me miró callada…
¿Quién es Emilia? ¿Quien es la depositaria de estos versos?
Emilia es una alumna del profesorado que acude al gran maestro en busca de la obra Lunario sentimental, no consigue ese libro, pero…comienza un gran amor. A partir del primer encuentro, el antes estructurado poeta comienza a cambiar sus costumbres, a inventar nombres, salidas, a vivir un amor apasionado e intenso, ya no habla de monogamia, ahora sólo quiere compartir con esta niña la mayor cantidad de horas, le escribe poemas, la busca, la ama como nunca había amado.
Así, hasta mi hondo quebranto, / de la eternidad viniste, / para hacerle a mi alma triste / la caridad de tu encanto.
En tu hermosura serena, / puso mi llanto sombrío / el exceso de rocío / que hace inclinar la azucena
Su hijo... ¿su enemigo?
Leopoldo pasa largas horas fuera de su casa, recibe llamadas misteriosas, está exultante, su cambio es notable o por lo menos lo es para su hijo, ese hijo formado en la más recia conducta, ese hijo policía, el Polo Lugones, el creador de la picana eléctrica. Ese hijo, no está dispuesto a entender lo que pasa con su padre, antes prefiere declararlo insano, que pase sus días en un manicomio.
Aceptar a su padre con una amante nueve años menor que él, eso nunca.
Lo persigue, atormenta, presiona a la familia de Emilia, hasta que logra su cometido: separar a los amantes.
La vida para Leopoldo pierde sentido, Emilia se ha distanciado, prefiere no verlo antes que visitarlo en un lugar para enfermos mentales.
Su hijo ha firmado, sin proponérselo, su carta de defunción, el suicidio sobre el que tanto había escrito el poeta, comienza a ser una opción.
Una nueva amante, también joven, exitosa, gran poeta, Alicia Domínguez, con ella intenta recuperar su vida, pero la herida no cede, con Emilia partió su alegría.
De forma perfectamente premeditada, el 18 de febrero de 1938, habla con Alicia, se comunica con su mujer, Juana, anunciándole que iría al Tigre a descansar, y allí… la mezcla fatal, whisky y cianuro, el poeta, el escritor, el periodista, dejaba este mundo.
Ausencia
Todo, amada, en tu ausencia siempre larga te llora: / el silencio y la estrella, la sombra y la canción.
Lo que duda en la dicha, lo que en la duda implora. / Y, luego…este profundo sangrar del corazón.
Cómo no ha de llorarte todo lo que es hermoso / y todo cuanto es triste porque es capaz de amar, / si tu ausencia ¡tan larga! Se parece al reposo / de la luna suicida que se ahoga en el mar.
Con tu ausencia anochecen la alegría y la aurora / la esperanza es angustia, sinsabor el placer. / Y hasta en la misma perla del rocío te llora / Lo que tiene de lágrima toda gota al caer.
Leopoldo Lugones
María Elena Caillet Bois
Especial para EL DIARIO