La reconocida escritora nacida en Arroyo Cabral y radicada en las sierras, tuvo una charla abierta con su público villamariense. Fue el pasado jueves en la Medioteca y como cierre a las primeras jornadas de Lengua y Literatura de la UNVM. Minutos antes, la autora cedió amablemente esta entrevista en la que habló sobre el premio Andersen (el Nobel de la literatura infantil) que recibió el año pasado, la literatura que se hace desde el interior del país y la condición de la mujer como punto central de toda su obra
Sé que el año pasado ganó el premio más importante que otorga la literatura infantil en todo el mundo, y que desde entonces su figura no ha hecho más que brillar y agigantarse (acaso bajo la luz del reconocimiento, su talento y su aura no podían hacer otra cosa). También sé que viaja todo el tiempo a dar conferencias a distintos países y que es consultada de forma permanente por escritores de todo el país y por mujeres de toda condición social, desde las que sufrieron los sótanos de la dictadura hasta jovencísimas profesoras que la reclaman con timidez y esperanza para una charla en sus escuelas. Sé que ha escrito muchísimos libros en los últimos años y que sus publicaciones se multiplican en distintas lenguas, casi como una palabra que de pronto adquiere la condición de universal, como ‘luna’ o ‘mamá’. Sin embargo, para mí, este sencillo periodista del interior, ella, María Teresa Andruetto será siempre la autora de “Kodak”; esa mujer que se dignó a charlar conmigo varias veces en la peatonal de Córdoba y me dijo una vez -llena de esperanzas- que tenía un poemario a punto de salir -y estábamos en el horrible año 2001, cuando tener esperanzas era casi un suicidio-. Se trataba de “Kodak”, ese libro que yo luego leería en los silenciosos estantes de las editoriales locales, con una emoción proporcional a mi admiración creciente (si es que puede darse una cosa sin la otra). “En ese libro está mi hermana y su agonía”, me había dicho en una de esas conversaciones tan breves como azarosas. Y esa frase se me fijó para el resto de mi vida -como las últimas palabras de alguien que se va de viaje para siempre- al leer el poema “Desnuda en la tienda”. Y acaso para ese momento, ella había zarpado ya de alguna dársena del lenguaje a otra parte.
“Necesito ropa, dijiste. Una blusa/ alegre, de color subido. Y fuimos/ a la tienda. La chica que nos llevó/ a los vestidores se llamaba tula./ Te queda rico, dijo, te queda de novela./ Nos metimos las dos en esa caja,/ entrábamos apenas.// Como no había asientos ni percheros te ofrecí mis brazos.// Te sacaste el vestido, la campera,/ te sacaste la blusa, las hombreras,/ te sacaste el turbante, la remera,/ te sacaste el corpiño, la bolsita de mijo,/ te miraste al espejo y me miraste/ y yo vi tu pecho crudo, las costillas/ al aire, y después tu corazón/ como una piedra, fuerte y fatal/ como una piedra./”
Sí. Para este simple lector, María Teresa Andruetto será siempre la autora la autora de “Kodak” y la mujer que escribió ese maravilloso poema. Y esto no quiere decir que no valoré lo que vino después (sólo un necio podría no hacerlo). Quiere decir, simplemente, que lo que se graba en el alma de un muchacho con el fuego de la emoción primera ya no se borra ni se modifica jamás. Como las sílabas de palabra ‘mamá’ o ‘luna’, esos mantras que -como el poema de María Teresa- son dones divinos que recibimos los hombres, esa “lengua madre” para afrontar todas las noches, todos los días en la Tierra.
Andersen y después
-Empiezo esta entrevista con la pregunta del millón, María Teresa, y te pido disculpas por su banalidad, ¿qué cosas cambiaron y qué cosas no, a partir del premio Andersen?
