El Parque y Reserva Natural Chancaní es un área protegida ubicada en las adyacencias de la comuna homónima, una aldea perdida en las profundidades de Córdoba muy cerca de la frontera con San Luis, unos 260 kilómetros al oeste de la capital provincial. Se trata de un espacio privilegiado, donde el viajero disfruta de la naturaleza en su más viva expresión. Inmensidad de territorio preñado de especies vegetales y animales, ungido a su vez por los espectaculares paisajes que regala la Quebrada de la Mermela y las Sierras de Pocho.
Para llegar a este paraíso poco explorado, hay que acercarse hasta la ciudad de Córdoba (o bien desviar hacia el oeste a la altura de Pilar) y dirigir la mirada hacia Mina Clavero. Una vez allí, hará falta tomar la ruta 15 y luego, entre caminos de tierra, buscar Pocho y Las Palmas y descender al destino prometido. Los famosos túneles de Taninga son testigos de nuestro arribo.
Casi 5.000 hectáreas tiene la reserva, que parecen más cuando uno otea el horizonte. La intendencia es la pequeña casita que da la bienvenida, que ofrece en su alrededor la posibilidad de acampar y estar a gusto. Desde este punto parten diferentes caminos que atraviesan el terreno, y que permiten apreciar toda la riqueza que el lugar cobija.
En ese sentido, vale destacar primero el patrimonio vegetal, muestra protegida de las especies del bosque chaqueño occidental y bosque serrano. Un repertorio de especies en el que brilla el algarrobo y los quebrachos blanco y colorado, que también ofrece la marca del espinillo, el mistol, el piquillín, el chañar y otras muchas, muchísimas variedades. El panorama se pinta solito: un mantel compuesto de distintas tonalidades de verdes, claroscuros que en la distancia dan idea de espesura, y grandes piedras, otra de las patronas de la región.
Asimismo, hay que poner en relieve el caudal que supone la fauna de Chancaní. Pumas, gatos monteses, zorrinos, corzuelas, comadrejas y quirquinchos son algunos de los residentes, los más favorecidos por la tranquilidad y el nivel de aislamiento del área. En los cielos y encima de los árboles, unas 200 especies de aves reciben a su vez el jugo de aquellos frutos en una lista compuesta por cóndores, loros, águilas, aguiluchos, pájaros carpinteros, cardenales, caranchos y lechuzas, entre muchas otras. Camufladas por el follaje, silenciosas se arrastran las víboras que hacen de las sierras su hogar. Yararás, cascabeles y lampalaguas son los principales nombres de tal inventario.
Poca gente, mucha paz
Antes de su expropiación por el Gobierno Provincial, en 1967, la zona era conocida como Estancia Los Pocitos. Recién a mediados de la década del 80 se la declaró Parque y Reserva Natural, y desde entonces ha sido testigo de la llegada de investigadores, naturalistas, amantes de la flora y la fauna y turistas en general. Con todo, la actualidad nos dice que las visitas al Parque Chancaní no son masivas, que apenas unos pocos se mandan a caminar por sus senderos, a disfrutar del legado. Buena noticia para el forastero, que bien metido en el sosiego que dan los límites occidentales de la provincia, goza del retiro.
