Sirven o son una mentira? ¿Tienen base científica? Estas son algunas de las preguntas que busca contestar en una reciente charla Valeria Edelsztein, autora de “Los remedios de la abuela”. Con ejemplos claros, la especialista analizó los principales mitos de esta práctica, fuerte llamado a no automedicarse y consultar siempre a un profesional ante cualquier dolencia.
Hay tantas recetas caseras para curar el dolor de muelas que un libro no alcanzaría para reseñarlas. Lo mismo para curar un empacho o un problema respiratorio. Incluso para dolencias más graves, la sociedad va acumulando distintas formas de medicina hogareña que es difícil abarcarla. Pero no siempre lo que pasa de generación en generación es cierto. Ni efectivo. Buscando desmontar algunos mitos (peligrosos) y darle sustento a algunas prácticas, Valeria Edelsztein escribió “Los remedios de la abuela”, un libro que indaga sobre estos medicamentos caseros que todos conocemos. En una reciente charla, la especialista intentó despejar dudas sobre algunos de estos procedimientos.
Edelsztein es doctora en química e investigadora del Conicet y días pasados estuvo en el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (Inifta) dando una charla sobre su libro, un compendio de algunos de los remedios caseros más conocidos, que en muchos casos no tiene base científica y se perpetuaron en el tiempo por mera creencia. Así, la especialista habló de los “por qué” de algunos clásicos como el clavo de olor para el dolor de muelas, la sopa de pollo para el resfrío, el jugo de remolacha para la presión, la zanahoria para la vista, la miel para la tos , y el anillo de oro para los orzuelos, entre otros.
“Hay trucos de los que todos echamos mano con frecuencia y que, si bien son conocidos, tradicionales y muchas veces eficientes en sus resultados, poco se conoce sobre su origen y fundamentos”, dijo la especialista, que subraya la importancia de la consulta al médico en todos los casos. Pese a esto, resaltó que las llamadas recetas de la abuela tienen alguna base científica. Edelsztein repasó los principales tópicos de “Los remedios de la abuela. Mitos y verdades de la medicina casera”, un libro que integra la colección “Ciencia que ladra”. “Lejos de tratarse de meras leyendas, en casi todos los casos los alimentos o materiales utilizados efectivamente hacen algún aporte desde su composición química, ya sea a través de algún elemento o proceso que, en la interacción con el cuerpo humano, resulta beneficioso”, anunció.
“Generalmente existe un trasfondo de verdad, pero muchos se transforman en un mito porque están exagerados hasta límites insospechados”, apuntó Edelsztein, al tiempo que ejemplificó: “La naranja tiene vitamina C, necesaria para nuestros procesos de defensa, pero no es cierto que por empezar a tomar jugo desde enero lleguemos al invierno sin enfermarnos”. En este punto, la investigadora explicó que dicha vitamina es soluble en agua y tiene la característica de no ser acumulable, con lo cual el cuerpo utiliza lo que le hace falta y desecha el resto. “Según la OMS, entre 40 y 60 miligramos diarios cubren nuestras necesidades básicas. Si incorporo más, luego lo elimino por orina”, expresó.
“Hay estudios que demuestran que, si el promedio de días que pasamos resfriados al año es de doce, tomar mucha VC disminuye ese número a once y medio; o sea que la diferencia no es significativa”, agregó la experta durante la distendida charla.
Edelsztein hizo un espacio para reflexionar acerca de una frecuente presunción: todo aquello que es natural, necesariamente también es inocuo. “Esto no es así; hay muchas plantitas, yuyitos y tecitos que parecen inofensivos pero que, si estamos pensando en incorporarlos como un hábito diario, tenemos que consultar al médico porque es necesario conocer sus contraindicaciones y sus efectos secundarios”, puntualizó.
En esa línea, Edelsztein también hizo alusión a la diferencia entre virus y bacterias, conceptos muchas veces confundidos. “Se suele pensar: los dos son chiquitos y nos enferman, deben ser más o menos parecidos”, bromeó la investigadora, al tiempo que explicó de manera didáctica las características de cada organismo y la importancia de distinguirlos.
“Una bacteria es una célula, mientras que un virus es una ‘bolsita’ de proteínas que necesita parasitar a un ser vivo para desarrollarse. Para atacar a la primera, se recetan antibióticos, que significan anti-vida, y que la matan a ella pero no a la persona, porque tienen lo que se llama toxicidad selectiva”, señaló la investigadora y continuó: “En cambio, no existen tantos antivirales porque los virus al ser tan simples, es más complicado encontrar un sitio de ataque. Cuando tenemos una infección viral, en general el médico nos aconseja guardar reposo durante el tiempo en que dure el cuadro, de 7 a 10 días”.
“En estos casos -enfatizó- hay que obedecer”. Ni tomar antibióticos contra un virus, ni interrumpir un tratamiento antes de tiempo, ni automedicarse. “Estos comportamientos contribuyen a crear resistencia bacteriana, es decir, poblaciones de organismos que, como ya conocen las armas que tenemos para atacarlos, ‘aprendieron’ a defenderse y causan infecciones cada vez más fuertes”, concluyó.
Edelsztein nació en Buenos Aires en 1982. Es doctora en Química por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como docente del Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) y es investigadora del Conicet. En “Los remedios de la abuela”, es un viaje, se pasa revista a las fascinantes historias de las drogas y los remedios, incluyendo el uso del clavo de olor para el dolor de muelas, el arte del tirado del cuerito, o los mil y un usos de la aspirina (como quitamanchas, para la salud del pelo, para aliviar picaduras de mosquitos y, según algunos, incluso como analgésico). Fuente: Mirada Profesional.