Si algo le faltaba a este Rivadavia campeón del Apertura, un equipo entero en todas sus líneas y fuerte de moral y de cabeza, era ganar el clásico ante Colón para ratificar su condición de amo cabralense en estos tiempos del fútbol local. Y ayer lo logró casi en la última jugada del duelo, con gol de un hijo pródigo de la casa, Franco Gozzerino, tras gran jugada de uno de los más mimados del club, Rodrigo Santoni, como para completar el combo de felicidad en la tarde más esperada del pueblo.
El buscado 1 a 0 del “Verde” le otorgó al clásico la emoción que se hizo rogar, pero fue meritorio por la lógica de un equipo que está mejor aceitado ante otro que trata de reinventarse.
“Este equipo tiene todo/todo para ser campeón”, cantaron los jugadores de Rivadavia, tras el pitazo final de Diego Gallo. Y lo hicieron con la convicción y con la realidad incuestionable.
De un tiempo a esta parte, Rivadavia es el mejor por seguridad defensiva, generación de juego y poder ofensivo, aunque a veces le cuesta plasmar esa supremacía en el arco contrario. Y por ello Colón estuvo cerca de castigarlo en el segundo tiempo, hasta que Rodrigo Santoni y Gozzerino pusieron las cosas en su lugar.
En la primera etapa, los locales intentaron mostrar esa chapa de campeón desde una mejor posesión de pelota y una mayor predisposición a jugar en campo contrario.
El traslado de Lionel Strumia y el despliegue de Marcos Berterame resultaban suficientes para sobresalir ante un mediocampo de Colón que recién está en vías de conocerse. Sin embargo, Franco Garis tuvo un gran juego afuera del área, que no se correspondió con la definición adentro.
El “Pollo”, movedizo y prolijo para jugar a un toque, tuvo las tres situaciones más claras, pero se topó dos veces con la humanidad del arquero Julio Giraudo y luego cabeceó apenas por encima del travesaño.
No obstante, Rivadavia gestó otras acciones de gol que no terminaron en festejo: un cabezazo desviado de Leandro Márquez entrando por el segundo palo tras tiro libre del debutante Fernando Maldonado y un par de Rodrigo Santoni que salierona afuera.
A Colón, en cambio, todo le costó el doble porque ante la presión de su rival, careció de una salida pulcra desde el fondo y encontró pocas veces a sus delanteros en algún contragolpe. Sólo cuando Nicolás Sontag ganó las espaldas de Strumia y Berterame, el “Rojinegro” insinuó mediante Alvaro Bello, quien estuvo a punto de marcar, pero su disparo cruzado fue conjurado por José Gobbi.
La imagen del equipo de José Luis Danna mejoró en el complemento, sobre todo luego de los 20 minutos, porque el ingresado Juan Pablo Ramírez apoyó en la recuperación al batallador Luciano Luppo y los atacantes (Bello y Fernández) exhibieron un poco más de lucidez para desprenderse de las marcas y jugar rápido. Entonces el partido se emparejó y hasta pudo haber cambiado de dueño con tres situaciones favorables al visitante: primero, el palo le privó el festejo a Bello (la pelota picó mal ante la estirada del arquero) y luego Gobbi se lució ante el propio Bello y ante Luis Demichelis.
En Rivadavia, Marcelo Santoni buscó mejorar el juego por los costados con los ingresos de Gozzerino y Pascual Gudiño, pero fue Rodrigo Santoni quien se cargó el equipo al hombro y mantuvo encendido el fuego del campeón.
Ni la experiencia de Daniel Abate Daga ni los cierres desesperados de Pablo Alvarez (zafó de la expulsión por una patada desde atrás al delantero) pudieron con Rodrigo, quien buscó casi siempre por ese sector izquierdo del ataque con una velocidad y una potencia superlativa para la media del fútbol doméstico.
Por tamaña insistencia, la victoria debía llegar por ese lado. Y hacia allí viajó un pelotazo largo del “Pollo”, a los 46 minutos, que Rodrigo bajó con categoría para encarar en diagonal, desairar a la defensa, enfrentar al arquero y tocar al costado para el gol de Gozzerino. Un gol muy festejado, enorme por la relevancia del clásico. Un gol que dejó vacío a Colón. Un gol que le dio el primer triunfo en el torneo al último campeón, que sigue de fiesta y anuncia a todos que va por más.