-Es una pregunta que yo misma me hago siempre, así que no me parece que sea banal para nada. Efectivamente cambiaron cosas. Cambió, por ejemplo, el horizonte de lectores que ahora tengo, con todas estas nuevas posibilidades de editar en el exterior. Te diría, si tuviera que hacer una síntesis, que el premio Iberoamericano a la Trayectoria (2009) me sacó de la Argentina a Latinoamérica, pero el premio Andersen (2012) me sacó del castellano a las otras lenguas. Siempre hablando de mis libros juveniles, ya que con mis novelas para adultos no ha pasado eso. También ha cambiado -ha crecido- la frecuencia con la que me invitan a universidades y congresos del país y del mundo. Este año fui a Chile tres veces, y ahora viajo a Brasil y México. Fuera de eso, nada ha cambiado. Llevo la misma vida de siempre y trato de que así sea.
-¿Y tu producción literaria? ¿No se ha visto modificada por la demanda que tenés?
-No. Pero si no fue así, es porque yo no he respondido a esa demanda. Ha pasado, sí, que se han reeditado muchas cosas mías pero no que me haya puesto a escribir a pedido. Sólo tengo para ofrecer lo que ya hice. El año pasado, por ejemplo, no escribí más que conferencias porque cambió mi cotidiano con el premio, y por unos meses fue una especie de locura. Pero cuando se calmaron las aguas volví a una novela para adultos que tenía empezada (“Los manchados”). Ahora la estoy corrigiendo. Y sé muy bien, como te decía antes, que ese tipo de novela no es lo que más vende. Si me hubiese dejado modificar, estaría metida de lleno en algún texto infantil.
-Es decir, para sintetizar, que no intentás sincronizar tu pulsión literaria con el mercado...
-¡Para nada! Mi deseo de escritura propia es más fuerte que mi deseo de que me publiquen. Además, ¡ya he publicado mucho! (risas). Lo que quiero decirte es que, a partir de estos premios, uno tiene que estar mucho más alerta sobre la propia producción. Cuando uno es menos conocido, no tiene muchas tentaciones. Pero cuando te reconocen, es mucho más probable que te publiquen todo lo que escribas. Y por eso hay que ser doblemente autocrítico, casi como un modo de defensa.
Escritura de mujeres versus literatura feminista
-En tus novelas hay siempre mujeres que buscan o que son buscadas. Hay madres, hijas, abuelas, hay mujeres por hacerse y otras que luchan por no deshacerse, ¿tu literatura es feminista, o simplemente femenina?
-Mirá, eso que me preguntás tiene que ver con la colección que estoy dirigiendo justamente para EDUVIM, y que se llama “Narradoras Argentinas”. Te digo esto porque lo que yo busco para mi propia escritura, lo busco también para esa colección. Y eso que busco no es algo tan unidireccionado como la “literatura feminista”, ya que me parece que ese no es un buen camino para la ficción. Yo escribo para comprender, no a partir de convicciones inamovibles. Pero sí me interesa mucho la escritura de mujeres, desde la más transgresora o vanguardista hasta la que se ve atravesada por lo político o la búsqueda del lenguaje. Me interesa mucho la diversidad. Más que literatura femenina o feminista, digo que me gusta la literatura de las mujeres. Leerla y escribirla.
-Algo que has logrado, y mucho antes que el premio Andersen, es el reconocimiento nacional e incluso latinoamericano desde
Córdoba...
-Fue un proceso muy lento. Yo empecé a escribir a los 15 años, luego lo sistematicé a los 28. Empecé a publicar a los 40 y fui conocida fuera de Córdoba recién a los 50. Y ahora, a los 58, me gané ese premio increíble. O sea que hay algo que he venido trabajando desde la base. Y creo que más allá de las condiciones para la escritura que yo pueda tener, hay mucho trabajo. Pero también hay algo que siempre hice, a lo mejor sin darme cuenta, y fue trabajar en la construcción de lectores. Primero como docente, llevando libros de otros porque todavía no publicaba. Y luego, cuando empecé a publicar, esa misma gente me pidió que fuera como autora. Creo que también, sin darme cuenta, fui construyendo mis propios lectores.
-Hubo un trabajo intelectual y humano tan desinteresado como efectivo en tus charlas literarias en las escuelas, acerca de tus autores preferidos...
-Siempre he hecho cosas por que los libros se encontraran con los otros. Y hablo aquí de libros míos y de otros autores, esos que llevaba y que todavía llevo cuando me invitan. Lo que a mí me ha gustado leer, me ha gustado que también lo leyera otro. Siempre que alguien me ha ofrecido un espacio, yo lo he utilizado tratando de ocuparlo con responsabilidad. No he hecho otra cosa más que responder con trabajo y entusiasmo a lo que se me ha ofrecido.
