Acabo de leer en EL DIARIO una nota crítica*, si bien respetuosa, respecto de Antonio Sobral, relacionado con su cuestionamiento de los torneos infantiles Evita, allá por los años 1948 y 1949. El autor de la nota, pese a esa crítica, rescata la dimensión del maestro, que compartimos los miles de alumnos formados en ese ámbito de educación profundamente democrática, que fue su aporte indiscutible.
Pero además de ello, quiero poner de resalto una cualidad ética y política de Sobral, a quien tuve el privilegio de conocer de muy cerca, trabajando en su diario Orientación en aquella Córdoba de 1957. Pese a no provenir del peronismo, Sobral, desde la dirección del matutino asombraba día a día con la valiente defensa de los trabajadores y de los políticos en un duro proceso de represión. Tosco y Atilio López desde esa CGT de la resistencia encontraron en ese medio una herramienta diaria de expresión.
Una paradoja: pude comprobar que algunos de los que en 1952 arreciaron contra el Instituto Rivadavia y descabezaron la institución orientada por Sobral (en la que estudiaban hijos de trabajadores peronistas y de todas las expresiones políticas) invocaban en ese atropello una identidad oficialista. Pero después de 1955 integraron los conocidos comandos civiles, en tanto que Sobral desde su medio de prensa se jugaba con entereza y sin dudar por los perseguidos. Sus editoriales eran una clase diaria de periodismo político democrático. Recuerdo que una decena de estudiantes universitarios cordobeses que trabajaron ese diario, provenientes todos ellos de esa militancia universitaria y crítica a la gestión de la autodenominada Revolución Libertadora, descubrieron la envergadura moral, cultural y política de Antonio Sobral, defendiendo desde ese bastión periodístico al peronismo en el ostracismo, con toda naturalidad. Quienes lo conocíamos de antes, como estudiantes de su escuela democrática, no nos sorprendía esa conducta y autenticidad de don Antonio Sobral. Confieso que es de esa época que se consolidó mi mayor admiración hacia él, porque antes no tenía la capacidad suficiente para darme cuenta de toda su calidad, aún cuando como adolescentes defendimos su obra educativa injustamente atropellada en 1952. En esa defensa de la escuela arrebatada, estuvieron también los hijos de trabajadores peronistas, que defendían así esa escuela de democracia, sin exclusiones, abierta y plural. De modo que una reconstrucción de la personalidad de Sobral exige el rescate de estos datos vivenciales que testimonian su relevancia como modelo de intelectual comprometido con las causas profundamente populares.
Soy deudor agradecido de sus hechos y actos, consecuente con su palabra. Me hubiera gustado tratarlo muchos años más.
Moisés Meik
* Meik hace referencia a una nota publicada el martes pasado titulada “José Ingenieros y Antonio Sobral también pudieron equivocarse”, sobre reflexiones del doctor Leo
Ambrosino