El juego de la mancha
El popular juego que nos deleitó de niños e inclusive de grandes cuando lo jugamos con hijos o sobrinos, hoy tiene una variación. De un par de años a esta parte, la oposición trata de manchar al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner como estrategia, y a quienes somos parte del Frente para la Victoria; esta variante perversa comenzó con el traspié de la oposición dado que en la última elección presidencial -que Cristina ganó con un 54% de los votos- demostró que la 125 y la Mesa de Enlace, la cadena del desánimo de Clarín y Cia, no lograron que el proyecto nacional trastabillara. Semejante consolidación que mostró el Gobierno, hizo que la oposición empezara a ensayar este método de salir a manchar a cualquiera que ose mencionar algo que le guste o le caiga en gracia al Gobierno nacional. Así empezaron a tratar de manchar el trabajo de las Madres de Plaza de Mayo y a artistas como Fito Páez o Florencia Peña. Siguieron por funcionarios como el vicepresidente Amado Boudou, ministros como Axel Kicillof, Nilda Garré o Florencio Randazzo, periodistas como Víctor Hugo Morales y programas televisivos como 678 y Duro de Domar. También salieron a manchar a empresarios, a científicos como Adrián Paenza. No les alcanzó que casi pusieron en duda su monolítico apoyo al Papa Francisco tras el acercamiento con Cristina y a un diálogo fraterno de apoyo mutuo, incluso mancharon a un recién nacido como Néstor Iván, el nieto de la presidenta.
Hoy volvieron al ruedo nuevamente los derechos humanos, poniendo en duda a Martín Fresneda acusándolo de vender su historia de hijo de desaparecidos para que pueda asumir un militar que hasta hoy, sin haber mediado un juicio, no puede decirse que haya estado en las filas de los que cometieron actos de lesa humanidad. Pero a la oposición eso no le importa, lo que quiere es manchar. Ante la posibilidad que surgió con el trabajo solidario por la tragedia de las inundaciones en La Plata, de que una vez por todas y en base a la Justicia, vuelva a acercarse la sociedad a nuestro ejército y viceversa; no con pasos tímidos o rencorosos sino con pasos justos y fraternos para volver a reconocernos como un todo. Pero a todo lo manchan, o mejor dicho, tratan de manchar como así de arrastrarnos al fango al resto de los argentinos, argentinos que hemos pasado las cosas más crueles que una nación pueda sufrir. El año 2001 es una muestra: en la Argentina y desde luego en nuestra ciudad, sólo probábamos la carne cuando nos mordíamos la lengua y apenas calmábamos la panza con el trueque y sus canelones inflados de arroz. Los pobres y gran parte de la clase media arrastrábamos por las veredas cualquier cosa que pudiéramos cambiar por unos tickets de canje y en una alocada carrera por cualquier cosa que fuera masticable saltábamos olímpicamente vallas, niños y puestos de venta, tratando de alcanzar ese último frasco, atado de acelga o cuarto de azúcar que calmara la panza de nuestros hijos. Hoy la realidad es diferente y este es el momento en el que nos toca cuidar lo conseguido y prepararnos para dar los próximos pasos. Todos queremos las cosas ya, pero debemos ser pacientes, aún sabiendo que falta mucho por hacer. Todos los días el Gobierno nacional nos demuestra que busca solucionar más problemas y dar más derechos, entonces sólo nos queda por decir que este 11 de agosto tenemos que llenar las urnas con votos de los candidatos del Frente para la Victoria y demostrarle a la oposición que los argentinos estamos unidos y organizados y que la pelota, la Patria y el voto no se manchan.
Alejandro Dughetti
Unidad Socialista para la Victoria (part.uspavillamaria@outlook.com)
A quién votar
Las elecciones próximas posan acuciantes dilemas sobre quienes van a resolver con su voto el destino que pretenden para la Nación, porque, en lo que concierne a los diputados nacionales y a los legisladores provinciales o municipales toda vez que se elijan en base a listas, los electores van a votar literalmente a ciegas, en la mayoría de las oportunidades.
Sabrán quiénes son, a lo sumo, los que encabezan las listas. Las supuestas internas del domingo venidero, en la mayoría de los casos son una mera encuesta obligatoria para saber cómo van a votar los ciudadanos, encuesta cuyo gasto colosal no se justifica, aunque va dar una tendencia de cómo va a votar el electorado. No se trata de una elección definitiva, la que tendrá lugar recién el 27 de octubre próximo.
Desde hace muchos años y con contadas excepciones, como la elección que en 1904 en la capital de la República permitió elegir a Alfredo Palacios, los representantes son votados por los ciudadanos según listas previamente decididas por los partidos políticos en los cuales figuran uno o quizás dos nombres con figuración pública al tope de la nómina y el resto, normalmente, son ilustres desconocidos para la mayoría.
En el sistema actual el ciudadano deposita en la urna la boleta que le proporciona cada partido en la cual se incluyen tantos candidatos como puestos a cubrir existan. Con la boleta así confeccionada, los ciudadanos directamente están sufragando por personas que no han visto nunca, cuyos antecedentes ignoran, de quienes no sabe qué es lo que piensan y a los cuales probablemente no vuelva a ver.
No representan a nadie ni nadie sabe quiénes son y lo que es peor, debilitan a los partidos. Estos se forman y se fortalecen cuando el público los conoce por haberlos visto actuar en un determinado espacio geográfico, sabe cuánto valen y cuánto puede esperarse de ellos. La idea de la República como gobierno del pueblo, para el pueblo, por el pueblo requiere que los partidos elijan sus dirigentes entre quienes tienen más aceptación entre la gente del espacio geográfico donde actúen. El acto comicial es un instrumento de gobierno que tenemos los ciudadanos que no puede esgrimirse a favor de personas cuando estos son ilustres desconocidos.
Lo que la democracia pretende es que los elegidos para ejercer el gobierno se acuerden de la gente, no solamente en las vísperas de los comicios, sino que en todo momento sepan que su cargo tiene exclusiva razón de ser en el servicio que presten a la comunidad y no en la disciplina partidaria.
Reforma urgente. Urge una reforma electoral que democratice la vida política argentina, tanto en lo nacional como en lo provincial y aún en las municipalidades, profundizando la vinculación entre el elegido y la posibilidad de que el pueblo sea escuchado por quienes tienen la obligación de hacerlo, de manera que las quejas justificadas sean resueltas antes que las crisis lleguen a su paroxismo.
Muchas de las revueltas que han sacudido a la historia han ocurrido porque, lisa y llanamente, no se hicieron a tiempo cambios necesarios que hubieran morigerado violencias latentes. Los legisladores nacionales, provinciales o municipales, en la medida en que sean absolutamente conscientes en hacer de correas de transmisión de inquietudes populares y sean no menos conscientes, por el origen de su designación, de que sus vecinos de carne y hueso cotidianamente les puedan pedir rendición de cuentas de su gestión, serán verdaderamente agentes de una nueva aurora para la democracia argentina.
Juan José Guaresti (nieto)