Hugo Atilio Calderón (45) rompió el silencio y confesó haber asesinado a su concubina, aunque alegando que la muerte de Soledad Andrea Salguero (28) se produjo en medio de una violenta discusión originada en una supuesta infidelidad.
Tal como estaba previsto, el trabajador rural y remisero oriundo de Hernando declaró en el marco del juicio que se le sigue por el homicidio de la joven, ocurrido la noche del sábado 6 de octubre del año pasado en barrio Lamadrid de Villa María.
Muchas de las especulaciones que venían manejándose desde entonces fueron confirmadas ayer por Calderón, quien admitió que el crimen se produjo en el interior de la vivienda que la pareja ocupaba en Ituzaingó y pasaje Formosa.
Por espacio de 35 minutos exactos, el acusado fue relatando una serie de acontecimientos sucedidos desde el martes 2 de octubre de 2012 hasta el sábado 13, cuando fue detenido por la Policía mientras se encontraba trabajando en un campo del sur de la provincia.
Sin embargo, lo más sustancial, y al mismo tiempo conmovedor de su declaración, se produjo casi sobre el final, cuando describió el momento en que estranguló a Soledad.
En medio de una discusión por una documentación que había encontrado en el baúl de la moto de la joven, Calderón le reprochó una presunta traición sentimental con Facundo Fonsfría (20), un muchacho alojado en el Establecimiento Penitenciario Nº 5 al que Soledad había visitado tres veces durante setiembre.
“Ahí enloquecí”
“Cuando vi eso, yo realmente me alteré… sí, ahí me enloquecí”, señaló el acusado, y agregó: “Cuando abrí la puerta, ella estaba sentada viendo la tele y Panchito (el hijo de ambos, de 5 años) estaba dormido. Entré, le mostré los papeles y le pregunté, ‘¿qué significa esto, Sole?... ¿te estás viendo con el Facundo en la cárcel?’, y ella me dijo ‘no, no… no es así cómo vos decís, no me estoy viendo con nadie’, y después me dijo que en realidad había ido para acompañar a una amiga”.
Seguidamente, Calderón refirió que la joven se paró “y me quiso quitar los papeles; entramos en un forcejeo, y en eso se despertó Panchito. Se sentó en la cama y nos dijo ‘qué pasa papi, mami, no peleen’, pero yo le dije que no pasaba nada, que estaba todo bien. Después seguimos discutiendo medio bajo, y ella volvió a manotearme esos papeles, pero como no pudo, salió a la calle y pegó un portazo”.
Añadió que al ratito Soledad “volvió a entrar y Panchito estaba dormido. Ahí fue cuando ella me rasguñó la cara y el pecho. Volvimos a forcejear porque quería quitarme los papeles, y en un momento yo la agarré del cuello. Se ve que la agarré con mucha fuerza, mucha bronca… y cuando la solté, cayó al suelo. Intenté reanimarla. Abrí un bolsito negro de ella que estaba al lado de la cama y saqué uno de esos vasitos de jarabe para los chicos. Como había un bidón de agua, le di una o dos veces (con el vasito) a ver si la reanimaba, pero no… ya estaba muerta”.
“Decidí lo peor”
Calderón continuó relatando que, en esas circunstancias, se asustó y pensó: “¡Qué cagadón me mandé! Si llamo a la Policía, voy a quedar preso. Si llamo a los familiares, ¿qué les digo? Así que, ahí nomás, decidí lo peor: la cargué en el auto y la llevé. La dejé y en una hora estaba de vuelta. El problema mío, aparte, era que a Panchito lo dejé solo. En una hora fui y volví, y Panchito estaba dormido”.
“Después siguieron las mentiras… se hizo una bola de nieve con mentiras. Una mentira lleva a la otra, y así se hizo una gran mentira. ¡No dormí esa noche, por supuesto! Al otro día nos levantamos, traté de hacer vida normal, fuimos de Manuel (Salguero, tío de Soledad, domiciliado en barrio Bello Horizonte). Cuando me preguntó por ella, le dije que había salido con las amigas”.