-Además de formar lectores, también has formado escritores...
-Es que coordiné durante muchos años talleres de escritura. ¡En una época llegué a tener siete grupos semanales! Era mi trabajo para poder vivir y sostener mi casa, pero por ahí pasó gente que después estuvo en cátedras, en editoriales, o se convirtió en escritor. La docencia tiene ese premio fabuloso, el regreso agradecido de los que pasan.
-¿Qué ocurrió con la
literatura infantil en los últimos 30 años, para pasar de género ‘underground’ a ‘boom’ editorial?
-¡Muchas cosas! (risas) Hemos sido muchos los que luchamos para conseguir eso. Mucha gente, muchos colectivos. El Centro de Difusión e Investigación de la Literatura Infantil y Juvenil (CEDILIJ) de Córdoba es uno, pero hubo muchos; en Buenos Aires, en el Comahue, en Tucumán, incluso acá en Villa María. En los años 80 y tras la dictadura, el campo infantil recién nacía. Y aunque antes hubo escritores inmensos como María Elena Walsh, Javier Villafañe o Laura Devetach, sabemos que un campo es mucho más que 5 personas. La explosión editorial llegó en los 90. Y luego en el 2001, con la devaluación, dejaron de entrar libros importados y nacieron pequeñas editoriales infantiles que ocuparon ese nicho: “Comunicarte” en Córdoba, “Ediciones del eclipse” y “Una luna” en Buenos Aires. En los últimos, las compras del Estado han sido un gran incentivo. En estos días están llegando a las escuelas 14 millones de libros infantiles de todo el país. Y eso no es poco.
-Hace mucho que escribís literatura infantil, ¿qué pasó con esos chicos que ya no son chicos y crecieron con tus historias?
- Algo muy hermoso, casi una predicción. Un amigo me dijo hace mucho: “Algún día, los chicos que leyeron tus libros infantiles van a crecer. Y entonces leerán tus libros de adultos”. Y es un poco lo que pasa. Sigo escribiendo para chicos, para esos chicos que se hicieron grandes.
Iván Wielikosielek
María Teresa Andruetto nació en Arroyo Cabral en 1954, pasó su infancia en la localidad de Oliva y egresó como licenciada en Letras de la Universidad Nacional de Córdoba.
En el año 2012 recibió el premio Hans Christian Andersen, otorgado por IBBY (Organización Internacional para el Libro Juvenil) y considerado el Nobel de laliteratura infantil.
Entre sus libros se cuentan tres novelas: “Tama” (Alción, 2003), “La mujer en cuestión” (De Bolsillo, 2009) y “Lengua madre” (Mondadori, 2010); tres nouvelles: “Stefano” (Sudamericana, 2001), “Veladuras” (Norma, 2005) y “La niña, el corazón y la casa” (Sudamericana, 2011). También, el libro de cuentos “Todo movimiento es cacería” (Mondadori, 2012) y los poemarios “Palabras al rescoldo” (1993), “Pavese” (1998), “Kodak” (2001) y “Beatriz” (2005) (todos por Ediciones Argos), “Tendedero” (CILC, 2010) y “Sueño americano” (Caballo negro, 2009), así como numerosos libros para niños y jóvenes, entre los que se encuentran “El anillo encantado” (1993), “Huellas en la arena” (1998), “La mujer vampiro” (2001), “El país de Juan” (2005), “El árbol de lilas” (2006), “Trenes” (2009), “El incendio” (2009), “Campeón” (2010), “La durmiente” (2010), “Solgo” (2011) y “Miniaturas” (2011).
Su narrativa, además, obtuvo los premios Luis de Tejeda (1993), Fondo Nacional de las Artes (2002) y fue finalista del premio Rómulo Gallegos (2011), con su novela “Lengua madre”. Codirige una colección de narradoras argentinas en la Editorial Universitaria Villa María (EDUVIM).
Tiene dos hijas y vive con su marido en un paraje de las sierras de Córdoba.