Días atrás, la UNVM organizó unas jornadas internacionales con la temática: “Problemáticas en torno a la enseñanza en la Educación Superior, diálogo abierto entre la Didáctica General y las Didácticas Específicas”. La conferencia inaugural estuvo a cargo del doctor en Comunicación e investigador chileno Juan Cristóbal Cobo Romaní (Universidad de Oxford, Inglaterra), quien disertó sobre: “Cultura digital, aprendizaje permanente y co-creación: aceleradores en la sociedad de la innovación”, y luego respondió a las siguientes preguntas.
¿A qué alude la idea de “aprendizaje invisible”?
- Trata de poner sobre la discusión una variedad de aprendizajes que existen mucho antes que la educación formal: el aprendizaje basado en la experiencia, en la observación, la comunicación entre pares, que hoy simplifican y diversifican a través del uso de las tecnologías digitales. ¿Por qué invisible?, porque queda un poco fuera del radar de los instrumentos de evaluación tradicional. No está presente en los currículum ser proactivo, generar empatía o tener capacidad de liderazgo trabajando con personas de otras culturas, pero hoy son tremendamente importantes. En alguna medida, las tecnologías favorecen y brindan una plataforma apropiada para eso, pero la gran bandera que hay detrás es que muchos de estos aprendizajes ocurren fuera del aula.
¿Qué rol desempeña la incorporación de las nuevas TICs en el aula?
- En general, el discurso de las últimas tres décadas ha estado orientado a la línea de sugerir que las TIC favorecen los procesos de aprendizaje más rápido y se convierten en amplificadores. Pero lo que hemos visto con la evidencia es que amplifican las prácticas contemporáneas: si un profesor es buen docente y genera una mejor relación con los alumnos sin tecnología, con ella es muy probable que pueda ir a la misma línea. En tanto, si un docente pone mucho énfasis en la transferencia de contenidos es muy probable que utilice las tecnologías para decirle a los estudiantes que bajen esos contenidos a sus computadoras. Creo que el debate está en cómo hacer una buena incorporación de esta herramienta; eso implicará más que poner mucha tecnología, cambiar muchas prácticas.
Articulaciones
¿Considera que se encuentran articulados los contenidos académicos con la práctica laboral?
- Existe una profunda crítica a este desencuentro entre muchos de los contenidos curriculares que existen en las estructuras de Nivel Superior y las demandas del mundo del trabajo. Este contexto es complejo porque no se trata de que los del mundo del trabajo son los buenos y los profesores los malos, eso sería una simplificación. Lo que si vemos es que existe una falta de diálogo entre estos mundos, además creo que el tema de las dosis, de las intensidades de consumo de contenido, también son fundamentales. Hoy predomina la idea de tener a una persona 4 ó 5 años en un aula entregándole contenidos y evaluándolo cada cierto tiempo.
Tras el programa Conectar Igualdad, ¿cuáles serían las estrategias en la formación de nuevos docentes?
- Me parece que es un proyecto que trae muchas posibilidades. Estoy convencido de que existen esfuerzos parecidos en otros lugares de América Latina. Me encantó ver que hay un fuerte énfasis en, por ejemplo, enseñar a los niños a programar no porque todos tengan que ser ingenieros, pero cuando uno entiende cómo funciona la tecnología, tiene una posición distinta frente a los dispositivos. ¿Cómo avanzar en la inducción? Yo creo que más que llenar a los profesores de cursos, que es difícil, caro y complejo y no siempre se tienen resultados efectivos porque tienen mucha carga de actividades, la estrategia está en fomentar prácticas de transferencia “uno a uno” entre los propios docentes.
¿Cuáles son los conceptos clave para pensar la educación superior en América Latina en el Siglo XXI?
- Creo que la apertura, ya que nos resulta mucho más fácil que en otras regiones del mundo por tener una lengua común. Hablo de apertura cultural, no sólo de contenidos. Pienso que la creatividad y el emprendimiento son otros elementos fundamentales. No se trata de que todos tengan empresas en Silicon Valley, pueden ser emprendimientos sociales. Ellos son aceleradores de muchas de las actividades que creemos que son fundamentales para la educación superior latinoamericana en el Siglo XXI. Prensa UNVM