Los certificados
Cuando el homicida hablaba de “los papeles”, se refería a una serie de certificados que habría tramitado Soledad para poder visitar a Fosnfría, ya que unos días antes Calderón le había quitado y escondido su DNI, lo cual le impedía ingresar al penal de barrio Belgrano.
“A ella le urgía recuperar el documento ese sábado, porque se ve que el domingo quería ir a la cárcel”, opinó.
Durante su declaración, el acusado explicó que la documentación que había hallado en la moto estaba adentro de un sobre y que en la parte exterior, con letra de la joven y en imprenta, se leía: “Flaca, preguntá si con estos papeles puedo entrar mañana, porque no tengo mi DNI”.
Calderón dijo que, al abrir el sobre, encontró “un certificado de domicilio que decía que ella vivía desde aproximadamente un año y algo en Lácar y Aconcagua con Facundo Fonsfría, y un certificado de concubinato, ambos firmados por María Guzmán; dos fotos carné, un certificado de exudado vaginal y un certificado de Papanicolau”.
Un mensaje “equivocado”
Previo a ello, contó que un par de semanas antes había recibido en su celular un mensaje de texto que Soledad le envió a él por error, ya que la destinataria del mismo era Margarita Ester Torres, abuela de Fonsfría.
“¿Qué decía ese mensaje?”, se preguntó Calderón mirando al tribunal, y él mismo respondió: “Decía… ‘Marga, decile a mi flaco que me llame, yo ya tengo crédito en el Personal, pedí el préstamo, 7 pesos, así puedo ir el domingo a la cárcel’.”
Continuó que, al leerlo, pensó “¿cómo ir a la cárcel?”. Y agregó: “Yo no sabía que iba a la cárcel. Supuestamente estaba todo bien entre nosotros. No le respondí ni la amenacé de muerte, como dijeron algunos acá. ¿Qué hice con el mensaje? Se lo reenvié a su teléfono, cosa que ella se enterara que yo lo había recibido”.
Tras cartón, Calderón aseguró que “eso fue lo que desencadenó todo”. Sin embargo, aclaró que cuando ella llegó a la casa, él no le preguntó nada: “Hice de cuenta que no había pasado nada, pero yo seguía pensando en eso”, indicó.
Posteriormente declaró que “unos días después, cuando estábamos acostados, yo le dije… Sole, ¿te puedo hacer una pregunta? ‘Sí, qué’. ¿Vos me querés todavía? ‘¿Por qué me preguntás?’ No, por nada, le dije yo. Ella se dio vuelta para un lado, yo para el otro y nos dormimos. No se habló más del tema”.
“Todos sabían”
“Yo no sabía que ella iba a la cárcel”, dijo en otro pasaje de su declaración, y de inmediato agregó: “Resulta que todos sabían, todos sus familiares, menos yo… un poco más, y hasta Panchito sabía. ¡A mí nunca me dijo nada de eso! ¿Cómo no vino alguien de la familia y me dijo, ‘Hugo, la Sole está con alguien de la cárcel’? ¿Cómo no me dijeron ‘tiene un amante’? Nunca me enteré… si teníamos un proyecto de vida nosotros. Eramos una pareja, éramos matrimonio”.
Luego contó que ese sábado, alrededor de las 20.30, se fue al Bar Gómez (Periodistas Argentinos al 500), al que habitualmente concurría. “Ahí me junté con amigos y charlamos de cualquier tema, porque yo de mis intimidades no hablaba con nadie”, refirió Calderón. Dijo que se tomó “un par de vinos” y que a eso de las 21.45 ella lo llamó “para que fuera, porque quería hablar conmigo, pero no sé si era para aclarar las cosas, o si lo que quería era recuperar su DNI”.
