Desde el año 1995 en que fue creado en Costa Rica sin ningún apoyo oficial, el Foro Latinoamericano de Educación Musical (Fladem) no deja de organizar encuentros en toda América Latina. Su desafío es, al decir de su directora Ethel Batres, “transformar los sistemas educativos de nuestro continente y, muy en particular, las formas en que está siendo abordada la educación musical”.
-En tu charla inaugural abordaste el tema de la identidad y globalización en la música latinoamericana. ¿Cuál fue el eje principal?
-Me pregunté cuál es la vigencia de la música popular en un mundo globalizado. Y las respuestas a esta pregunta son muy numerosas. Hay críticos como Leonardo Acosta, que nos dice que una de las formas de destrucción popular es la que se conoce con el nombre de “globalización”.
-¿Qué pensás del rol de las universidades?
-Que en este caso, la Universidad de Villa María presenta una innovación para América Latina (AL) y un camino a seguir, ya que son muy pocas las casas de altos estudios que den una formación al músico popular.
-¿El músico necesita reconocimiento académico?
-Claro, porque muchas veces el músico popular tiene un gran crédito como intérprete en su público, pero eso suele venir acompañado de un “descrédito” a nivel remunerativo o de dignificación social. Y todo por carecer de un título que lo avale o le permita ejercer como un docente en una academia.
-¿Qué pasó con las músicas folclóricas de América Latina a partir de la globalización?
-Antes de la globalización ya pasó algo muy importante: la tendencia a la autoafirmación de los propios pueblos, oficializando incluso los idiomas originarios en pos de la recuperación de lo propio. En ese contexto surge la globalización y produce más que una lucha o, mejor dicho, dos tendencias: los que se adueñan de la difusión masiva y quieren imponer una cultura hegemónica y las culturas que comienzan a autovalorarse, a estudiar sobre sí mismas y hacer sus propias propuestas. Y allí está el músico popular, buscando su espacio y abriéndose. Es como si hubiera un veneno, pero a la vez un antídoto para cada cosa.
-¿A pesar de la globalización, hay quienes intentan la hegemonía?
-Exacto. Está quien quiere descalificar la música del otro, pero resulta que ese otro no puede ser descalificado por decreto. Y ese músico al que intentan invisibilizar toca en la plaza pública o en el mercado y ahí florece y se afianza su propuesta. Esto quiere decir que la sociedad misma se autoconstruye y va buscando romper ataduras, las que intentan sujetarla a reproducir lo que de ella se espera.
-¿Cuál es tu mayor desafío en tanto educadora musical?
-Sin duda, tratar de vincular esa genialidad creativa que tienen los autodidactas como Hermeto Pascoal con lo que sucede en las academias. Me pregunto qué está recibiendo un niño musicalmente, ya sea en el jardín de infantes o en la escuela primaria y más adelante en la escuela secundaria y la universidad. Y nos damos cuenta de que los caminos de la creación van por caminos muy distintos a los de la educación formal, ya que el profesor siempre está atado a un currículum. La pregunta es cómo cambiar eso. Y es evidente que lo tenemos que cambiar puesto que no ha dado resultado en todo este tiempo. Una educación que no transforma la sociedad es inútil.
Iván Wielikosielek
Especial UNVM