Finalmente se fue para la casa de barrio Lamadrid a las 22.15. “Cuando llegué, estaba la moto afuera. Antes de entrar se me ocurrió levantar el baúl, y cuando lo abrí me encontré con el sobre”, señaló.
Advertencia
La audiencia de debate de la víspera, cuarta desde que se inició el juicio, el martes pasado, comenzó a las 10.40 con una severa advertencia de la presidenta del tribunal, Silvia Saslavsky de Camandone, al público presente en la sala, en particular a los familiares y amigos de la víctima.
La magistrada dijo que no iba a tolerar incidentes de ningún tipo y que quienes cometieran algún altercado, serían retirados de la sala por la fuerza pública.
La exhortación de la jueza obedecía a que durante las tres audiencias anteriores se produjeron algunos episodios que alteraron el normal desenvolvimiento de las deliberaciones, sobre todo algunos gritos e insultos que no pasaron a mayores por la rápida y eficaz labor de la Policía.
Precisamente para evitar situaciones similares, el operativo de seguridad de ayer contó con la presencia de 12 uniformados de la Departamental General San Martín (siete mujeres y cinco hombres), además de los cinco efectivos del Servicio Penitenciario que trasladaron y custodiaron a Calderón.
Parados en diferentes sectores del recinto, los policías comandados por el comisario Juan Carlos Arias, y los agentes penitenciarios, a las órdenes del ayudante principal Sebastián Anníbali, impidieron cualquier tipo de contacto entre el público y el acusado, lo que garantizó que Calderón pudiera declarar sin inconvenientes.
Sin preguntas
Tras la incorporación al debate de una serie de pruebas obrantes en el expediente, solicitadas por el fiscal de Cámara, el abogado defensor del acusado, Mario Bongianino, pidió la palabra e informó al tribunal que su cliente había decidido prestar declaración, aunque previo a ello pidió que se le volviera a leer la acusación, tarea que estuvo a cargo del secretario Roberto Jue.
Cuando concluyó, el letrado adelantó que Calderón no iba a responder preguntas.
Esta cuarta audiencia concluyó pasadas las 11.20, luego que la presidenta del tribunal dispusiera un cuarto intermedio hasta el jueves de la semana venidera.
Jueves de alegatos, viernes de sentencia
A pedido del fiscal Francisco Márquez, el juicio por el crimen de Soledad Salguero continuará el próximo jueves con los alegatos de las partes.
Ese día, a partir de las 9, formularán sus conclusiones el acusador público; luego hará lo propio el representante de la Querella, Juan Antonio Rusconi, y finalmente alegará la Defensa, ejercida por Mario Bongianino.
Si las deliberaciones no se extienden demasiado, es posible que el tribunal arribe a un veredicto pasado el mediodía, aunque lo más probable es que “la última palabra” de Hugo Calderón y el dictado de la sentencia queden para el viernes, en horario a confirmar.
Las fotografías
1) “¡Qué cagadón me mandé!, pensé. Si llamo a la Policía, voy a quedar preso. Si llamo a los familiares, ¿qué les digo? Así que, ahí nomás, decidí lo peor: la cargué en el auto y la llevé. La dejé y en una hora estaba de vuelta”, dijo Calderón.
2) Soledad Salguero, en una fotografía que gentilmente cedió a EL DIARIO su mamá Liliana. La joven fue estrangulada el 6 de octubre y la encontraron una semana después. Tenía 28 años.
3) La Policía llevó a cabo un minucioso operativo de seguridad, con 12 efectivos apostados en toda la sala. Además, otros cinco uniformados se ubicaron en el acceso a Tribunales para hacer prevención. No hubo incidentes de ningún tipo.
4) Familiares y amigos de Soledad, en su mayoría mujeres, ocuparon los bancos del recinto. Pese al dolor y la bronca, todos se comportaron correctamente.
5) Los efectivos del Servicio Penitenciario custodiaron celosamente y muy de cerca, al acusado. Y todos lo hicieron con su acostumbrado profesionalismo.